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OAXACA, Oax. 13 de mayo de 2014 (Quadratín).- El Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Centro Cultural Santo Domingo y el INBA a través de la Coordinación Nacional de Música y Ópera presentan el concierto “Belle Époque”, Gozoso Homenaje a Ricardo Castro (1864-1907) en el 150 aniversario de su natalicio.
Estará al piano Armando Merino, concertista del Instituto Nacional de Bellas Artes.
La cita es el domingo 18 de mayo de 2014, a las 12:00 horas. La entrada es libre, en el ex convento de Santo Domingo de Guzmán.
Armando Merino estudió en la Escuela Nacional de Música de la UNAM y en la Manhattan School of Music en Nueva York. Sus maestros fueron Arthur Balsam, Nina Svetlanova, Michel Block y Néstor Castañeda. En 1984, el gobierno mexicano lo distinguió con la mención honorífica en el Premio Nacional de la Juventud. Después de una estancia de tres años en Nueva York, donde realizó estudios profesionales y de posgrado, se incorporó al ámbito musical mexicano. Desde entonces, su actividad como docente e intérprete ha sido constante; es profesor de tiempo completo de piano, música de cámara y prácticas de acompañamiento de la Escuela Nacional de Música de la
Con el apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, realizó la grabación del disco Azulejos, México y España a través del siglo XX, que reúne obras poco conocidas de importantes autores de estos países, seis de ellas, primeras grabaciones mundiales.
En 2003, presentó su segundo disco, ‘S Wonderful. De los veinte y treinta en América, con obras de Gershwin, Revueltas, Lecuona, Chávez y Ginastera. En 2007, apareció su más reciente compacto, Capricho.
Los valses completos de Ricardo Castro con veintidós piezas, quince en estreno discográfico. Forma parte del grupo Concertistas de Bellas Artes.
Sobre Ricardo Castro (1864-1907), Armando Merino se refiere a él como “el compositor y pianista mexicano más importante del siglo XIX”
Aquí su texto:
En el ámbito de la música mexicana, el arribo del 2014 marca de manera por demás gozosa el aniversario número 150 del natalicio de Ricardo Castro, el compositor y pianista mexicano más importante del siglo XIX.
De escritura original, con influencia francesa, pero con sabor indiscutiblemente nacional, su música refleja de manera nítida el ambiente refinado y elegante de la moderna sociedad mexicana de finales del siglo XIX y principios del XX, durante la época del Porfiriato.
Su estilo corresponde así mismo, en tiempo y forma con el Modernismo en la poesía y con el Art Noveau en las Artes Decorativas y posee de manera natural los principios estéticos de estas dos corrientes sobresalientes y emblemáticas.
Ricardo Castro nació el 7 de febrero de 1864 en el Estado de Durango. En 1877, su padre fue nombrado diputado ante el Congreso de la Nación y su familia se trasladó entonces a la Capital del país, donde ese mismo año Ricardo, se inscribió al Conservatorio Nacional de México. Ahí estudió armonía con Melesio Morales (1838-1908) y piano con Julio Ituarte (1845-1905), quienes le dieron las bases para continuar posteriormente, de manera intuitiva y autodidacta con su brillantísima carrera como compositor y pianista.
Dentro del desarrollo de la música en México, Ricardo Castro es definitivamente un punto de referencia por partida doble: por un lado, su figura representa el momento de culminación -y declive- del gran período iniciado con el México Independiente y finalizado un siglo después, con la Revolución Mexicana; por el otro y del mismo modo, la trascendencia de su obra como compositor y como pianista dispuso el camino de lo que en el naciente siglo XX resultaría ser para la Música de Concierto una nueva era.
Acorde con su época, Ricardo Castro fue un hombre moderno: Como compositor, a diferencia de sus contemporáneos, fue el único que se aventuró más allá de la Música de Salón, al abordar formas estructurales más complejas que en su mayoría estaban en desuso entre sus colegas mexicanos. Tal fue el caso de su Poema Sinfónico, Oithona, de su Sinfonía en do menor, de sus Óperas -entre las que destacan “Atzimba” y La Leyenda de Rudel-, de su Cuarteto para cuerdas, de sus Conciertos, para piano y orquesta y para chelo y orquesta -que dicho sea de paso, son los primeros ejemplos que existen dentro de este género en todo el repertorio mexicano-, de sus Canciones y de sus Piezas para violín. Más aún, el repertorio mismo de su música para piano solo -sobre el cual descansa el peso mayoritario de su obra- está construido con una escritura pianística moderna, dirigida más al pianista de concierto que al aficionado; Sirva como ejemplo el caso de sus Études de Concert op. 20 o de su Suite op. 18, la cual está concebida en el mismo esquema de las Suites de Debussy.
Como intérprete, su carrera de pianista fue notable, ya que según lo atestigua la historia, Ricardo Castro fue el primer Concertista mexicano del que se tiene evidencia en el país. Baste decir que a los dieciséis años tocó en la Exposición Internacional de Nueva Orleáns, a la cual sucedieron presentaciones posteriores en Chicago, Filadelfia, Nueva York, París y Bruselas. “A los veinticinco años, Ricardo Castro era sin lugar a dudas, el artista más discutido de su generación”*. Fue el primer solista mexicano en realizar una gira de conciertos a lo largo de la República, hazaña que llevó a cabo en 1902. Para 1903 el gobierno del Presidente Díaz, en reconocimiento “a los méritos de usted y a su exquisito talento” le otorgó, a través de Don Justo Sierra, Secretario de Instrucción Pública, una beca para realizar estudios por tres años en Europa.
En el ámbito del concertismo, su actividad no solo fue como solista, sino también como promotor de la música contemporánea: en 1882 fundó, en compañía de otros relevantes músicos mexicanos, la Sociedad Filarmónica Mexicana, con la que dio a conocer en el país obras nunca antes escuchadas de algunos de los grandes maestros europeos y con la que él mismo estrenó como solista obras tan actuales como el Concierto en la menor de Grieg y el Trio Patético de Tchaikovski. Fue profesor y crítico musical para la prensa.
En 1906, a su regreso de Europa, el Gobierno Mexicano lo distinguió con el nombramiento de Director del Conservatorio Nacional. Un año después, el 28 de Noviembre de 1907, en pleno ascenso de su vida, Ricardo Castro murió de manera sorpresiva a los cuarenta y tres años de edad, víctima de una infección intestinal. Ante este hecho, el gobierno de la República decretó tres días de Luto Nacional.
El trabajo y talento de Ricardo Castro cimentaron el desarrollo de la Música de Concierto del México actual.