Y ahora ¿qué hacemos con Trump?
MÉXICO, DF. 26 de mayo de 2014 (Quadratín).- Justo cuando la Secretaría de Hacienda daba a conocer el viernes el primer ajuste a la baja en el PIB de 2014 de 3.9% a 2.7%, en España el periódico El País difundía la noticia de que empresarios mexicanos “se lanzan a la conquista en España” con inversiones multimillonarias.
Por tanto, el debate en México sobre la recesión-desaceleración-ciclo bajo de la economía ha carecido de justificación económica, pero ha tenido sobradas razones en lo político. Inclusive, un ex secretario de Fox ya predijo desde hoy la derrota del PRI y la victoria de López Obrador por culpa del PIB.
Los temas del debate sobre el PIB son políticos:
1.- El presidente Peña Nieto se comprometió a un aumento en el PIB como efecto de la modernización; por tanto, cuestionar el PIB es una forma de bloquear las reformas modernizadoras.
2.- El secretario de Hacienda, Luis Videgaray, ha sido colocado en la punta de la candidatura presidencial del 2018 cuando el PRI ni siquiera sabe cómo saldrán las reformas, qué efectos tendrán y cómo quedará el Congreso en el 2015.
3.- En los hechos hay una especie de cártel de ex secretarios de Hacienda que quieren controlar como cacicazgo la política económica: Pedro Aspe, Guillermo Ortiz y Agustín Carstens, al que se ha unido el panista Eduardo Sojo como ex asesor económico de Fox.
En una evaluación del resultado electoral del 2012, el politólogo panista Juan Molinar Horcasitas estableció –Elecciones 2012, Cuaderno de Trabajo 4 del PAN-Fundación Rafael Preciado– la conclusión de que contra el PAN hubo un voto de castigo económico por la crisis. En el 2009 el PAN pagó la primera factura del PIB de -4.7% y en el 2012 la segunda. Por tanto, Peña Nieto podría enfrentar un fenómeno similar.
La relación crisis económica-crisis social-voto electoral de castigo sí ha existido: el colapso 1982-1987 le pegó al PRI con 50% de votos en 1988, la crisis 1995 con el alza de tasas de interés se pagó en 1997 y 2000 y el crack de 2008 tuvo factura en 2009 y 2012.
Sin embargo, se necesita un verdadero colapso económico para mover a los electores en contra. El PIB promedio anual en los dos primeros años de Peña Nieto sería de 1.5%, pero subiría con la meta de 5% al final, haciendo un promedio anual sexenal de 2.8%, pero sin ninguna caída negativa. Por tanto, las predicciones de un voto de castigo con tres o cuatro años de crecimiento de 5% son políticas para asustar a los niños y no racionalmente económicas.
En todo caso, el secretario Videgaray ha carecido de una estrategia de comunicación política para enfrentar las críticas por la desaceleración, tomando en cuenta inclusive la pifia teórica de Sojo-INEGI al desconocer las razones técnicas de una recesión: tres trimestres consecutivos de crecimiento negativo y en México eso no ha ocurrido en los últimos dos años.
Y los ex secretarios de Hacienda cargan con penas mayores: Aspe tiene en su haber su negativa a la devaluación y los tesobonos y por tanto el colapso del error de diciembre de 1994, Ortiz privatizó los bancos para hacerlos negocios y fue responsable del Fobaproa y Carstens fracasó en la reforma fiscal con Fox.
Por tanto, son los menos indicados para hablar de cómo crecer. Y a Aspe se le olvidó cuando presentó los criterios generales de 1987 y a los diez días se cayó el precio del petróleo y tuvo que rehacerlos por errores de cálculo.
El fondo del debate sobre el PIB tiene a los empresarios como aves de mal agüero pero por su enojo contra la reforma fiscal definida por el PRI pero con el apoyo del PAN y del PRD. De ahí que el bajo crecimiento de estos dos años tenga dos explicaciones: la atonía en las inversiones privadas aquí –y en auge en España– y la mala gestión en el flujo del gasto. En todo caso, el debate del PIB es un adelanto de los temas de campaña del 2018.
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@carlosramirezh