Llora, el país amado…
OAXACA, Oax. 14 de julio de 2014 (Quadratín).-Al observar lo que hoy sucede en la economía mexicana, surgen interrogantes respecto a porque no crecemos, porque desde los setentas se ha hecho lugar común la aspiración a una reforma fiscal “profunda, integral, para los que menos tienen, a fondo, democrática, etcétera”, sin embargo no se concreta nada, seguimos con niveles de crecimiento demasiado modestos, insuficientes por supuesto, no se ha dado la reforma fiscal que queremos, sí en cambio, cambios que sólo contribuyen a incrementar en el corto plazo la recaudación, pero que tarde o temprano son desechadas, como la del IETU y el IDE-, o se empiezan a matizar con adecuaciones que las van esterilizando.
Lo que hoy se ha logrado en términos de recaudación –este año vamos en lo federal por arriba de 2013 y respecto a lo programado- se ha logrado gracias al SAT, sin embargo la administración tributaria tiene sus límites y estos los ponen la economía, el crecimiento económico y por supuesto los legisladores.
Hoy por ejemplo vemos que se han hecho reformas que atacan sectores importantes de privilegio en los impuestos indirectos principalmente, no está mal por supuesto que se graven las bebidas azucaradas o los alimentos chatarra, incluso los cigarros, sólo que en la realidad, la carga fiscal adicional se traslada a los consumidores, que por la deformación cultural alimentaria que la publicidad les ha deformado, siguen consumiendo esos alimentos basura, que además son perjudiciales para su salud, pero a veces son su única opción en consumo, de ahí la proliferación de las llamadas tiendas de conveniencia, que además destruyen a los mini- empresarios, ya que llegan arrasando.
Es el caso de los refrescos, existen familias mexicanas enteras que nunca toman agua, sólo refrescos, principalmente los de cola. Recuerdo como anécdota a un taxista que recientemente me preguntó si tomaba agua, después si no me había hecho daño, porque él tenía miedo de hacerlo de que le afectase su salud –con cólicos dijo-, y que en su casa tomaban diario tres refrescos grandes de cola, su esposa, dos hijos y él. Y sobran ejemplos.
Otras dudas surgen cuando se observa que en España el 25 por ciento de la fuerza de trabajo está en el desempleo, que su política económica es destructora de plazas de trabajo, sin embargo en México, nuestra tasa de desempleo abierto es un 20 por ciento de la de ese País. Cuando se ve la realidad, vamos a las colonias populares y populosas de México o nos damos una vuelta por Oaxaca y sus numerosos poblados, observamos una desocupación terrible, que en el caso urbano traslada a los jóvenes a actividades en la economía subterránea o informal, incluyendo destacadamente la delincuencia, así son muchos los que se dedican al robo, al secuestro, al narco menudeo, a la prostitución, al comercio informal, a la piratería, al contrabando, en suma a la delincuencia organizada y los jóvenes del ámbito rural se convierten en sicarios o en migrantes ilegales hacia los Estados Unidos.
La clave es la forma de medir el desempleo y el trato que se le da a la ocupación informal. Por ello lo correcto sería homologar por ejemplo, a partir de la OCDE, la metodología de cálculo de temas como las estadísticas de empleo.
Debo acotar que lo que sabemos del tamaño de la informalidad, hoy la podemos tener gracias a los avances logrados por el INEGI, una institución ejemplar desde su nacimiento, pero hoy con su carácter de organismo autónomo, ha tenido sus mejores años, estando al frente de ella Eduardo Sojo. Además hay avances ciertos en transparencia.
Adelanto primera conclusión, no es un problema técnico, sino de gestión y de economía política, no de política económica.
*Miembro del Colegio Nacional de Economistas.