
El PAN y la cabeza de Medusa
OAXACA, Oax. 20 de julio de 2014 (Quadratín).- Es indudable que los regímenes políticos requieren de líderes apropiados para su buen funcionamiento, incluso se puede decir que toda sociedad los necesita, pues la división entre gobernantes y gobernados así lo requiere. El gobernante, en sí mismo debe ser un líder político. Sin embargo, es cada vez más evidente la ausencia del líder, en cambio se observa el ascenso de los funcionarios cuya experiencia radica en haber sorteado los laberintos burocráticos del poder público. Por ello, se hace evidente, ante la ausencia del liderazgo político, la ineficacia, ineficiencia e ingobernabilidad de los Estados y gobiernos. Los líderes políticos del mundo se pueden contar con los dedos de la mano, esa es la realidad.
Ante una sociedad de masas, caracterizada como rebaño, como aglomeración, multitud y tumulto cuando se mueve, necesita, como algo fundamental e indispensable, del pastor, del profeta, del padre, que en resumidas cuentas, son las maneras en que se manifiesta el liderazgo. Así como en la política es menester la necesidad del líder, así, en cada una de las actividades humanas se necesitan este tipo de seres humanos.
A la par de la existencia del hombre masa, existe el hecho de la anulación de la personalidad del individuo, hoy el ser humano es sólo objeto de consumo y se es persona en la medida de su poder de consumo. Este hombre nihilista y narcisista requiere de un hombre excepcional para hacerle existir y devolverle su razón de ser en cuanto ser social, esta tarea sólo lo puede realizar el líder político. El hombre subsumido en el consumo, objeto de la industria, verá en el líder su propia liberación y re apropiación de su personalidad perdida. La historia nos enseña que estos hombres han aparecido en momentos de crisis política, moral, económica y social.
No podemos olvidar las patologías, productos de los liderazgos, tales como los de Hitler, Stalin, Charles Manson y Jim Jones, por mencionar algunos casos. Estos líderes fueron capaces de manipular a las masas y grupos humanos hasta anular su capacidad de raciocinio y de pérdida de toda capacidad de voluntad. En el caso particular de Jim Jones, fue capaz de hacer valer su liderazgo para que cientos de hombres, mujeres y niños de un templo religioso, bebieran refresco con cianuro y perecieran en el mayor suicidio colectivo que se tuviera memoria. En el caso de Hitler, fue capaz de convencer a la gran mayoría del pueblo alemán para realizar el mayor exterminio de la raza humana del siglo XX. El culto al líder, al hombre carismático aparece en estos ejemplos más que enfermizo para radicar en lo diabólico o por lo menos la sustitución de la racionalidad por la irracionalidad.
Todo lo anterior, nos lleva a plantear la interrogante del por qué de la existencia del líder político, del por qué el hombre es capaz de abandonarse a los designios del líder. Vale un ejemplo del momento para ilustrar esta situación: En el proceso legislativo para la aprobación, en su caso, de las leyes sobre la reforma energética, se observó que los senadores del PRI hacían caso omiso de cualquier razonamiento, su voluntad, inquebrantable, estuvo al servicio de los designios de su líder: el Presidente de la República. Los senadores de este partido, perdieron toda individualidad en aras de los mandatos de su líder. Por otro lado, para los senadores del PAN, el mercado adoptó la figura de líder, la creencia y la obediencia ciega a las leyes del mercado también despersonalizó a los senadores de este partido. Los senadores del PRD, por el contrario, su fe en el Estado, en este espíritu absoluto, en términos de Hegel, también sufrieron la negación de su personalidad. Los tres partidos se subsumieron a los designios de sus propios liderazgos, la razón brilló por su ausencia en los tres grupos parlamentarios. No podía haber entendimiento en personas que negaban toda razón.
Las actitudes de los senadores se puede explicar en la medida de el hombre no es sólo razón, como se ha creído, sino también pasión. Es ente sentimiento donde el líder tiene su justificación. El líder siempre apela a los sentimientos y no a las razones, esa es su primera regla. David Hume, filósofo inglés, afirmó que: «Procuraré demostrar —-escribió en 1737—-, primero, que la razón sola nunca puede ser motivo para ningún acto de voluntad, y segundo, que nunca se puede oponer a la pasión en la dirección de la voluntad»( Citado por Lindholm, Charles. Carisma. Edit. Gedisa. Barcelona, 1992, p. 29). Los senadores votaron por sus sentimientos de adhesión al Presidente, al mercado y al Estado respectivamente. La clave del líder es comprender a los hombres como son y no como deben ser, es tomar en cuenta las diversidades, las circunstancias y adaptarse a ellas, así como mantener en equilibrio sus propios deseos y aceptar las componendas necesarias para obtener el éxito deseado.
Manejar la codicia de los hombres es también un elemento de la necesidad del líder, ante la impotencia de lograrlo por si mismos, los hombres derivan esta responsabilidad en el otro, en el hombre que sea capaz de abrirle el camino para la satisfacción de esa codicia. Los líderes, regularmente, atraen a los incompetentes, a los ambiciosos, a los aduladores y a los que carecen del carácter necesario para triunfar en la vida a través de sus propios medios. Los débiles de carácter, los de sin voluntad de poder, irremediablemente son carne de los líderes, por eso, este tipo de hombres, según Nietzsche es toda la humanidad, necesitan de los hombres de una enorme voluntad de poder. «Quienes expresan este poder elemental y explosivo de mando, que trascienden los valores, dominan naturalmente a los débiles. Son los héroes que crean sus propias leyes al margen de las convenciones, basándose en los impulsos auténticos de sus deseos personales. La capacidad innata para el mando se describe como el valor supremo en un mundo que carece de otros valores» ( Lindholm, Charles. Op. Cit. p. 37).
Evidentemente, el líder tiene cualidades personales que lo hacen único en un momento determinado de la historia concreta de algún lugar, de tal manera que los hombres se olvidan de las costumbres, de las leyes y se someten sin más a las exigencias del líder, al que consideran al ser legitimador por excelencia, luego entonces, el líder debe gozar de cualidades extraordinarias, algunos opinan que incluso, debe tener cualidades sobrenaturales. El líder, asimismo debe tener la capacidad para exhibir emociones fuertes. El líder vive en un constante estado emocional que llega al frenesí. Las concentraciones de las masas tienen que ser para el líder, actos cuasi religiosos, con ritos y exhalación del discurso hasta el paroxismo. Esta acción del líder se fundamenta en la tesis de que el ser humano, es antes que nada, un ser grupal, la dinámica del grupo siempre predomina sobre la acción individual. Cuando un político se dirige o se comunica hacia seres concretos comete un grave error, su comunicación deberá ser siempre a las criaturas grupales.
La comunicación al grupo, a la masa, que es regularmente inerte, obliga al líder al histrionismo con una gran carga de emociones, gestos amplios, ilusiones dramáticas. «Mediante estos mecanismos el líder demuestra su fervor, concentra la atención de la multitud y estimula la imitación y la adoración servil de sus discípulos» ( Lindholm, Charles. Op. Cit. p. 66).