
Oaxaca, invitado de honor en la FIL de Palacio de Minería
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Fernando Pessoa, Tabaquería.
OAXACA, Oax. 25 de julio de 2014 (Quadratín).- Artemio Rodríguez (Tacámbaro, Michoacán, 1972) es un artista gráco formado de manera tradicional en el arte de concebir libros, desde la idea hasta la impresión.
En American Dream (La mano press, 2006), el fundador del Taller Martín Pescador (TMP), Juan Pascoe, cuenta sobre la capacidad de observación, de asombro y trabajo disciplinado del joven Artemio, quien a los 17 años fue su aprendiz de impresor. Ahí, el joven conoció la mística y el empeño necesarios para desarrollar el ocio de grabador, la minuciosidad que requiere la labor de construir letra a letra un libro, que un libro es un universo personalísimo y que la personalidad del artista se revela en los detalles de su obra.
La perseverancia, el afán de buscar otros derroteros y de conocer lugares distintos, de vivir la vida desde otra perspectiva, propiciaron que a los 21 años Artemio migrara hacia Los Ángeles, California, en donde desarrolló de manera plena su ocio como grabador, especialmente sobre linóleo y madera. La misma elegancia, minuciosidad y precisión aprendida en el TMP la llevó a su producción artística. Ahora, el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca exhibe una selección de su trabajo.
En esta muestra, el visitante podrá conocer una parte significativa de la obra de Artemio Rodríguez (AR), una selección que el propio artista realizó. Se exhiben impresiones desde 1994 hasta 2013, dispuestas sin atender a un orden cronológico.
En la primera sala se pueden apreciar grabados de gran formato, algunos de ellos polípticos que permiten no sólo asombrarse por la capacidad técnica del artista invitado, también, a partir de algunas obras se atisban ciertos vínculos estéticos.
El triunfo de la muerte (2007), por ejemplo, es una clara paráfrasis de la pintura del mismo título, de Pieter Brueghel.
En el caso de Artemio, la obra monumental no está exenta del fatalismo que advierte las desventuras de la vida cotidiana, sin embargo, goza de la ironía de un artista curioso, con sentido del humor y atento a las virtudes y desventuras de este momento histórico.
Las picotas de tortura, las altas columnas de humo que se elevan hacia el cielo anunciando desastres, la gente huyendo despavorida e inútilmente de su trágico n, conviven con una mujer en bikini lamida por un caballo famélico, con barriles de petróleo crudo derramándose sobre la tierra, con un banco de donde zarpa una balsa ocupada por un grupo de esqueletos.
En la esquina superior izquierda, un par de niños tomados de la mano contempla el apocalíptico horizonte.
El alto contraste, el uso del linóleo y la madera, los trazos denidos, la representación de escenas narrativas, imágenes que ilustran conceptos (Pecados capitales, 2007) o en ocasiones caricaturizan a un personaje o situación social (La piñata que no cae, 2010), acercan a este artista a la obra de José Guadalupe Posada y a cierta estética vinculada con el Taller de Gráca Popular.
En la segunda sala, algunos de los grabados que se disponen para el visitante son 96 imágenes de la serie Lotería, en la que AR despliega una iconografía que recuerda en algunas ocasiones la estampa medieval (algunos pasajes registrados en las biblia pauperum, como el de Gedeón y el vellón) o en ocasiones a la novohispana tanto religiosa (Virgen de Montserrat…, 1567) como civil (Curioso romance en que se refiere la mayor maldad que ejecutaron dos hijos…, s/f). Una lotería que es un juego, pero que también es un recorrido por la cultura popular mexicana.
En la última sala se muestra una selección de pequeñas experiencias de arte, la labor editorial del Taller Martín Pescador.
Por definición, la creación de un libro es siempre un trabajo en colaboración. Autor, ilustrador, editor, impresor deben estar en comunión para lograr que cada volumen sea una obra de arte.
En Las fábulas de Esopo, Signos del zodiaco y Escarmiento y desengaño de insurgentes, algunos de los volúmenes exhibidos en el IAGO, Juan Pascoe y Artemio Rodríguez como ilustrador se empeñan en desplazar la concepción del libro como un mero soporte, un contenedor de un mensaje literario, y elevan a grado de arte el objeto en sí. La selección del papel, de la tipografía y la disposición de estos elementos en la página forman parte del lenguaje que los artistas articulan para brindarnos una experiencia estética, en términos de John Dewey.
Cada uno de los elementos que componen el libro denotan un cuidado minucioso que el lector, quizá sin saber, valora.
El sencillo hecho de voltear una página del libro se torna elegante. El TMP pone en contacto al lector, al espectador de esa obra, con las texturas de los tipos de papel que elige Pascoe para integrar sus ediciones, con el olor de las tintas, con el peso específico de una creación hecha para el deleite individual.
El libro como una obra de arte que convive con otra obra de arte.
Podríamos contemplar los grabados y objetos de AR varios meses y encontrar, en cada ocasión, un elemento nuevo para asombrarnos. El pobre diablo que nos mira desde su banqueta existencial, los ladrones de burros que acechan malvados…, pero esa será ya labor de los visitantes a esta exposición. Bienvenidos.