Cortinas de humo
OAXACA, Oax. 27 de julio de 2014 (Quadratín).- La gran pregunta que nos surge es que si los hombres son lo mismo en todos los tiempos y en todos los espacios, por tanto, sus formas de gobierno no pueden ser tan diferentes y obedecen casi a las mismas leyes. Así, sólo han existido tres principios de gobierno en la historia humana: la virtud, el honor y el temor. Estos han dado por resultado a tres regímenes políticos muy claros y diferenciados: la república democrática, la monarquía, en todas sus formas y el despotismo, también en sus diversas expresiones.
Si esto es así, la naturaleza de la política, en lo específico del tratamiento de las relaciones de poder, no pueden cambiar, porque los hombres siempre serán dominados por sus pasiones más que por sus razones. Esta fue la posición de Maquiavelo. Por tanto, se pueden determinar leyes generales del gobierno de los hombres, leyes históricas, por decirlo de alguna manera.
Otra tesis, contraria, es aquella que sostiene que el hombre no tiene una naturaleza de por sí y para siempre, sino que se construye y es construido por un entorno determinado, por tanto, no puede haber leyes generales de la política, ni tampoco de sus modos de gobernarse. No habría leyes generales del ejercicio del poder, sino leyes muy específicas.
Esta tesis nos hace sostener que las instituciones políticas, tales como el Estado y el gobierno, no pueden ser explicables a partir de una naturaleza humana esencial e inmutable. Como Hobbes, por ejemplo, que parte de la pasión del hombre por el poder y de aquí explica y justifica la necesidad del Estado para todos los tiempos.
En contra de esta tesis está la posición de Carlos Marx, quien sostiene que los deseos y las pasiones de los hombres se pueden diferir de un tiempo a otro, entre sociedades de distintos tiempos, por ende, la política sólo es explicable a partir del conocimiento de la realidad social del hombre en una sociedad concreta. “Las sociedades difieren y las sociedades cambian e igualmente lo hacen los hombres que las integran” ( Plamenatz, John. Karl Marx y su Filosofía del Hombre. Edit. F.C.E. México, 1986, p. 55). Talvez la única naturaleza humana sea su capacidad de cambio o su perfectibilidad como lo sostuvo Rousseau.
Si aceptamos esta tesis de la capacidad innata del hombre para cambiar y de su perfectibilidad, sería posible la construcción de una sociedad justa bajo reglas de política y de otros valores más justos. Por eso fue posible para Marx pensar en una sociedad sin clases y sin desigualdades. También nos hace concebir que es posible la construcción de la sociedad plenamente republicana y democrática.
La importancia de esta tesis radica en la imposibilidad de la concepción del hombre natural, de los derechos naturales del hombre, de la existencia del hombre fuera de la sociedad, de unos derechos del individuo de una vez y para siempre, de sentencias como aquellas que nos condenan en una determinada situación, como aquella que condenan al ser humano a ser gobernado para siempre por una minoría. La concepción del hombre como un ser profundamente histórico nos da la esperanza de poder alcanzar un mundo más justo para todos y para nuestro planeta.
La historicidad del ser humano nos hace negar contundentemente las diversas tesis que parten de su naturaleza universal, que desde luego no es de la historicidad. Tales como Locke, que fundamenta la existencia del gobierno en la existencia y defensa de la propiedad privada o la idea de Hobbes sobre la naturaleza egoísta del hombre para justificar la existencia del Estado. Lo que es cierto es que deseos y pasiones nacieron por determinaciones muy concretas y determinaron instituciones, creencias y valores, pero las pasiones y los deseos no producen los mismos efectos en todas las circunstancias. Los deseos y las pasiones humanas sólo son explicables en contextos sociales muy concretos.
Lo mismo sucede con los regímenes políticos, por ejemplo, la democracia griega fue algo muy diferente a la democracia moderna, para empezar, para los griegos representaba el peor de los regímenes, para nosotros, es el mejor, esto es así por los diversos contextos históricos de la explicación.
Todo esto puede ser explicado por la capacidad del hombre de transformar su entorno y de tener deseos y pasiones distintos a los de los otros animales. Si bien es cierto que el hombre no deja de tener una condición biológica, por su gran capacidad ha superado esta condición para ser de condición eminentemente social, es desde esta condición en que se hace asimismo como produce su entorno o lo destruye.
Como el hombre es perfectible, por tanto, es educable, por ello, es en la educación donde puede ser posible alcanzar la felicidad humana en un contexto de gobierno aceptado por todos, o por lo menos de la aceptación de la administración, es decir, de una sustitución de la administración de los hombres por la administración de las cosas. “En virtud de que el hombre es peculiarmente educable, la humanidad está implicada en un curso de cambio social y cultural que es esencialmente un proceso acumulativo. Los logros, materiales y culturales, de una generación se transmiten a la siguiente. El hombre es el heredero de sus antepasados en una forma peculiar de su especie. Como habría de decirlo Hegel, el hombre es un ser histórico. Sólo para él son tan importantes el pasado y el futuro como el presente. Y este pasado y este futuro no son de cada hombre por separado, algo que se inicie por su nacimiento y termine con su muerte; son también el pasado y el futuro de las comunidades a las que pertenezca. Todo hombre está implicado en la humanidad como ningún otro animal lo está en su especie.”( Plamenatz, John. Op. Cit. p, 73).
Esta idea repercute de sobremanera sobre la política o del arte de gobernar, si bien no existen reglas universales para el ejercicio del gobierno de una vez y para siempre, si existen experiencias históricas que es necesario abrevar, tal como lo sostenía Maquiavelo, la historia es la gran maestra de los gobernantes. No podemos olvidar, es necesario reiterarlo, que sólo la educación puede evitar la capacidad del hombre para hacer también perfectible los medios de tortura, de expoliación y de la maldad, tan sólo habría que recordar que el hombre es el único ser que tortura a su víctima, cosa que los otros animales no tienen la capacidad de hacer.
Debe quedar claro entonces que la perfectibilidad humana es más posible en sociedad, no lo puede hacer solo o en aislamiento. Un hombre socializado en condiciones de aislamiento se puede volver en su condición de animal, su capacidad es también de naturaleza social.
Para la política, aquí vale la pena ser reiterativos, sus principios, sus reglas, sus normas, sus modos, sus instituciones, son de naturaleza históricas, esta misma las puede transmitir como cultura, como saberes que pueden ser útiles, pero que no aplican de una vez para siempre. Sólo el hombre social tiene enormes posibilidades de mejoramiento a través de su educación, hay por tanto, esperanza, depende de la buena voluntad humana. La futura sociedad comunista será posible, sin embargo, la sociedad justa será posible sólo por la educación.