Dos meses de huelga, miles de asuntos pendientes
MÉXICO, DF. 10 de agosto de 2014 (Quadratín).- El debate sobre las reformas en telecomunicaciones y energía fue una prueba para las definiciones del sistema parlamentario. El PRI propuso las iniciativas de reformas secundarias y el PAN formó la mayoría absoluta para su aprobación. El PRD, en cambio, se salió de los espacios de la negociación, careció de base electoral para ofrecer una alternativa y se quedó estacionada en la polarización política e ideológica.
En el camino de la conformación del poder legislativo luego de la victoria del PRI que lo reinstaló en Palacio Nacional, el PRD se fracturó: propuso el Pacto por México y participó en la elaboración de una agenda de reformas, pero la radicalización de militantes y aliados lo llevó a salirse del Pacto donde ya había influido en la propuesta de reformas y lo colocó en la oposición intransigente.
La lógica política del PRD fue la revolucionaria: proponer cambios radicales desde menos de un tercio de su base legislativa en las dos cámaras, pero con dos tercios acordados entre panistas y perredistas. Y fue revolucionaria porque no se ajustó a la regla de la mayoría parlamentaria sino que se colocó en el espacio de la defensa de la nación. Sólo que esa posición de mandato histórico se defiende y se impone desde la movilización y la ruptura.
Los comportamientos del PRD en los debates legislativos sobre leyes secundarias en el Senado tendieron a la polarización binaria: buenos contra malos, por cierto una lógica política más localizada en el fascismo que en la democracia. El abogado alemán Carl Schmitt, que fue uno de los promotores de la legitimidad jurídica del nazismo y de Hitler, estableció la política como la relación amigo-enemigo. Estos enfoques son autoritarios y tienden a la dominación dictatorial.
El sistema parlamentario es un mecanismo de construcción de mayorías. Paradójicamente –y aunque quizá no tanto por el origen priísta-comunista de los perredistas de hoy–, el PRD quiere convertir al congreso en un tribunal para la historia: no importan las representaciones populares en porcentajes de cada partido, sino la imposición de una interpretación histórica.
A lo largo de su vida hegemónica, el PRI operó como hoy el PRD: la justificación con la historia, no con la realidad; a lo largo de decenios, el PRI aplastó a la oposición no tanto con su mayoría dominante sino con la argumentación histórica: el PRI representaba, decían, a la historia patria; no valían argumentos razonables sino que los legisladores priístas eran los hijos de la Patria.
Esa lógica ha sido históricamente la del dogmatismo ideológico del Partido Comunista Mexicano que tuvo una presencia importante en el país de 1919 a 1989 en que cedió su registro al PRD. Incapaz de construir una buena mayoría, la ideología socialista-comunista se impuso por la vía de la representación única de los intereses de la patria.
El PRD aportó buenas razones técnicas para oponerse a las leyes secundarias, pero al perder por representar la minoría de menos de un tercio se cobijó con el argumento de que los demás eran traidores a la patria. No faltaron los senadores perredistas que se pararon en la tribuna de un debate legislativo entre pares y se dirigieron “al pueblo de México”. Y desde ahí llenaron de anatemas a los adversarios.
Eso sí, al frente de gobiernos estatales el PRD se olvida de la historia y del Olimpo y gobierna con el pragmatismo priísta de uno de sus veneros ideológicos. Cárdenas y López Obrador en nada cambiaron el funcionamiento de las instituciones del gobierno del DF y dejaron una ciudad con problemas similares a si la hubiera gobernado el PRI.
Al optar por la polarización, el estilo parlamentario del PRD agotó sus posibilidades políticas porque las polarizaciones siempre benefician, también, a quienes ostentan la mayoría. Y fue tanto el desgaste del discurso histórico que el tono agresivo les hizo perder posibilidades de convencimiento. En los hechos, el PRD hizo mucho más en cuanto a la introducción de propuestas de fondo en las reformas constitucionales como parte del Pacto por México, que desde la oposición legislativa sin visos de negociación política.
El otro error estratégico del PRD fue el de desdeñar las negociaciones en las comisiones legislativas y apostar su resto político a la consulta popular aún en proceso de recolección de firmas. Sin desdeñar la posibilidad de lograr el un millón setecientas mil firmas documentadas, al final la consulta podría no realizarse y en caso de hacerse tampoco han condiciones legales para hacerla vinculatoria.
Y si el PRD no logra que la consulta revierta las reformas energéticas, entonces habrá fracasado como partido político porque se quedaría sin argumentos de existencia legislativa. En todo caso, la expectativa del PRD se localiza en vincular la consulta popular sobre las leyes energéticas a las elecciones legislativas del julio del 2015, pero existen hoy dudas de que el alcance al PRD para aumentar su votación y desplazar al PAN del segundo sitio o al PRI del primer sitio legislativo.
El problema del PRD y la coalición centro-progresismo-neopopulismo-neocardenismo-izquierda socialista-ultraizquierda radicará en su asistencia a las elecciones del 2015 dividida en PRD, partido lopezobradorista y Movimiento Ciudadano y el PRD fracturado en cuando menos tres tribus dominantes.
La reforma constitucional energética y las leyes secundarias energéticas podrían ser el punto de colapso del PRD en su vertiente dominante cardenista y como partido político de polarizaciones ideológicas. Pero como se vio en los debates energéticos, el PRD aún no entiende el funcionamiento del sistema representativo y de sus instituciones legislativas.
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