Mantiene SSPO activo el Plan de Apoyo a la Población en el Istmo
OAXACA, Oax. 10 de agosto de 2014 (Quadratín).- En lo que va del 2014 en el Istmo de Tehuantepec, al sur de Oaxaca, se han denunciado públicamente seis negligencias médicas en casos de partos de mujeres indígenas. El último se registró el 25 de julio.
Esa fecha, Ediel Francisco Onofre denunció que el riesgo de muerte en el que estuvo su esposa, Leticia Hernández Hernández, de 23 años de edad, cuando en el hospital “Macedonio Benítez Fuentes” de Juchitán, le fue extraído el feto después de tres días de haberse registrado su fallecimiento.
Otro caso ocurrió el 18 de junio, en el mismo nosocomio, donde personal médico practicó una salpingoclasia a María Luisa Martínez, de 19 años que firmó una autorización sin saber qué era lo que decía el documento. Fabián Pérez, esposo de María Luisa, explicó que los dos firmaron el permiso antes de que entrara a quirófano para el parto de su primer bebé, les dijeron que era para realizar una cesárea y nunca recibió explicación sobre el método de esterilización permanente que le iban aplicar a la joven.
El 6 de junio, en el mismo hospital de Juchitán, a Rosalba Vicente Morales le extirparon la matriz para contener la hemorragia que presentaba. De acuerdo con su testimonio, la atendieron nueve horas después de haber llegado al hospital. Después de esperar tuvo un sangrado y la remitieron al quirófano, pero el bebé falleció y a la madre le extirparon la matriz porque estaba en riesgo su vida.
El 27 de mayo, la joven de 18 años, Ana Gabriela Castañón López , originaria de Ixtaltepec, dio a luz en el baño del área de urgencias del Hospital General de Juchitán. De acuerdo a la denuncia, el personal consideró que no habían criterios para el ingreso de la mujer a parto, luego de unas horas, su bebé nació en el baño.
Como consecuencia de no recibir atención oportuna, después de cinco horas de esperar en la clínica del IMSS de Matías Romero, la joven Silvia Francisco, perdió a su primer hijo en el vientre, denunció Rodolfo Feliciano Domínguez, esposo de la joven de 24 años. Ambos originarios de San Juan Mazatlán, llegaron el jueves 13 de febrero, solicitaron pasar a revisión con un ginecólogo para checar el embarazo, pero las enfermeras les indicaron que tenían que esperar porque había otras emergencias, horas después se detectó que el bebé había muerto.
El 7 de febrero una menor de edad, originaria del puerto de Salina Cruz, dio a luz afuera de la Clínica Número 02 del IMSS a su primera hija luego de recibir un trato “inhumano” por parte del personal del espacio de salud. Ese día, en un lapso de siete horas la menor, en compañía de su madre, acudió tres veces a la clínica para pedir atención ante los dolores de parto. La doctora encargada de la paciente, Angélica Antonio Méndez, hija del coordinador de la clínica del IMSS, de manera “déspota” les insistía que no “había sangrado” y aún no era tiempo del alumbramiento
Aquí algunas de sus historias y como se encuentran ellas después de vivir una situación que las marcó para siempre.
Rosalba
Sentada en el corredor de la casa de sus padres luce recuperada después de casi perder la vida en el quirófano del Hospital General “Macedonio Benítez Fuentes” de Juchitán hace más de un mes. Recordar ese 5 de junio no le hace bien. Evita hablar de ello, no por trauma, sino por miedo.
Rosalba no es callada, pero sí de espíritu temeroso. Su madre es todo lo contrario a ella, lo demuestra al responder enojada por su hija desde el patio, donde escucha la charla. Lamenta no haber estado ese día en el hospital para “despedazar vivos a los doctores” que por poco matan a Rosalba.
“Tuvieron suerte los doctores de que no fui. Estaba enferma”, así que su hija Minerva fue quien acompañó a la joven al hospital. Después de nueve horas de ser ingresada por órdenes de la doctora del Centro de Salud de Santa María Xadani, la atendieron. Le colocaron una pastilla para que se le acelerara la dilatación, pero no le hizo efecto.
Minerva, acostada en la hamaca del patio, no olvida la desesperación que vivió ese día. La alegría de cargar a su sobrina se desvaneció cuando los doctores le informaron que la bebé había muerto. Además, de extirparle la matriz a su hermana porque peligraba su vida.
La noticia le llegó de golpe. Dio aviso a sus familiares de lo sucedido; Rosalba Vicente Morales ingresó por la mañana y alrededor de las siete de la noche presentó sangrado, no la atendieron a tiempo, le dieron largas, le decían “aún no” “aún falta” a pesar de que la doctora que la remitió explicó que estaba lista para parir.
Después de asimilar los hechos, Minerva reclamó al personal del hospital que nadie firmó la autorización de extracción de la matriz, aunque estos alegaron que fue necesario, de lo contrario moriría.
El fuerte temperamento de Minerva salió a flote y denunció al siguiente día los hechos a los medios de comunicación, “Si no alzamos la voz y denunciamos una investigación nadie nos hace caso, nadie nos escucha y no hacen justicia”, señala.
Después de las denuncias públicas, el director del hospital Jerónimo Ramírez, negó una negligencia, argumentando que fue un embarazo de 35 semanas y hubo una ruptura de la matriz, pero que todo el tiempo hubo vigilancia y atención.
Dijo que se trató de dilatar el cuello de la matriz y estuvo bajo supervisión, sin embargo, en el trabajo de parto ella presentó un fenómeno de ruptura de la matriz, que puso en riesgo su vida. También aseveró que Rosalba fue valorada por dos ginecólogos y se consideró que no era el momento de operarla, por sus antecedentes de dos partos y una cesárea.
Ese argumento no valió de mucho al hospital, porque Rosalba y su esposo demandaron a la Secretaría de Salud de Oaxaca (SSO) por negligencia, su caso está en una mesa de negociación para reparar el daño a la mujer de manera económica.
Después de un mes y medio la vida de Rosalba se endereza. Su marido sigue en Monterrey trabajando de obrero en una construcción, su madre continúa elaborando tortillas de horno, sus tres hijos crecen bajo el sol de su pueblo. De ese 5 de junio no quiere hablar, no quiere dar entrevistas, teme que le hagan algo por denunciar.
Su madre y hermana ríen de su temor infundado, le explican que si no hubieran denunciado no habría negociación, ni siquiera la volvieran atender “Ahora la siguen cada vez que llega a sus consultas. La traen de aquí para allá”, coincide su madre y hermana. Ella sólo ríe y pide no tocar más su caso.
El viacrucis para parir
Nayeli tiene apenas 23 años, perdió a sus dos bebés hace una semana. Con cinco meses de un embarazo gemelar la joven fue remitida del hospital de Matías Romero al hospital de Salina Cruz, porque en el centro hospitalario de la ciudad ferrocarrilera no había una incubadora disponible y menos especialistas.
Tiempo perdido fue lo que llevó a que uno de los bebés muriera en el vientre. Después fue trasladada a la ciudad de Oaxaca, donde murió el segundo bebe. La pérdida de tiempo es de los principales motivos que llevan a que mujeres indígenas embarazadas de la zona norte del Istmo de Tehuantepec mueran o pierdan a sus productos a pesar de la existencia del programa “Cero Rechazo”.
El caso de Nayeli Ortiz de Llano Zuchiapa, de Santa María Petapa, es una de las tantas historias que los archivos de la Coordinación del Programa de Ciudadanía de Mujeres de la Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo (UCIZONI) tiene registrado y da seguimiento, informó la responsable de la estratégia, Rubí Joaquín Rodríguez.
Silvia Francisco de 24 años y originaria de San Juan Mazatlán, perdió el 13 de febrero a su primer hijo en el vientre por no recibir atención oportuna. El caso fue reportado por la UCIZONI después de que Rodolfo Feliciano Domínguez, esposo de Silvia, denunciara los hechos.
De acuerdo con la pareja de Silvia, llegaron a la sala de emergencias de la Clínica del IMSS de Matías Romero a las 9:30 de la mañana, solicitaron pasar a revisión con un ginecólogo para checar el embarazo, pero las enfermeras les indicaron que tenían que esperar porque había otras emergencias.
Pasaron cinco horas, hasta que Silvia sintió dolores. Fueron a una clínica particular para solicitar un ultrasonido, pues el IMSS no lo tiene, fue ahí donde se percataron que el producto estaba muerto en el vientre.
De ese caso la institución negó toda negligencia, Silvia y Rodolfo ya no procedieron contra la clínica y cerraron toda participación de UCIZONI en el caso después de que el cuerpo jurídico del IMSS subió hasta San Juan Mazatlán para platicar con ellos.
“Algunos de los casos denunciados, como es la de Silvia, ya no proceden por miedo o por algún tipo de negociación, pero nosotros los tenemos en los archivos. En este caso supimos que se cambió el expediente de la paciente desde San Juan Mazatlán hasta Matías Romero para que no fueran negligencia”, comentó Joaquín Rodríguez.
A la indígena Rebeca Mijangos la tuvieron dando vueltas tres días antes de atenderla en su alumbramiento. Viajó de Chocolate, San Juan Guichicovi , hasta Matías Romero. En el hospital le decían una y otra vez que su embarazo iba bien, hasta que al tercer día se sintió mal y la intervinieron para una cesárea, cuando tenía un parto normal programado.
La joven denunció que durante esos tres días recibió mal trato del personal por no hablar el español, además de no permitirle comunicarse con su esposo. El caso llegó a la organización que intervino para que se aplicara el “Cero Rechazo” y buena atención.
“Como te ven te tratan en los hospitales y clínicas. Si hablas una lengua indígena simplemente te va mal. Hay una falta de sensibilidad del personal médico en estos casos. Ellos reaccionan y se mueven si escuchan el nombre de UCIZONI, en caso contrario dan un trato discriminatorio a las mujeres indígenas.”, explicó.
En las zonas indígenas no se cumple al cien por ciento el programa “Cero Rechazo” a embarazadas, se repiten los casos de negligencia, los hospitales, clínicas y centro de salud no tienen suficientes medicamentos, la sobresaturación del Seguro Popular que opera con la misma infraestructura y plantilla de trabajadores, son sólo algunas de las deficiencias del sistema de salud.
“Para las mujeres embarazadas es un viacrucis parir en clínicas, para recibir un buen servicio de salud, así que muchas desisten y mueren en el proceso, pues son en su mayoría mujeres pobres que no pueden acceder a las clínicas particulares”, lamentó Rubí Joaquín Rodríguez, a la vez que responsabilizó al Estado de crear “elefantes blancos” con fines políticos y no invertir en mejorar los espacios hospitalarios existentes.
Indígenas, las menos atentidas
La especialista en mujeres indígenas y cáncer, Minerva Saldaña Téllez, se sabe de memoria el Artículo 12 de Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (Cedaw), el mismo que todos los Estados que han firmado el convenio, incluyendo México, respetan en los discursos.
“Adoptarán todas las medidas apropiadas para eliminar la discriminación contra la mujer en la esfera de la atención médica a fin de asegurar, en condiciones de igualdad entre hombres y mujeres, el acceso a servicios de atención médica”.
Pero también es realista, sabe que las inequidades sociales, económicas y culturales han obstaculizado el libre acceso de las mujeres indígenas a la salud, sobretodo en zonas rurales del estado de Oaxaca, donde aún se mueren por partos y cáncer.
La maestra en psico-oncología por la Universidad de Complutense de Madrid, considera que a diferencias de las mujeres urbanas, las indígenas tienen mayores desventajas para acceder a la salud o continuar un tratamiento, siendo el mayor obstáculo la lengua.
“El sistema de salud en Oaxaca es muy insensible en el trato a pacientes indígenas, mujeres, porque tiene el obstáculo de la lengua y no se cuenta con traductores para suavizar ese puente de información. La mayoría de las veces los doctores o enfermeras se desesperan porque las pacientes no les entienden. Éstas terminan por desertar”, explica.
Durante los años que trabajó para el Centro de Oncología en Oaxaca, notó que el aspecto económico también ayuda en mucho que las mujeres con cáncer ya no continúen con sus tratamientos y terminen muriendo en sus casas, sin ningún tipo de apoyo médico y sicológico.
Por lo tanto la lengua, la falta de traductores en el sector salud, la cultura y sus creencias, pudieran influir en el entendimiento de la información proporcionada por los médicos y la empatía de las pacientes, en muchos casos terminan por no regresar,.
“Como se reporta en una investigación, los profesionales de la salud, deben respetar el sistema de creencias de los pacientes; éstos generalmente cuentan con su propia cultura de la medicina que como cualquier otro grupo humano tiene su propio lenguaje, valores y creencias”, finalizó.