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OAXACA, Oax. 3 de noviembre de 2014.- No hablo de las deudas fiscales de Maradona o de los impuestos que tienen pendientes muchos de los equipos de futbol de México, sino del Producto Interno Bruto Estatal, de ese PIBE.
Desde los años 90, hasta 2006, en general, pero más en materia de deuda externa, se siguió una política de reducción gradual, e incluso su reemplazo por deuda interna, reiniciándose también una nueva fase de endeudamiento con el exterior a partir de 2007 y 2008, años en que el crecimiento del PIB fue muy reducido, a tal nivel que sólo crecíamos más que Haití en América Latina, pero lejos del crecimiento de las principales economías sudamericanas.
La crisis de 2009 profundizó la necesidad de financiamiento. Incrementándose sustancialmente el servicio de la deuda pública y se fueron generando nuevas opciones para que los estados se endeudasen.
Acabo de leer que a nivel nacional la deuda versus del PIB ya alcanzó el 41 por ciento del mismo en el país, lo que evidencia que tenemos problemas fiscales o estamos cerca del umbral para tenerlos.
Si es deuda para nuevas inversiones sería positivo, pero si se trata de refinanciamientos sería para preocuparnos.
El problema central del endeudamiento, tiene que ver con el peso presupuestario de su servicio, compuesto por intereses y amortización, esto es su costo y por supuesto el tiempo para su pago.
Recordemos que en los años ochenta fueron frecuentes los debates sobre el tema, el riesgo de los incumplimientos y la estructura del costo, que pesaban más los intereses que el capital.
Las reestructuras dan tiempo a las administraciones que las realizan, les reducen el perfil de pago en el corto plazo, pero lo vuelven casi permanente, lo que afecta a las generaciones futuras.
Es claro que los bancos y demás acreedores nunca pierden, el alargar el negocio es su negocio, aunque haya una modificación en el perfil de los intereses, se reducen los primeros años, pero se cargan al final. Además las comisiones en los casos de reestructura de las deudas estatales y municipales, son demasiado altas y poco transparentes.
En el mundo financiero por ejemplo, se habló mucho de la llamada reestructura de la deuda chiapaneca el primer año de su anterior gobernador. Mucho se dijo, algún medio nacional lo destacó en primera plana, e incluso hoy, el responsable de la misma por el sector privado, después secretario de finanzas, está en problemas.
Ante el tamaño de la relación de las deudas nacionales -incluida la de México-, la de los estados en su conjunto parecería muy pequeña y no signo de problemas en el corto plazo, incluso para aquellos como Coahuila, Nayarit, Quintana Roo y Nuevo León, que han rebasado el 6 por ciento.
Hoy la suma de los compromisos financieros de las entidades federativas, sus organismos operadores, los municipios, los organismos municipales, están ligeramente por arriba del 3 por ciento del PIBE, frente a un 1.6 por ciento que tenían en 2006.
La de muchas es menor, incluso tenemos los casos de Tlaxcala y Campeche, que por razones diferentes son las menos endeudadas.
Urge un análisis integral de este tema, para las deudas de las entidades federativas.
Siempre será mejor cumplir con la responsabilidad fiscal de cobrar impuestos y gastar bien, con eficiencia, honradez y suficiencia presupuestal.