Día 22. Palacio perdió dominio de la agenda de la crisis
Génesis del Estado
OAXACA, Oax. 18 de enero de 2015.- No hay la menor duda, en el abrazo unificador que nos enseña la ciencia, podemos conocer la naturaleza del gobierno, pues todas las cosas se agrupan en una sola, haciendo visible sus contornos, producen un orden, entre ellos, el político, es decir, el Estado. Este en su génesis y esplendor es expresión de una parte de la humanidad. Aún más, el conocimiento es vehículo de entendimiento de la relación gobernantes y gobernados, como buen jardinero, el gobernante sabrá de los momentos de las flores y de los frutos.
Del conocimiento se aprende de la conservación y engrandecimiento del Estado, la semilla del conocimiento es la base para cumplir con lo más elemental del orden político, la conservación de la vida y el cuidado del bien común. La ley acumulativa y asociativa del conocimiento nos conducen a nuevos conocimientos, que hace ver al orden político como algo natural, que nace de la naturaleza de las cosas y no como un producto solamente humano. Se ha creído que el discurrir del Estado es el propio discurrir de la humanidad, cuando en verdad el Estado tiene su propia temporalidad.
Sin embargo, habría que decirlo, la tendencia de la humanidad hacia la unidad, guiada por una fuerza cuasi natural, no le es extraño al Estado, es producto de esa fuerza unificadora. Todos los componentes de esa humanidad, entre ellos el Estado, adquieren existencia, en sus ritmos y ciclos, pero la humanidad en su desenvolvimiento y experiencias, en sus diversos significados, determina al propio Estado. Cabría la pregunta, hasta donde la mutua relación. Cuidado del Estado sin humanidad o la humanidad sin Estado, en el primer caso se estaría en la totalidad que niega a la persona, en el segundo, es también negación de la persona, pero no por la sustitución sino por la desaparición.
En algún momento de la historia, teniendo la visibilidad del nuevo orden político, como Maquiavelo, algunos hombres sabios, se propusieron la tarea de descubrir los secretos y diseños de ese nuevo orden político que llamaron Estado, oponiéndose temerarios a la ignorancia del momento de los hombres, merecen nuestro reconocimiento; los fenómenos políticos no se captan al instante, la lechuza de Minerva sólo alza el vuelo al atardecer como diría el filósofo alemán Hegel.
Medir lo que parecía inconmensurable, para discernir sus leyes y al mismo tiempo conquistarlo a través de la acción y de la comprensión de sus fines, fue tarea de los nuevos hombres. Se necesitaron de nuevos ojos para ver aquello oculto por la ignorancia y por la praxis, de un nuevo lenguaje para poder expresar los contenidos y formas de aquello nuevo, de una nueva esperanza que surgía de aquello que se estaba descubriendo, indagando y describiendo. Incluso, se llega a la enajenación hacia aquello nuevo, en palabras de Freud: “Las masas humanas sienten el imperioso deseo de tener una autoridad a la cual poder admirar, que ejerza el dominio, que ordene, y que, incluso, en ocasiones maltrate” (Ramírez, Alfonso Francisco. Antología del Pensamiento Político. Vol.II, Edit. Trillas. México. 1962, p. 572).
Aquellos hombres indagaron sobre las fuentes primeras de ese nuevo orden político, estudiaron a los primeros filósofos, trataron de descubrir sus leyes, no fue, desde luego un esfuerzo en vano, fue intensamente productivo. Vinieron los otros hombres que rodearon la nueva realidad que se mostraba ante ellos, temerosos de ello; algunos trataron de remediar los problemas de sus sociedades dándole cierta misticidad, Hobbes le llamó Leviatán; surgió la utopía, con ella la indagación del orden político perfecto y la sociedad armoniosa y ordenada.
La comprensión llegó cuando se acordó que nada viene de la nada, todo tiene una causalidad, sea de Dios, de los Dioses, de la naturaleza o es construcción de los hombres. Ya hubo un acuerdo, eso ya era significativo, la discusión será entre corrientes de pensamiento, incluso entre ideologías, la marxista entre las más importantes o la corriente liberal, dominante en nuestros días. El descubrimiento de sus elementos revela que las cosas existen de dos maneras: son producto de la acción humana o provienen de la naturaleza de las cosas. Ha costado muchos años de investigación y de argumentación concluir que el Estado es un producto sólo de los hombres o de la humanidad.
El desconocimiento del Estado ha llevado a las personas al miedo del mismo, sólo producto de la ignorancia o por poseer una ideología contraria, como el historiador Erich Kahler, quien sostiene sobre el Estado lo siguiente: “El Estado como institución por sí misma, adquirió existencia propia. Se convirtió en una entidad abstracta por sí misma, separada del gobierno personal o dinástico. Y aun los gobernantes se sentían sujetos y ligados a la ley de esta entidad abstracta: el Estado. Las conocidas palabras “yo soy el primer servidor del Estado”, fueron dichas no por uno de los monarcas prusianos sino por todos los principales.”(Kahler, Erich. Historia Universal del Hombre. Edit. FCE, México, 1970, p. 344).
El mito del Estado, producto de la ignorancia y del miedo que inspira, son edificios de oscuridad y limitaciones. Sólo el conocimiento es el martillo que derrumba esos mitos, esos miedos y a esa ignorancia. Sin orden político, sencillamente no habrá prosperidad para los hombres asociados, saber del Estado es un imperativo de los gobernantes y porque no, de los gobernados.
De las variaciones más antiguas se fue formando el Estado, así, de la religión Cristiana surge la idea del hombre como constructor de su propio destino, esa fue la gran aportación de San Agustín. Del pensamiento griego nace la idea de la historicidad de las cosas, de los romanos surge la idea de la base popular de la República. La historia nos enseña que nuevas formas y nacimientos se revelan llegando el momento. En el surgimiento de las nuevas formas y nacimientos, cada cosa trae su propia semilla, el orden que trae esta semilla no se pierde, a través de su desarrollo conserva su especie, así, la semilla del Estado le permite no perder su naturaleza: hacer posible el orden político para la conservación de la sociedad.
Lo que es cierto es que en los momentos de mayor apremio del Estado, regresa a su semilla original, pues habría que aceptar las desviaciones de su propia fuerza, como lo fue su expresión totalitaria, así, la pronta desaparición del Estado por la fuerza de nuevos fenómenos como la globalización, nos parece un verdadero despropósito, pues nada perece hasta desaparecer. No es extraño del poderío del Estado chino, que embona a la perfección con el capitalismo contemporáneo. No hay que olvidar la sentencia filosófica que dice que la muerte es el origen de la vida, como la vida es el contrapeso de la muerte.
Ahora que la naturaleza de las cosas nos enseña que nada puede nacer de la nada, que tampoco, una vez nacido, puede regresar a la nada, no se puede negar de la validez de esta afirmación por el solo hecho de no ver las minúsculas partes de los mismos hechos, así, el Estado es y sólo es por las minúsculas partes de su constitución que le dieron origen.