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MÉXICO, DF, 29 de mayo de 2015.- Nuestros intereses nacionales nos tienen atados, nos dividen. Pero los latinoamericanos pertenecemos a una nación común todavía no constituida y que está dividida en varios países, comentó el expresidente de Uruguay, José Mujica, este viernes en Madrid. Ha celebrado que, “por primera vez en 10 o 15 años, los gobernantes de América Latina hablan entre ellos”, pero les ha animado a avanzar en la integración. “El mundo no nos va a esperar” según publica en su portal El País.
El exmandatario ha insistido en la importancia de crear una estructura política capaz de dirigir la globalización, sobre la que ahora mandan “los mercados”, y ha vuelto a hacer gala de la austeridad como modo de vida: “La sobriedad es un lujo para poder ser libre”.
Más de 300 personas han acudido a Casa de América para escuchar a Mujica en un acto en el que también han participado el director de la institución, Tomás Poveda, y el rector de la Universidad Pontificia de Comillas, Julio L. Martínez. Aforo completo.
Ante ellos, el expresidente uruguayo ha lamentado que la globalización carezca de dirección política, con gobiernos nacionales preocupados “por quién ganará las próximas elecciones”. “No tenemos una estructura política para la civilización que hemos desatado. Funciona por los intereses del mercado. Es el problema más dramático de nuestro tiempo” indicó.
Por ello, después de enumerar contradicciones como que haya perros en Europa “que comen mejor que ciudadanos africanos”, ha instado al ser humano a pensar globalmente: “El hombre puede llevar el agua al Sáhara. Nunca tuvo tantos recursos en la mano. Pero el hombre no razona como especie. Apenas está razonando con intereses nacionales, y eso en el mejor de los casos”.
El reto al que ha aludido Mujica constituye un asunto político y no existen excusas. “No podemos escudarnos en falta de recursos en un mundo en el que gastamos dos millones de dólares al minuto en presupuestos militares”.
En la opinión del expresidente, es preciso atajar los problemas ecológicos y la pobreza de forma global. “Inventamos un comercio de cosas superfluas para poder mantener la economía. Y no tenemos el coraje de aplicar un keynesianismo para los indigentes del mundo. La economía del mundo tiene problemas de demanda, pero de cosas útiles: de casas, de escuelas, de aguas, de medidas contra la desertización… No tenemos que andar inventando un teléfono nuevo todos los meses para que las multitudes vivan pagando cuotas”.
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