La Constitución de 1854 y la crisis de México
MÉXICO, DF, 18 de junio de 2015.- El mensaje subyacente en las autonominaciones de Margarita Zavala y Miguel Ángel Mancera como aspirantes a la presidencia de la República en el 2018 radica en el hecho de que los partidos ya no funcionan como espacios de participación política.
Paradójicamente, el PAN, el PRD y Morena han derivado en partidos con funcionamientos similares al PRI: el caudillismo de los líderes, la falta de democracia interna y direcciones oligárquicas.
Sin equipo, sin aliados, sin panistas, Madero quiere el control absoluto del PAN, el manejo de la bancada del Senado, la coordinación de la bancada de los diputados, la subordinación de los gobernadores, el manejo titiritero del comité ejecutivo nacional, la operación de la candidatura presidencial del 2018 y la cereza del pastel: la candidatura presidencial para sí mismo.
En Morena ni qué decir: es la organización típica de cesarismo unipersonal. López Obrador es todo. Y tan ha sido, que la campaña para diputados y jefes delegaciones se hizo con la imagen del caudillo, no con la de los candidatos.
Y el PRD ha caído en el modelo definido por el sociólogo Robert Michels como “la ley de hierro de la oligarquía”: que toda organización deriva en control de un grupo oligárquico que decide y manda. Así, el PRD es Los Chuchos, aplastando a las otras corrientes, aunque fragmentando el partido. Sin figuras dominantes, el PRD sería la organización típica de franquicia.
El saldo electoral del 7-J ha agudizado la reestructuración autoritaria y vertical en el PAN, el PRD y Morena. El PRI, paradójicamente, no ha cambiado; en todo caso, ya ha eludido cualquier disputa descontrolada por el poder y ha regresado al redil presidencial. Lo malo para los partidos es que la reorganización interna en cada uno de ellos estará determinada por la candidatura presidencial del 2018, aunque nadie parece preocupado que existe otro espacio electoral descuidado y que tendría igual importancia que la presidencia: la jefatura de gobierno del DF en el 2018 ya en la lógica de un nuevo estatus político por la reforma inevitable.
Madero, Los Chuchos y López Obrador se han convertido en factores de crisis en sus respectivos partidos y por razón natural son los elementos importantes en la crisis del sistema de partidos. La tendencia al manejo unipersonal estaría conduciendo a crisis internas porque los tres liderazgos carecen de fuerza política e institucional para administrar nombramientos. En este sentido, la fragmentación interna ha llevado a la fragmentación del sistema de partidos y por tanto al debilitamiento de la oposición al PRI.
PAN, PRD y Morena llegarán divididos al 2018, olvidando que la principal lección política de las elecciones del 7-J fue de ejercicio matemático: la fragmentación de candidatos beneficia al PRI como partido mejor organizado y menos dividido -si administra espacios a Manlio Fabio Beltrones-. Y sin opciones de candidatos, el electorado disminuirá su entusiasmo en las urnas. Con menos votos, el PRI ganaría más.
La lucha por la candidatura presidencial del 2018 en el PAN, PRD y Morena no se dará en el 2018 como quiere suponer Gustavo Madero ni ocurrirá en el seno de los partidos, sino en el espacio social de los medios y la opinión pública como lo saben ya López Obrador, Margarita Zavala, Rafael Moreno Valle, Mancera y hasta Marcelo Ebrard. Los partidos y sus dirigencias desde ahora deben de entender que serán rebasados por la falta de reglas internas en los partidos para las principales nominaciones.
Lo grave no estará en la disputa elitista por la candidatura sino en la crisis adicional de los partidos políticos y en el agotamiento de los perfiles autoritarios de sus dirigencias. Sin ideologías, sin reglas internas, con tapones reeleccionistas para la circulación de las élites y con una sociedad mayoritariamente no partidista, los partidos políticos han entrado en una zona de conflicto basada en el reparto interno del poder en función de acuerdos y no de rupturas. Pero hasta ahora Madero, el perredista Carlos Navarrete y el morenista López Obrador siguen pensado como caudillos y no como líderes políticos.
Famosas últimas palabras: “Llueve o truene habrá evaluación educativa”: Emilio Chuayffet, secretario de Educación. “Llueve o truene no habrá evaluación educativa”: CNTE.
Es pregunta: ¿Será cierto que en al interior del gabinete presidencial el gran enigma es saber qué hacer con Manlio Fabio Beltrones?
La crisis que viene: La crisis en el PRD ya llegó. Los perredistas quieren la cabeza política de Héctor Serrano y de Joel Ortega, más para colocar piezas propias que para resolver la crisis.
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@carlosramirezh