Diferencias entre un estúpido y un idiota
Análisis a Fondo
MÉXICO, DF, 21 de septiembre de 2015.- De la visita del Papa Francisco a la República de Cuba, puede decirse aquella exclamación atribuida al Caballero de la Luna: Cosas veredes, Sancho, expresión que por supuesto jamás pronuncia Don Quijote durante su diario vivir en las cervantinas llanuras de Castilla, donde este loco guardián de la cordura afronta la locura de los cuerdos.
El Papa va a Cuba y no viene a México, pese a que los gobernantes de este último país estaban seguros de que una de sus primerísimas paradas sería tocar tierra asfaltada en el Aeropuerto Internacional de Ciudad de México y, más que eso, legitimar, la política conservadora, de derecha, implantada por esa secta católica llamada Obra de Dios (Opus Dei).
Pero no. Por qué no. Qui lo sat. Pero el Pontifex Maximun, cápita visible del catolicismo fundado por el emperador Constantino de Roma, otrora aliado de los poderes de este mundo, decidió visitar un pequeño país, maltratado hasta por sus amigos (el gran amigo de Cuba fue México, pero éste decidió hace tres sexenios darle la espalda y traicionarlo), como lo es Cuba, la linda Cuba.
Curiosa la coincidencia, además. El Papa actual es argentino. Y alguien me contó el otro día una anécdota que podría explicar, o justificar, o qué se yo la reanudación de relaciones entre dos acérrimos enemigos de un pasado nada remoto. El imperio estadounidense y la rebelde isla del Caribe,
Me lo contaron y no doy fe de que sea verdadera. Pero cuenta muy claramente lo que pasa al calor de la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética. Cuba, sola. No tenía otro camino más que desandar lo andado en poco más de medio siglo. Además, el boicot de Estados Unidos la tenía acogotada. De ahí el acercamiento con los estadounidenses.
¿Volveremos a sostener relaciones con los Estados Unidos? le habría preguntado hace años el comandante Ernesto ‘Che’ Guevara a Fidel Castro Ruz.
Cuando el papa de Roma sea argentino y viva en la Casa Blanca un negro, le habría respondido al doctor el jefe de la revolución.
Cierto o no, ese diálogo entre los dos principales dirigentes del socialismo cubano, eso es lo que acaba de comenzar a suceder. Y ahora más reforzado con la visita del Papa argentino a los comunistas fieles a la virgen de la Caridad del Cobre. Los mexicanos se quedaron con un palmo de narices, porque el Papa bien habría podido ir a México ya que la isla caribeña está a un tiro de piedra de las costas del Caribe mexicano.
Se le cebó al presidente Peña el ser bendecido por un Papa. Porque, como van las cosas en palacio nacional, tan lentas, y como van en el Vaticano, en los tres años que le restan en Los Pinos el presidente mexicano no verá la alba figura de un pontífice descendiendo de un Alitalia y besando el piso grasiento del aeropuerto Benito Juárez.
Y sí llega a La Habana y le pide a Raúl Castro acelerar el restablecimiento de relaciones con la Casa Blanca, que habita un hombre de color, de aquellos de antaño que vivían en la esclavitud. El Papa, que ha sorprendido a tirios y troyanos, a creyentes y no creyentes, a budistas, a musulmanes, a judíos, a las grandes religiones, bendice a un país que pretende seguir por su camino socialista, pero entenderse con el capitalismo, el neoliberalismo, la globalización y la explotación del hombre por el hombre.
Y los mexicanos, que vitorearon al Papa polaco –por qué los polacos realizan manifestaciones públicas en contra de las masivas migraciones sirias, que huyen de la guerra y de la destrucción- ahora no podrán hacerlo porque el Papa Francisco conoce muy bien a los políticos que gobiernan para su propia e individual causa. Y no quiere convertirse en símbolo de la complicidad.
Un día vendrá el Papa a México, cuando haya un nuevo amanecer, una economía que dé para todos y no sólo para la clase política, el alto clero y la alta clase empresarial. No creo que llegue a verlo yo. Pero así será porque la ceiba de mi pueblo que está junto al río Grande reverdecerá.
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