Diferencias entre un estúpido y un idiota
Análisis a Fondo
MÉXICO, DF, 25 de septiembre de 2015.- El nivel de la inflación mexicana, medida ésta por el índice nacional de precios al menudeo, está ya rebanando el 3 por ciento, a 3 meses de que concluya 2015. Productores, distribuidores y comerciantes suben los precios sólo porque oyen que el peso se está devaluando aceleradamente.
El aumento sostenido de los precios (que esto se llama inflación), sobre todo de los productos y servicios de primera necesidad está ya afectando seriamente la vida de los trabajadores y carcomiendo su poder de compra.
Como una culebra que se muerde la cola, así va, en tiempos de inestabilidad financiera y sobre todo cambiaria, el encarecimiento de la vida: se devalúa la moneda, el peso en este caso, se abre un resquicio para la inflación, los comerciantes los suben arbitrariamente, sube la inflación, y es el cuento de nunca acabar en una cadena infinita casi, en la que todo lo que sube nunca más vuelve a bajar.
Pero lo que no quieren reconocer los economistas del gobierno, que tienen los elementos suficientes para controlar la economía (caramba, la economía tiene que ser controlada por el ser humano. Es mentirosa y absurda la creencia que se debe dejar actuar a las leyes del mercado. Pero ésas no piensan y responden más a la avaricia de los dueños que al comportamiento de la oferta y la demanda).
Y las autoridades encargadas de la aplicación de las directrices, de las recetas, de las fórmulas de la política económica, en la que se inscriben las políticas de manejo de los mercados cambiarios, de la producción, la distribución, el comercio y el consumo, tienen que estar muy pendientes para evitar males innecesarios por irracionales y producto de la ventajosa conducta de los seres humanos.
No se debe olvidar que en países precapitalistas, premodernos, en desarrollo, globeros, bicicleteros como México, más que las leyes de la oferta y la demanda, lo que gobierna son las leyes de la necesidad y del abuso. O sea que si un tomate me lo venden en cinco, yo lo revendo en 15. Así de ventajosa es esta guerra.
O sea que es una guerra de todos contra todos, un agandalle abusivo descomunal, una guerra cotidiana y sin miramientos en la que quien tiene más saliva traga más pinole.
Y nomás que sepan que el peso toco piso de 19 por dólar, va a ver usted que la vida será muy difícil para los que ganan sueldos de miseria. Nunca para los dueños. Nunca para los banqueros. Nunca para los potentados de las finanzas, del comercio, de los servicios. Los perdedores del proceso siempre serán los trabajadores. Por algo, aquellos economistas clásicos, positivos, llamaban a la inflación como el impuesto de los pobres, Ya nadie lo sabe. Menos los chamacos de Peña que deberían de estar de tesoreros en Atracomulco, o cuando mucho en la Hacienda de Toluca, que ya es mucho.
Este jueves, y se lo advertí a mi colega Édgar Amigón, con quien siempre comentamos estas cuestiones de esta nuestra economía bicicletera, pueblerina (ni siquiera de casino, mi querido Arístides Bucio) que el dólar iba a subir muy pronto a 18 pesos (el miércoles cerró en 17.18) y este jueves llegó a valer 17.50 pesos. Qué le falta para 18. Es como el triunfo de Calderón sobre el Señor López, medio voto. ¿Se acuerda?
Y de perdida, la economía en general, me refiero a la mexicana, sigue deteriorándose, aunque no lo quieran aceptar los Peña y los Videgaray. Tan sólo en el mes de julio (ya pasaron 2 meses) cayeron los servicios y la actividad industrial, fenómeno que le pegó obviamente al comportamiento del producto interno bruto.
Qué vamos a hacer. Mirar. No va a surtir ningún efecto la tan cacareada austeridad, que ya en la práctica es un mito. Nadie se pone austero. No saben lo que es la austeridad ni la clase política ni la de los grandes ricos que tienen la dominancia en este teje y maneje de la economía.
Pero bueno. Va siendo cierto aquello de que, si duermes ocho horas diarias, si bebes dos litros de agua al día, si comes saludablemente y haces ejercicio, igual te va a llevar la chingada. Qué pena. ¿No? Igual va a seguir devaluándose el peso, aunque el banco central saquee las reservas para “salvar” al mercado. Y los trabajadores van a ser mucho más pobres mañana que hoy, o el 2016 va a estar mejor pero que el 2017. Qué pena. Y ni siquiera ajena.
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