Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
Análisis a fondo
MÉXICO, DF, 1 de diciembre de 2015.- Decía mi abuela “tú que no puedes yo que me acuesto”. Refrán que no requiere ninguna explicación por su obviedad. Eso está pasando con el “debate” idiota sobre la marihuana.
Para qué se debate si no se va a despenalizar el consumo de la yerba. Para qué el debate. Debatamos pero no autorizaremos el consumo como si el gobierno fuera el dueño y señor de la conciencia de los individuos, de su libertad interior, de su libre albedrío, en donde ni ningún dios se mete.
Para empezar, una buena manera de hacerse tonto, instalando un llamado consejo técnico sobre la marihuana. Me recuerdan a la madre academia, a la Real, a la de Madrid, que solemnemente se reúne para autorizar el uso o desuso de cualquier terminajo que llama lo que quiere llamar la gente y que no tiene por qué pedirle permiso a los académicos para emplearla. Chinga tu madre es chinga tu madre, aunque no esté autorizado por la chingada madre academia de Madrí.
Todo cae dentro de la esfera del autoritarismo, si no es que del facismo puro. Quién es el gobierno para autorizar o desautorizar el empleo de la conciencia, el uso de la libertad interna. Ni Dios tiene tal autoridad. Imagínese si la va a tener cualquier tlatoani de esos que duran en el cargo seis años. Y que en muchos casos se atascan de cocaína pura y alcohol sin que la gente parezca que no se da cuenta.
Ah, pero no, debatamos, pero no autorizamos que la gente se fume por diversión su carrujito de marihuana, cuando ellos se embalan los pulmones con el humo pestilente y venenoso del tabaco, infinitamente más dañino que el de la marihuana, porque produce enfermedades terminales gravísimas, dolorosísimas, desesperantes, como la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (Epoc), una variante mortal del Enfisema Pulmonar, el cual destruye poco a poco las fibras elásticas que mantienen abiertas las vías respiratorias pequeñas, que conducen a los alveolos. Esto permite que estas vías respiratorias se colapsen cuando exhala, por lo que el aire de los pulmones no puede escapar y no deja espacio para que entre el aire fresco, rico en oxígeno.
O lo que también es mortal. El consumo permanente compulsivo de alcohol, que destruye lentamente las neuronas y embrutece el cerebro llevándolo a alteraciones diabólicas, deliriums tremens, que lo atormentan y le producen toda suerte de padecimientos entre ellos la diabetes o la cirrosis hepática, que matan de a poquito, pero que atormentan peor que un torturador de Guantánamo, producto de una enfermedad compulsiva, incurable, progresiva y mortal como es el alcoholismo, catalogada así por la misma Organización Mundial de la Salud.
América Latina es la segunda región en el mundo con mayor consumo per cápita de alcohol, y México se encuentra en el lugar diez, según un informe publicado por la OMS.
Entonces cuál es el problema con la marihuana. Por qué tanta hipocresía en aceptar su consumo, o por lo menos no penalizar a los consumidores, ni meterlos en la cárcel como viles traficantes de drogas; por qué no despenalizarla, como despenalizaron el consumo de alcohol o permitieron el consumo de tabaco. No lo entiendo. En medio de todo este relajo está la libertad del individuo. Y en base a mi libertad tengo derecho hasta sobre mi propia vida y mi propia muerte. El derecho a la libertad que mi amigo Eric Fromm proclamaba desde su cubículo de Cuernavaca, donde escribió siempre en defensa de la libertad del individuo.
Los que van a participar en los debates, principalmente legisladores y algunos expertos orgánicos, van a opinar de todo en torno a la marihuana. Y qué. Para qué si ya de entrada el presidente Peña Nieto advirtió que no se va a legalizar su uso. Qué bonita manera de hacerse pendejo, de gastarse el presupuesto y de no llegar a ninguna parte.
Pero ya lo advirtió el doctor Ramón de la Fuente. Este sí que sabe. Prohibir la marihuana conlleva a criminalizar. Y encarcelar a todo ciudadano que sea sorprendido con la hierba en su poder o se dedique a su siembra, cosecha y comercialización. Es un traficante de drogas. Uf. Qué pena. Qué sociedad tan mojigata, tan hipócrita, tan de doble moral, porque por otro lado es muy corrupta y goza horriblemente de la impunidad.
Como que el que gobierna en este país es el resabio de Francisco Franco. La inmaculada Obra de Dios. ¿O no, señor Peña? Pero a quién le importa el futuro, como lo advierte Juan Ramón.