“…que le están degollando a su paloma”
Indicador Político
MÉXICO, DF., 13 de enero de 2016.- La respuesta informativa y de ánimo social en redes ha caído perfecto en una estrategia de desinformación: agotar el efecto de corto plazo de la reaprehensión de Joaquín El Chapo Guzmán Loera en los memes, la distracción dólar y debatir si el capo tuvo o no relaciones íntimas con Kate del Castillo.
Sin embargo, más allá de El Chapo se localizan tres temas vitales: la recomposición de ese grupo criminal, las complicidades con el sistema político y los delitos uno a uno del grupo criminal de El Chapo como cártel en México y sus ramificaciones transnacionales hacia América del Sur, los Estados Unidos y Europa.
Asimismo, las autoridades siguen sin entregar resultados de la investigación interna sobre el fracaso del sistema de seguridad e inteligencia del gobierno federal: se arrestan narcos pero no se informa de laboratorios, fondos financieros y redes de poder. La prisa por deportar a El Chapo a los EE.UU. dejaría la impresión de que el sistema de seguridad y justicia es incapaz de procesar a criminales de delitos de alto impacto.
Los principales analistas se han agotado en reconstruir la reaprehensión, en solazarse con las fotos del seguimiento de Kate del Castillo y de Sean Penn, y burlarse de los sentimientos de un capo inculto que fue seducido por la belleza reconstruida de una artista de cine y en buscar indicios sicológicos del efecto de la película La reina del sur en la personalidad de Kate del Castillo confundiendo realidad con ficción.
El caso de El Chapo ilustra la forma en que la sociedad del espectáculo y la farándula opaca a la sociedad criminal. Pero detrás del escándalo burlesque se olvida el papel orgánico del cártel de El Chapo en la estructura de cárteles, la dinámica de las nuevas organizaciones y los desafíos posteriores a El Chapo. El sinaloense se dedicó sólo a comprar lealtades, en tanto que los nuevos cárteles dieron un paso adelante y se convirtieron en estructura del Estado al absorber cuerpos policiacos, comprar alcaldes y operar como empresarios. En términos de superestructura criminal, El Chapo era un antiguo que ya no le servía a la nueva dinámica de los grupos criminales empresariales.
En el fondo, la recaptura de El Chapo fue un objetivo de orgullo institucional; pero el problema es mayor: analistas de seguridad estiman una reorganización del crimen vinculado al narcotráfico con derivaciones en pequeñas bandas criminales, nuevos cárteles incrustados en las estructuras del Estado y sobre todo una ineficacia institucional y legal del aparato de seguridad y justicia por la incomprensión -por decir lo menos- del Congreso hacia la nueva criminalidad posterior a El Chapo.
El propio Chapo pareció entender los nuevos parámetros del crimen organizado al fugarse no para reorganizar su imperio, sino andar de pelada ante la falta de estructura política y de corrupción. No fue lo mismo corromper a custodios que intentar un regreso al control de una estructura del tráfico de drogas. Por eso su frivolidad en promover un libro y una película, y sus hormonas inquietas por Kate del Castillo.
El caso de El Chapo revela el agotamiento de la estrategia de seguridad, del aparato de justicia, persecución e inteligencia, y del marco jurídico institucional contra el crimen organizado. La nueva fase de las estructuras del crimen organizado rebasaron con mucho los estilos de El Chapo. Los analistas deben ver más allá de El Chapo.
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@carlosramirezh