Cortinas de humo
Café para todos
CIUDAD DE MÉXICO, 16 de febrero de 2016.- Hay muchas razones para pensar que -independientemente de lo que haga el papa Francisco en el futuro-, la primera visita a México, la cuarta al continente americano y la número 12 de su pontificado, tiene un carácter histórico.
Y dentro de este periplo por cuatro estados y la capital, el viaje que realizó este lunes a Chiapas tiene un matiz muy especial, porque ahí el pontífice llamó a pedir perdón a los pueblos originarios “por la exclusión que han sufrido”.
Durante su misa en San Cristóbal de las Casas, un baluarte de la guerrilla zapatista, ante unas 100 mil personas, provenientes de las principales etnias del estado -tzotzil, tzeltal, chol y tojolabal-, pero también de Guatemala y otros países de Centroamérica, enmarcado en la cuarta jornada de su primera visita a México, Francisco señaló que los pueblos indígenas han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad.
El jefe número 266 la Iglesia católica lamentó que de muchas formas y maneras se haya querido silenciar y callar a los indígenas intentando anestesiar el alma. En su mensaje, el papa lanzó una enérgica condena al “despojo y contaminación” a las tierras de los pueblos indígenas perpetrados por personas “mareadas por el poder, el dinero y las leyes del mercado”, e instó a hacer un examen de conciencia y aprender a decir perdón por estas acciones.
“Entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que gime y sufre dolores de parto”, expuso el Pontífice, en el Centro Deportivo de San Cristóbal, Chiapas, junto con Oaxaca el estado con mayor población indígena en México (un millón y medio de personas en cada estado).
Asimismo, dijo que el mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, necesita a los indígenas y defendió las riquezas culturales de los pueblos originarios y su anhelo de “vivir en libertad, en una tierra donde la opresión, el maltrato y la degradación no sean la moneda corriente”.
“Muchas veces, de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, su cultura y sus tradiciones”, afirmó Jorge Mario Bergoglio en uno de los escenarios del alzamiento zapatista del 1 de enero de 1994.
También habló a los “jóvenes de hoy, expuestos a una cultura que intenta suprimir todas las riquezas y características culturales en pos de un mundo homogéneo” y dijo que necesitan que no se pierda la sabiduría de sus ancianos.
En otro pasaje de su discurso, el papa, a quien los indígenas llamaron “Tatic” (padre), como lo solían hacer con el obispo Samuel Ruiz, abogó por “una tierra donde la desvalorización sea superada por la fraternidad, la injusticia sea vencida por la solidaridad y la violencia sea callada por la paz”.
También se refirió a la contaminación del ambiente y arremetió contra el daño provocado por el uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios puso en ella. “Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla”, afirmó.
El papa dijo que los indígenas tienen mucho que enseñar en el respeto al entorno, porque sus pueblos saben relacionarse armónicamente con la naturaleza, a la que respetan como fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano.
El primer papa latinoamericano inició el acto con el pasaje de un salmo en lengua indígena “la ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma”, y luego citó una frase del Popul Vuh, el libro sagrado de los mayas, en el cual, dijo, subyace un anhelo de vivir en libertad.
Bergoglio -vestido con una casulla morada y una mitra con bordados típicos y apoyado en un báculo realizados artesanalmente con motivos indígenas, además de usar un sahumerio de barro-, presidió el acto desde el altar del impresionante escenario a la manera de una réplica de la catedral de San Cristóbal.
Los asistentes a la liturgia lo aplaudieron emocionados, vestidos con sus ropajes tradicionales: sombrero de listones coloridos, camisa tejida hasta las rodillas, el chug o poncho, sandalias y pantalón corto, en los hombres y blusa blanca bordada con hilos de colores, faja roja de algodón ceñida a la cintura y falda negra, en el de las mujeres.
Desde su llegada a Chiapas, por la mañana, en el aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez, la capital, Francisco tuvo su primer acercamiento con la compleja y misteriosa realidad indígena mexicana que lo conmovió visiblemente cuando fue saludado por fieles con sus vestimentas típicas.
Luego fue también significativo el momento en que compartió el pan y la sal con un grupo de ocho religiosos indígenas, en la sede de la curia obispal, preparada por Socorro Arizmendi, la hermana del obispo de San Cristóbal, Felipe Arizmendi.
Este almuerzo mostró la preferencia del jefe de la Iglesia por convivir con las personas más modestas, pues en otras circunstancias quizá hubiera sido normal que invitara al gobernador, a personalidades notables de Chiapas o a figuras públicas destacadas. Sin embargo, prefirió comer con un diácono, un sacerdote, una monja, un seminarista, una joven laica y un catequista, así como las esposas de dos de ellos, pertenecientes a las etnias principales en Chiapas.
El obispo de San Cristóbal Felipe Arizmendi dijo que el Sumo pontífice “no viene sólo a estar con los indígenas, sino con todo la comunidad eclesial, indígenas y mestizos, dando prioridad a quienes muchas veces has sido postergados, los indígenas. El papa quiso encontrarse fundamentalmente con los indígenas para estar más cerca de los pobres”, afirmó.
Sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas. Durante la celebrada visita del Pontífice a Chiapas, se registraron desafortunados incidentes. Por ejemplo, fueron muchos los agraviados por la prepotencia con la que actuaron los organizadores de los eventos, que ocasionaron que mucha gente haya sido marginada de los actos públicos, pese a que muchos durmieron a la intemperie en espera de obtener algún boleto o que aún ya contando con él, les fue impedido el ingreso.
También, una situación políticamente incorrecta -que muchos calificaron como un agravio social-, fue la ostentación de lugares “preferenciales”, en primera fila, que se reservaron para las pudientes familias políticas y empresariales del actual régimen. Las imágenes que circulan en las redes de Internet, dan testimonio de este desatino.
Un acto simbólico tuvo lugar en la Catedral de San Cristóbal de Las Casas, ante la tumba del obispo Samuel Ruiz, fallecido el 24 de enero del 2011. El Pontífice caminó detrás del altar de este santuario para elevar una plegaria en el lugar donde yacen los restos del exponente de la Teología de la Liberación y promotor de la insurrección zapatista de enero de 1994.
La Catedral sancristobalense –una de las iglesias más antiguas de México y de América (1539), cuya diócesis presidió el obispo Fray Bartolomé de las Casas en 1543-, atestiguó levantamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), fomentado desde el púlpito a cargo de Samuel Ruiz.
El polémico obispo, tras la insurrección armada de enero de 1994, se dio el lujo de fungir como mediador del diálogo de paz entre el gobierno y la guerrilla y llegó a enfrentarse con la jerarquía católica mexicana y el Vaticano, que lo acusó de “errores doctrinales y pastorales”. Por muchos años, la Santa Sede prohibió a Ruiz ungir a diáconos indígenas casados, en zonas aisladas del estado, quienes fueron acusados sin pruebas de ser los principales promotores del alzamiento indígena.
Sin embargo, el actual papa jesuita mantuvo una cierta identificación con Ruiz, aunque se ignora si se llegaron a conocer, desde que ambos eran obispos y se interesó por su labor para aplicar los preceptos del Concilio Vaticano II en Chiapas.
“Aunque muchos zapatistas quisieran que el papa fuera más radical, estoy seguro que muchos otros encontrarán muy contentos de encontrar a uno que hable así, y que visite la tumba de don Samuel Ruiz”, afirmó el fraile dominico Gonzalo Ituarte, vicario de la diócesis y quien fue un estrecho colaborador del obispo.
No es la primera vez que el papa Francisco reconoce a clérigos que reman contra la corriente en el seno de la Iglesia, ya que durante su visita a Bolivia en 2015, oró en un lugar donde un jesuita exponente de la Teología de la Liberación fue torturado y asesinado por paramilitares.
Ahí también se disculpó por los crímenes y pecados de la Iglesia católica contra los indígenas durante la colonización del continente, como lo hizo esta vez en San Cristóbal.
La visita papal sin duda ha impactado a México entero, porque antes de llegar al país parecía que los fieles y el resto de los ciudadanos de esta nación, la segunda reserva del catolicismo mundial, observaba con cierta indiferencia la llegada del pontífice.
Pero pronto estalló una especie de fiebre o papamanía que se impuso sobre el desánimo e indiferencia que se percibía en los días previos a la visita. Como en tiempos de Juan Pablo II se han visto de nuevo multitudes volcándose en las vallas sobre las rutas recorridas por el pontífice y la cobertura constante de los medios informativos.
Las calles se han visto colmadas de fieles a las orillas de las avenidas por las que transita el papa y en torno a la Nunciatura Apostólica, donde cientos de personas han pasado la noche sólo para tener la oportunidad de saludar o ver aunque sea sólo un momento a Francisco.
El papa, cuya popularidad está fuera de toda duda en numerosos países, inclusive los no católicos -por el giro revolucionario que ha dado a su pontificado, marcando un antes y un después en la historia de la Iglesia, en México, segundo baluarte del catolicismo mundial-, era una especie de desconocido antes de su arribo. Hoy ya no se puede decir lo mismo.
El dignatario de la Iglesia católica se ha echado al bolsillo a los mexicanos, como se diría popularmente, pero también se ha quedado impactado de la forma en que se vive la religiosidad popular en México y esto es bueno porque ayudará a que los católicos renueven su fe y dejen de profesarla de dientes para afuera.
Ha venido a dar el ejemplo de que ser católico es una actitud permanente que se debe reflejar en los actos cotidianos.
GRANOS DE CAFÉ
La tragedia del penal de Topo Chico evidenció la inexperiencia e incapacidad del gobernador neoleonés Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”.
Su pésima actuación ante este episodio parecen confirmar las sospechas de sus adversarios, que no lo consideran un “héroe” sino por el contrario, un gran farsante, y le dan la razón a quienes creen que sus verdaderos objetivos de vida nada tienen que ver con la retórica de mejorar el nivel de vida de sus coterráneos y menos aún de todos los mexicanos, aunque está muy claro que pretende usar la gubernatura como trampolín para llegar a la Presidencia.
Es inaudito, desde cualquier punto de vista, que el gobernador haya enseñado el cobre tan rápido y dejar tan mal parados a los ciudadanos que en verdad tienen compromiso político y moral con la ciudadanía: los independientes.
Nadie en su sano juicio -y “el Bronco” no lo estaba, pues sus malquerientes aseguran que horas antes disfrutaba de las buenas viandas y exclusivos tragos en la Ciudad de México-, puede atreverse a esgrimir razones tan pueriles, como el riesgo que implica terminar con un motín en un penal.
Más aún, es simplemente inimaginable que las fuerzas de seguridad del estado hayan tardado 3 horas en ingresar al penal para contener el motín, cuando los protocolos internacionales consideran un máximo de 20 minutos, lo que, de haberse observado, hubiera significado muchas menos víctimas.
Ríos de tinta han corrido para tratar de esclarecer las razones verdaderas por las que “El Bronco” hizo el gran ridículo y demostró una evidente incapacidad para gobernar.
Esta ineptitud podría abonar en el creciente descrédito que está sufriendo entre los ciudadanos de Nuevo León, inclusive entre quienes votaron por él pero es difícil prever si será suficiente para erosionar su base de apoyo.
Apenas hoy la Procuraduría de Justicia de Nuevo León concluyó la identificación de las 49 víctimas mortales tras ese funesto motín en el penal de Topo Chico, en Nuevo león el 11 de febrero.
Por fin y hasta después de varias pruebas periciales, se identificó a los nueve cadáveres cuya filiación se desconocía, aunque quedó en claro que hay un total descontrol carcelario no sólo en Nuevo León, sino en todo México…
….Habrá que reconocer las habilidades del alcalde de Puebla Antonio Gali Fayad, -mejor conocido por los poblanos como Tony Gali-, para colgarse de la fama del papa Francisco y robarle un poco los reflectores, colándose en las noticias del día, con su Segundo Informe como presidente municipal.
Empero, también hay que reconocerle a él y a su equipo de comunicación la habilidad para montar la escenografía azul, que fue a modo para el lucimiento de su imagen. Y no era para menos, desde el estrado dio el gran salto y arropado por la clase política poblana prácticamente “se destapó” como sucesor de su padrino político el gobernador Rafael Moreno Valle. Y vaya que realmente podría ser su sucesor si algo o alguien no llega a interferir en su proyecto personal…
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