Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
Café para todos
CIUDAD DE MÉXICO, 29 de marzo de 2016.- Desde que el hoy Senador René Juárez concluyó satisfactoriamente su período de gobierno (1999-2005), Guerrero apenas se sostiene con alfileres y esto ha sido el resultado de once años de indiferencia, abandono e inacción, que particularmente se han reflejado en Acapulco.
Los demagogos gobiernos perredistas-panistas que le sucedieron -comenzando por los gatopardistas, incapaces y corruptísimos Zeferino Torreblanca Galindo (2005-2011), Ángel Aguirre Rivero (2011-2014) y Salvador Rogelio Ortega Martínez (2014-2015)- dejaron que la situación se pudriera, al punto extremo que parece que ha llegado a un punto sin retorno.
El flagelo de la violencia en el puerto, como en varias zonas de Guerrero, especialmente en la Costa Chica y la Montaña, se ha desbordado de forma incontenible.
Antes, los ajustes de cuentas entre las bandas se limitaban a barrios y zonas peligrosas. Sin embargo, las organizaciones que se disputan a sangre y fuego la venta de drogas y el cobro de “derecho de piso”, han rebasado todos los límites y hoy se han presentado homicidios en plena Costera Miguel Alemán y hasta en las playas de la otrora llamada Perla del Pacífico.
En los últimos 10 años la situación ha cambiado drásticamente en este legendario destino, donde pasaron sus últimos días personajes de la talla del magnate de la aviación Howard Hughes o el famoso actor Johnny Weismuller, que encarnó al más popular Tarzán de las diversas versiones creadas por Hollywood.
En días recientes, en pleno feriado de la Semana Mayor, al menos 31 personas fueron asesinadas, dos de ellas ante decenas de turistas cerca de La Quebrada, uno de los sitios más icónicos de Acapulco.
El Viernes Santo, un hombre fue acribillado a balazos en la Avenida Costera Miguel Alemán, frente al hotel Crown Plaza e igualmente, en la playa Papagayo, a unos metros de los conocidos hoteles Krystal y Ritz, en la Zona Dorada, fue asesinado otro individuo.
Un día antes, una mujer y un hombre fueron asesinados en el centro nocturno Private Club Majesty, a unos cuantos metros de la franja turística.
El martes pasado, el responsable de la oficina de detección de fugas clandestinas de la Comisión de Agua de Acapulco, Jorge Trujillo, fue atacado a balazos y falleció durante su traslado a un hospital de la capital mexicana.
En su afán por no hacer más grave el actual panorama, el presidente de la Asociación de Hoteles y Empresas Turísticas de Acapulco, Jorge Laurel, dijo sin embargo que la ola de violencia no ha impactado la afluencia de visitantes.
“Acapulco goza de la preferencia del turismo nacional y hasta el momento los hechos de violencia que se viven en ese puerto no se han visto reflejados en las reservaciones hoteleras, las cuales en estos días han registrado niveles del 95 por ciento”, señaló el empresario.
No obstante, sería bueno que no se confiara, porque hace 3 meses durante el período vacacional decembrino, los niveles de ocupación hotelera no llegaron al 50 por ciento y aunque el turismo nacional ha sido hasta cierto punto condescendiente, el extranjero ha descendido de manera notable.
Por ejemplo, durante enero y febrero, era tradicional que Acapulco estuviese lleno de paseantes, sobre todo personas de la tercera edad, principalmente estadounidenses y canadienses.
Recientemente el gobierno federal envió unos 900 elementos de la Marina y la Policía para resguardar las zonas vitales del puerto, sobre todo en la zona turística, pero este despliegue ha resultado exiguo, por lo que algunos empresarios turísticos urgieron a las autoridades a una mayor coordinación, debido a que consideraron que “la estrategia de seguridad no está dando resultados”.
Debemos recordar que en enero de este mismo año, Acapulco fue calificada como la ciudad más peligrosa de México y una de las cuatro más violentas del mundo.
Según el ranking 2015 del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, la ciudad situada aproximadamente a 400 kilómetros al sur de la Ciudad de México, sólo es superada por Caracas, Venezuela, San Pedro Sula, Honduras y San Salvador, El Salvador.
Poseedora de una de las bahías más hermosas del mundo, que rivaliza con la de Río de Janeiro, Acapulco cada vez es menos visitada. Y aún más: de acuerdo a una encuesta levantada en octubre pasado, Acapulco es el área metropolitana mexicana donde la población se siente más insegura (88.5 por ciento).
Desde hace meses, se ha puesto en marcha un vasto movimiento al que se han incorporado organizaciones civiles, profesionales, prestadores de servicios turísticos y las propias autoridades para no dejar morir a este centro turístico nacional.
Para contrarrestar esta imagen, además de una intensa campaña turística, se han propuesto diversas acciones para evitar que la ciudad sea tomada por asalto por los delincuentes, entre ellos una caravana acuática, y hasta una cadena humana en la Costera.
Entidades empresariales y de la sociedad civil como Grupo Aca, Comunidad Politécnica y la Asociación Femenil de Ejecutivas de Empresas Turísticas, así como el Colegio de Licenciados en Turismo, integrantes de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y transportistas, se han sumado a estos esfuerzos.
Entre otros proyectos, han surgido demandas para que se respete el estado de derecho, bajo el argumento de que “ya no se puede permitir que Acapulco solamente sea nota roja”. Melquiades Olmedo Montes, un conocido miembro del sector privado, aseguró hace unas semanas que “estamos ante un vacío de poder, a un paso de un estado fallido en el que la anarquía predomina, no hay respeto, se incendia el Congreso, los palacios municipales, hasta cuándo se va a permitir”.
Desgraciadamente los planes del gobierno federal para rescatar Acapulco han fracasado hasta ahora y en parecidas circunstancias se halla la administración estatal que encabeza el priista Héctor Astudillo Flores.
En septiembre de 2013, el presidente Enrique Peña Nieto anunció que el gobierno de la República financiaría una campaña mediática de reposicionamiento del puerto para que recuperar su vocación turística.
Luego de los estragos provocados por la tormenta tropical “Manuel”, Peña Nieto anunció medidas como la gratuidad de las casetas de peaje en la Autopista del Sol y declaró que se rescataría el Centro de Convenciones para que se convirtiera en una “ancla para el desarrollo del turismo. Sin embargo, pasada la emergencia climatológica, llegó otra tormenta, la de la violencia generada por el crimen organizado y las cosas están peor que antes, sin que rinda frutos el plan de rescate del gobierno federal.
En diciembre del 2014, el primer mandatario volvió a Acapulco, donde anunció la reducción del 50 por ciento a la cuota de la Autopista del Sol y garantizó el libre tránsito del turismo que viaja al puerto con motivo de la temporada vacacional decembrina, acciones que se enmarcaron en la Estrategia Emergente para la Reactivación Económica de Guerrero.
El jefe del Ejecutivo federal también asumió el compromiso de establecer un operativo de seguridad integral de atención al turista, se otorgaron beneficios fiscales, se condonaron multas y recargos del Infonavit y se creó un fondo especial para empresas en riesgo de quiebra y cierre.
Se anunció asimismo un programa especial de turismo para impulsar que este sector “se pueda realmente posicionar y atraer a más mexicanos o extranjeros y que incluye recursos extraordinarios para una amplia campaña de promoción turística de los principales destinos”.
Sin embargo, al parecer estos esfuerzos no bastan y se han estrellado ante el poder del crimen organizado y el lumpen político-social.
Hoy los acapulqueños y los buenos guerrerenses lanzan de nuevo el grito de alarma que se expresa en la contundente frase que circula en las redes sociales: “Por favor, por lo que más quieran, no dejen morir a Acapulco”.
GRANOS DE CAFÉ
Con profunda tristeza Bertha Fernández me participó este lunes del fallecimiento de Mónica Martín Gutman, nuestra querida amiga y antigua compañera de la fuente diplomática.
Luego de la triste noticia, un cúmulo de recuerdos acudieron a mi mente, sobre el apego, la amistad y cariño que compartimos desde hace 3 décadas, cuando éramos unos jóvenes y entusiastas reporteros de la prensa escrita, Bertha en El Universal, Mónica en Excélsior y yo en el Unomásuno de Manuel Becerra Acosta.
En la fuente convivíamos Martha Anaya, Lupita Díaz, Paty Ramírez, Guillermo Pacheco, Blanche Petrich, Ana Cristina Peláez, Olga Borobio, Alberto Vega Vieyra, Silvia Sáyago, Rita Ganem y Felícitas Pliego, entre otros colegas.
Mónica sobresalía por su belleza y personalidad. Era blanca, muy blanca, pelo castaño claro, y vivaces ojos azules. Guapa, siempre vestida a la última moda y de gran porte al caminar, captaba de inmediato la atención de las miradas masculinas y la envidia de muchas mujeres.
En broma y en serio, los compañeros, mostraban su extrañeza porque ella provenía de una familia acomodada y desde esos años ya disponía de un auto con chofer, que le esperaba paciente mientras ella cumplía con su trabajo como reportera. Algunos le decían que no tenía necesidad de trabajar, que envidiaban su situación y gustosamente cambiarían su lugar. Sin embargo ella siempre afirmó que el periodismo era su pasión y realmente se entregaba a su oficio con total profesionalismo.
Egresada de la UAM Xochimilco, donde cursó la licenciatura de Ciencias de la Comunicación, Mónica trabajó en el periódico Avance y luego en la Agencia Notimex y cubrió por más de 20 años la fuente diplomática, para el periódico Excélsior cuando éste era todavía una cooperativa. Del 2004 al 2006, trabajó en Asuntos Especiales de este diario, bajo las órdenes de José Manuel Nava, su último director, quien le asignó la columna de salud, Sana Sana, que posteriormente se convirtió en la columna Erotika, que mantuvo vigente en Radiofórmula, en Televisa Veracruz y el periódico El Dictamen.
En la década de los años 80, además de los asuntos periodísticos -gracias a la coincidencia de intereses comunes y a nuestra proclividad por hablar en francés y degustar buenos platos-, llegamos a ser excelentes amigos, por lo que también tuve la oportunidad de conocer a su hermana Shanik y creo que también a su hermano Andrés. Recuerdo como anécdota, la primera vez que llamé a su casa y fue doña Martha, su madre, quien atendió el teléfono.
Con el fuerte acento de su natal Checoslovaquia, la señora me preguntó que quién buscaba a Mónica. Le dije mi nombre y acto seguido preguntó si era su amigo o su novio. Reí y le contesté que era un amigo periodista, a lo que la señora agregó festiva:
-Mejor le voy a poner un número, el 345, ya para mí es más fácil recordar un número que su nombre, porque Mónica (en ese tiempo ella todavía no se comprometía con Gerardo Gálvez Pérez Aragón), tiene muchos pretendientes”, sentenció.
A medida que el tiempo transcurrió, cuando yo le llamaba a Mónica su casa, ya no le decía mi nombre a su madre, sino simplemente que hablaba el 345. Y ella soltaba la carcajada.
Cuando Mónica me presentó a doña Martha, ya había nacido Gerardo -el primero de los dos hijos que procreó con Pérez Aragón-, el otro es Carlos. Al verme, su madre le preguntó a Mónica. ¿Quién es él? –dijo refiriéndose a mí.
-Ay mamá: ya lo conoces. Es el número 345, Alberto Carbot, mi querido compañero periodista del Unomásuno-, respondió Mónica. Los tres nos echamos a reír.
Como suele pasar, el tiempo y las circunstancias nos separaron. Ella continuó en Excélsior, el viejo periódico, aunque por amigos mutuos seguimos al tanto de nuestras vidas.
Cuando fundé Gentesur, La revista de México, Mónica me expresó su interés por publicar su columna Erotika, que abordaba asuntos de salud sexual, temas sobre los cuales había realizado estudios y se había especializado. Desafortunadamente, por una u otra razón, ese proyecto nunca se concretó.
Mónica, Gerardo y sus dos hijos radicaban plácidamente, desde hace varios años, en Veracruz, ciudad donde, en sus propias palabras, era muy feliz y tenía oportunidad de dedicarse a su pasión, el periodismo, practicar ballet clásico, bailar música afroantillana, danzón zumba y salsa, porque -decía-, “la música es un gran universo y debemos conocerlo a plenitud”. Su esposo, conocido empresario, encabezó la Canaco Veracruz y en la actualidad es promotor del rescate del Centro Histórico de la ciudad.
La última vez que la vi fue hace más de dos años, durante una visita de ella a la ciudad de México y fuimos a cenar a un restaurante de la colonia Condesa.
Aunque hoy me enteré por su esposo Gerardo, que Mónica ya padecía del cáncer de pulmón, la causa de su muerte, en esa ocasión yo la vi hermosa, tan comunicativa y vivaz como siempre, por lo que la noticia de su prematura partida, luego de 2 meses de infructuosas sesiones de quimioterapia en un hospital de la ciudad de México, me impactó tan profundamente como a Bertha Fernández y nos dolió como a toda su familia.
Visiblemente consternada, Bertha tuvo la oportunidad de acompañar solidariamente a Mónica hasta su última morada, en el panteón israelita de Los Cipreses, donde este martes fue inhumada en una ceremonia familiar, muy íntima, en la cual le dedicó estas palabras a su gran amiga:
“Siempre la vi empeñosa y esforzada, como buena madre judía, por educar a sus hijos y por inculcarles, con el ejemplo, la responsabilidad y el amor al trabajo.
“Pero el amor de Mónica, no quedó en su familia y amigos: amó con pasión a su México, hoy tan golpeado, que en un ayer lejano recibió con los brazos abiertos a sus padres, quienes encontraron aquí una patria generosa que los acogió.
Amó al periodismo, que ejerció con entrega y emoción, igual que lo ha hecho su hermana Shanik, por largos años. Asimismo, Mónica amó la danza, arte en el que se desempeñó con gracia y soltura. A pesar de que convivimos muchos años, dejamos de vernos largo tiempo, pero nuestra amistad estaba latente. Pido al señor resignación para quienes la quisimos y hoy me alegra suponer que donde está, ya no sufrirá más dolores, ni tristezas”.
Hago mías también las palabras de Bertha Fernández. Hasta luego inolvidable y muy querida Mónica.
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