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CIUDAD DE MÉXICO, 23 de abril de 2016.- Para quitarnos las máscaras es preciso sanar los asuntos pendientes con nosotros mismos, con nuestros seres queridos, con las vivencias de nuestra vida. Es necesario recuperar el sentimiento original con el que nacimos de ser personas completas, dignas, valiosas y queribles.
Es necesario reconciliarnos y reapropiarnos de nuestra historia. Para ello tenemos que hacer un acto de fe en nosotros mismos, asumir nuestra responsabilidad y tomar una decisión comprometida para poder avanzar:
Primero tenemos que perdonarnos por todo el daño que nos hemos hecho y nos hacemos al ningunearnos, boicotearnos y pasar por encima de nosotros tantas veces. Perdonarnos por no haber creído en nosotros mismos ni legitimar nuestras necesidades y apuntarnos en el número uno de nuestra lista de “favoritos”.
Segundo perdonar también a las personas significativas de nuestra vida que, por ser las que más influencia han ejercido en nosotros, sus acciones han podido causarnos más dolor.
Somos herederos de historias y repetimos patrones aprehendidos sin ser conscientes de que hacemos lo mismo de lo que nos quejamos. Necesitamos ponernos en paz con nuestra vida y con todas las circunstancias que hemos vivido.
El siguiente paso supone ser honestos con nosotros mismos y coger abrazar nuestro presente con todo lo que nos trae en cada momento porque es lo único que tenemos.
Reconocer nuestras máscaras y atrevernos a ir dando pasos para despojarnos de ellas, supone asumir el riesgo de vivir desde quienes somos, con autenticidad, desde lo que es nuestro en esencia.
Cuando nos quitamos la máscara nos damos permiso para ser nosotros mismos, rompemos nuestros bloqueos y nos abrimos tanto a la experiencia como a los demás. Nos relacionamos tal como somos y les damos la oportunidad a los otros para que nos conozcan y nos quieran. Al mostrarnos con autenticidad dejamos de estar encerrados y de ser presas de nuestros fantasmas, avergonzados de esas partes nuestras que juzgamos con tanta dureza y experimentamos la alegría de ser quienes somos.
Para conectar con nosotros y recuperar nuestro sentimiento original de valía podemos revisar nuestras creencias y cambiarlas por creencias más realistas, que nos permitan recuperar nuestra verdadera identidad. En palabras de Robert Oxton “una creencia no es meramente una idea que la mente posee, es una idea que posee a la mente. Descubrir cómo es nuestro diálogo interior.
El viaje al centro de nuestra intimidad puede despertar miedo a descubrir aspectos de nosotros que no nos gusten y a los cambios que puedan derivarse de nuestros descubrimientos. Esto es solo un boicot más en el camino del autodescubrimiento, una trampa para continuar acomodados en lo conocido.
La meditación también es una práctica que nos lleva a ese espacio de silencio interior que nos permite ir un poco más allá de lo conocido y conectar con lo más esencial de nuestro yo.
La aceptación es el requisito principal para desarrollar amor hacia uno mismo. Uno de los efectos más inmediatos es liberar la actitud amorosa hacia nosotros y hacia los demás, convirtiéndonos en personas más auténticas, amables, alegres, integras y sabias.
Este remedio nos permite liberarnos del esfuerzo de aparentar ser alguien que no somos. La aceptación de uno mismo potencia la visión de la realidad, nos permite ver lo mejor y más positivo de cada situación o circunstancia y aceptarla tal como viene, ya que no son las situaciones las que nos alegran o derrotan sino nuestra visión de ellas. Además reactiva nuestra capacidad de acogerla y elegir en cada momento como queremos vivirlo y que decisiones son las que podemos tomar para sentirnos más vivos y llenos de energía.
Esta aceptación potencia la fortaleza interior que nos permite asumir nuestra responsabilidad, requisito imprescindible para atrevernos a ser y desarrollar nuestra confianza. Cada uno somos responsables de lo que decimos, hacemos y vivimos, así que al responsabilizarnos de lo nuestro, nos damos la oportunidad de cambiar lo que no queremos que esté en nuestra vida y elegir vivir más en consonancia con nuestro verdadero yo.
A veces también resulta complicado aceptar nuestras emociones y luchamos contra ellas quedando desgastados y desenergetizados. Aceptarnos nos conectar con la vida que nos corre por dentro, ampliando la visión de nosotros mismos y proporcionándonos la sintonía necesaria para mantener nuestro equilibrio emocional.
Nos ayuda a recuperar nuestro poder, trascender nuestros autoengaños, liberarnos de nuestros condicionamientos limitadores, apropiarnos de nuestra realidad, dar en cada momento lo mejor de nosotros mismos ante los desafíos más difíciles y nos deja libres para ser los auténticos artífices y protagonistas de nuestra vida.