Quiénes somos | Cipriano Miraflores
NOCHIXTLÁN, Oax. 7 de julio de 2016.- ¡Asesinos! ¡Asesinos!, fue el grito con el que el magisterio recibió a Roberto Campa, subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación (Segob) en Nochixtlán.
Pero fue este mismo grito con el que los maestros de la Mixteca encararon a los responsables del diálogo para hacer valer su derecho a la información.
¡Asesinos! ¡Asesinos! Arengaban, cuando de pronto alguien preguntó: ¿qué dijeron?
¡No escuchamos nada!, secundó otra voz. No estuvimos aquí tantas horas para irnos sin saber nada, reclamó otro más, entre la multitud que se formó al término del encuentro que duró casi seis horas en la primaria Abraham Castellanos, una de las escuelas en la zona que ha servido como centro de acopio, sin clases.
¡Que no se vaya!, gritaron. ¡Asesinos! ¡Asesinos!, seguían otros más.
Roberto Campa, vestido de mezclilla, atravesó la puerta principal, acompañado de sus asistentes, para acercarse a los representantes de los medios de comunicación. Algunos maestros hicieron una valla para establecer distancia entre el funcionario y los micrófonos.
“Vamos a ver si podemos hacer que se escuche”, dijo Campa en medio de gritos y arengas. Habló para los medios, bajo un sol inclemente que habían soportado antes los representantes de los medios.
“Hemos tenido una reunión muy intensa, una larga reunión, donde hemos escuchado las voces de las personas que vinieron a plantear sus exigencias”. Las arengas no cesaban, por más silencio que se pedía entre los mismos maestros.
El silencio no fue absoluto, pero la mayoría atendió la recomendación. Campa habló de dos temas de la reunión, el primero relativo a la exigencia de justicia, de trabajar para conocer la verdad y el segundo, para la atención a víctimas, cuya mesa se instalará la próxima semana y que incluye la atención médica, sicológica y social de las mismas.
“Vamos también a instalar la próxima semana una mesa, para el proceso de atención a las víctimas”, decía Campa en medio de más gritos que pedían reconociera la responsabilidad del Estado en los hechos del 19 de junio.
Siguió hablando Campa. De un programa para atender a los niños, de solicitudes de la comunidad, de un paquete de atención social, de la disposición del gobierno federal para participar con la comunidad y sus autoridades.
Un bote de plástico cayó cerca de sus pies. No hizo blanco en su persona y aunque distrajo un poco al funcionario, continuó sin prestar más atención.
“Ha sido un encuentro en donde se han escuchado todas las voces, las de los maestros por el reclamo a los temas vinculados con la reforma, se explicó que están en un proceso y creemos que ha sido una reunión muy productiva…”.
Cuando terminó su comentario a los medios, ingresó a la escuela para abordar su vehículo. Pero la multitud se arremolinó en las rejas, en la puerta, en los accesos laterales. ¡Allá hay otra puerta, vayan allá, puede salir por atrás!.
Una comisión se acercó a quienes estaban resguardando la puerta. Vamos a contar dos minutos hasta que nos dejen pasar y escuchemos qué dijo, a qué acuerdo llegaron. ¡Tenemos derecho a saber! ¡Que nos informen! Y el conteo comenzó, sin que el funcionario pudiera salir. Unooo, dooos, treees, cuatrooo, y al llegar a 36 la puerta se abrió. “Van a ingresar los medios”, explicó uno de los organizadores del encuentro. “Nooooooo”, fue el grito unánime. Pero entraron, profesores y medios de comunicación, al auditorio donde Campa nuevamente tomó el micrófono e hizo públicos los avances de la reunión que antes ya había comentado en medio de arengas a la prensa y el pase de lista en contra de quienes consideran asesinos del pueblo.
Con hablar pausado, Campa atendió el clamor del magisterio que pedía enterarse del avance de la reunión en la que el sonido no permitía escuchar con claridad en el exterior.
“Compañeros, tenemos una información importante que darles”, convocó un profesor desde el micrófono. La mayoría se olvidó de la puerta y el funcionario salió, ya sin ningún impedimento, mientras los maestros cantaban ¡Venceremos! ¡Venceremos!, quizá satisfechos de haber conocido el resultado del encuentro.