Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
OAXACA, Oax., 25 de septiembre de 2016.- Es indudable que a mayor competitividad electoral mayor demanda de los gobernados al Poder Ejecutivo y mayor ineficacia de éste para satisfacer la demanda ciudadana, por lo tanto, la impotencia es el rasgo fundamental de este Poder.
Entonces, la democratización de la sociedad y del Estado aumenta la demanda social que el aparato público no puede satisfacer lo que conduce a que este aparato sea impotente, ineficaz y caer, regularmente, en la corrupción.
Para que el aparato público pueda hacer humanamente lo que le corresponde y hacerlo bien, necesita de gran capacidad y profesionalismo para explotar eficientemente los recursos asignados, un aparato público eficiente y gobernantes eficaces son condiciones mínimas para alcanzar, lo que el gran Morelos estableció en Los Sentimientos de la Nación: Moderar la opulencia con la indigencia.
Para alcanzar este modesto objetivo de todo gobierno, es necesario distinguir entre gobierno y administración pública, pues la confusión de ambas trae consecuencias muy perniciosas para los pueblos, pues más de las veces los gobernantes quieren inmiscuirse en los detalles de la administración pública, perdiendo preciosos tiempos para dirigir el rumbo del Estado, existen también administradores que se quieren ocupar de los principios, reglas, normas y estrategias de conducción del Estado, ocasionando desastres de gobierno.
La explicación más sencilla sobre la separación del gobierno y de la administración pública, la encontramos en el pensador francés del siglo XIX Bonnin: “Gobernar es dirigir, ordenar, supervigilar; mas administrar es obrar directamente. El gobierno es el pensamiento que dirige; la administración es el brazo que ejecuta; y así como el brazo no podrá obrar sin la voluntad que determine su acción; así la administración no podrá obrar sin el gobierno que crea y dirige su acción. Es del gobierno que la administración recibe el movimiento e impulso, porque ella no podrá dárselo a sí misma. En efecto, si fuese imposible que no hubiese gobierno en el Estado, la administración no podría existir”(Bonnin, Charles-Jean. Principios de Administración Pública. Edit. FCE, México, 2013, pp. 319-320).
El gobierno es concepción, la administración es ejecución. El gobierno es alma del Estado, la administración es su cuerpo, su materialidad. El gobierno es la determinación de los principios, la administración la concreción. El gobierno son los planes generales, la administración los medios específicos.
Si esto es así, si la misma Constitución del Estado señala que el Poder Ejecutivo recae en un solo individuo que recibe el nombre de Gobernador del Estado, esto quiere decir que este individuo tiene el monopolio del gobierno en el sentido expresado anteriormente. El gobernador, el titular del Poder Ejecutivo, por tanto, tiene que gobernar, dirigir a buen puerto la nave del Estado.
En el sentido de gobernar, este individuo tiene que diseñar las políticas necesarias para moderar la opulencia y la indigencia, tiene que prever los actos de injusticia, buscar las políticas para garantizar el goce de los derechos de la ciudadanía, ser capaz para que los ciudadanos cumplan con sus obligaciones, incluso utilizando la fuerza del Estado para ello. Lograr la paz social. Esto es gobernar.
Para lograr todo esto, necesita de un aparato público bien aceitado, capaz, eficiente, es decir, de un cuerpo de funcionarios, probos, honestos, eficaces, prontos, enérgicos, permanentes y responsables. Se dice y se dice bien, que la administración pública debe acompañar al hombre desde que nace hasta que muere. Si a este hombre le tocó la mala fortuna de no tener padres, la administración cual solícita madre la atenderá, si también al llegar al fin de su vida, está solo y abandonado, la administración pública le dará un hogar para vivir con dignidad el resto de sus días, si se llegase a morir, la administración le velará su eterno descanso. Nadie se escapa de la acción de la administración pública, de aquí de su importancia para los ciudadanos del Estado.
En el país, Oaxaca no es la excepción, existe una grave crisis de los gobernadores, son cuestionados constantemente sobre sus desempeños, sus incapacidades y corrupciones, se han convertido en habituales, en cosa común. Las opciones ciudadanas en las elecciones se han reducido enormemente. Los ciudadanos permanecen impávidos ante la problemática de gobierno de los Estados de la Federación mexicana.
Si el deterioro de la capacidad de los gobiernos estatales es de tendencia creciente, no se tiene más remedio que plantear cambios profundos en estos gobiernos. No se puede estar en la inútil esperanza de que el próximo gobernador puede ser mejor, no podemos seguir con esta falsa esperanza al transcurrir los años sin poner pronto remedio.
Un primer problema que tenemos que cambiar, es exigir que estos gobernadores cumplan con su obligación más elemental: gobernar. Parece una broma pero es real. Los gobernadores, los de Oaxaca se destacan por sí solos en ello, no gobiernan, reinan.
En el tiempo del partido hegemónico y de la presidencia imperial, por el comportamiento y el modo de gobernar de estos personajes, se les conoció como virreyes, es decir, atendían los asuntos de gobierno en los territorios estatales en nombre del rey o del Presidente de la República. A raíz de la llegada de la alternancia en el gobierno de la República y del proceso de debilitamiento del Presidente, los gobernadores pasaron de virreyes a reyes en los Estados.
Como reyes, precisamente por su modo de comportamiento, se separan inmediatamente del resto de los mortales, se transforman en todo poderosos, sin darse cuenta de sus pies de barro. No tienen colaboradores, tienen su corte que les brinda pleitesía. El poder de los funcionarios está en relación directa con el monarca, si es cercana, el reflejo del poder del primer mandatario lo hará brillar en el firmamento de las estrellas. Por esta manera de relación estamos ante un estamento.
Los señores no tienen ciudadanos ante sí, sino súbditos, a quienes exigen obediencia sin más. Si de suerte y gran fortuna realizan alguna obra en alguna comunidad indígena, lo hacen como favor y no como su obligación, exigen la Vara de Mando, símbolo de mando comunitario.
No dirigen, mandan, cometiendo por ello, abusos, absurdos, tonterías, como lo fue la intención del señor Gabino Cué Monteagudo de edificar un centro de convenciones en tierras prohibidas por su importancia histórica y ecológica, o también el hecho de regresar a despachar en palacio y no en las oficinas exprofeso para ello. Los reyes despachan en palacios y no en oficinas.
Todo el gobierno y la administración gira en sus voluntades, el gobierno y la administración opera de acuerdo a sus humores, deseos, caprichos e intereses. Hacen todo lo posible por heredar el reino a uno de sus cortesanos, principalmente al cómplice, al leal, al miembro del estamento, jamás al rebelde, al del pensamiento libre.
Manejan a la administración como patrimonio, hemos vuelto a la administración pública más patrimonial de nuestra historia, el gran marqués de Oaxaca, Cortés, es miniatura ante la idea de grandeza que tienen los nuevos monarcas de los Estados.
Primer paso de la reforma del Poder Ejecutivo, gobernar y no reinar, cambio de cultura de gobierno, ni más ni menos.