Diferencias entre un estúpido y un idiota
Los fieles difuntos
CIUDAD DE MÉXICO, 2 de noviembre, 2016.- Fue en la serie de Cuadernos del Patrimonio Cultural y Turismo ,–el último de 2006– la que propuso una reflexión amplia y plural sobre los ritos, tradiciones y festividades que se vinculan con los muertos y, de manera más profunda, con la visión que diversas culturas tienen sobre la muerte.
Se señalaba en este estudio que resulta fundamental anotar que más de 40 grupos indígenas, que superan los seis millones de personas, sostienen rituales asociados con esta celebración. Por ello planteaba una revisión de la diversidad de enfoques que contribuyen al análisis y al conocimiento de esta festividad.
En el “México profundo”, como lo llamó el antropólogo Guillermo Bonfil, la fiesta del Día de Muertos encuentra su expresión más definida y revela con mayor claridad los principios básicos de un patrimonio cultural intangible.
En la imaginación colectiva, las celebraciones anuales en torno a los muertos representan un momento privilegiado del encuentro de los seres humanos entre sí. En las pequeñas localidades del país, durante los últimos días de octubre y los primeros de noviembre tienen lugar diversos encuentros ceremoniales entre grupos, familias y comunidades enteras que se relacionan a través de un culto compartido.
En las comunidades indígenas de México, la fiesta del Día de Muertos es a su vez una zona de tránsito entre una época de profunda escasez y un periodo de relativa abundancia. En las regiones de Guerrero, Oaxaca, Michoacán o Chiapas, las comunidades pasan durante este tiempo del crecimiento a la cosecha del maíz, el cereal que desde la época prehispánica ha constituido su principal fuente de alimento.
De ahí que la fiesta de los muertos sea también un festival de la cosecha dedicado a compartir con los ancestros el beneficio de los primeros frutos. Los principios de reciprocidad que rigen entre los hombres y sus ancestros convierten a las ofrendas del Día de Muertos en una retribución simbólica, ya que el ciclo agrícola del maíz sería inconcebible sin la intervención de los antepasados.
Unido a una concepción cíclica de la vida y la muerte, el pensamiento indígena se organiza como una visión sumamente elaborada del cosmos que encuentra en la fiesta de los muertos el espacio más propicio para expresarse.
Para pueblos que provienen de una matriz cultural muy lejana, la fiesta de Todos Santos y Fieles Difuntos que se conmemora en gran parte del mundo occidental, ha terminado por concebirse como un patrimonio propio. Sus manifestaciones actuales, que afectan a la identidad mexicana en su conjunto, son también un ejemplo de esa diversidad cultural que ha sostenido el éxito de las civilizaciones.
La fiesta del Día de Muertos es uno de los múltiples efectos del encuentro de dos mundos.
En México, sin embargo, ha sido también la causa y el origen de una enorme variedad de expresiones culturales que giran en torno a esta celebración anual. Los estudios históricos y antropológicos han permitido constatar que las celebraciones dedicadas a los muertos no sólo comparten una antigua práctica ceremonial donde conviven la tradición católica y la tradición precolombina, sino también una diversidad de manifestaciones que se sustentan en la pluralidad étnica y cultural del país.
El autor del artículo es académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM
Fuente: Quadratín Debate