Garantiza reforma al Infonavit vivienda digna y segura: Nino Morales
Uso de Razón
CIUDAD DE MÉXICO, 4 de enero de 2017.- La cancelación de la planta Ford en San Luis Potosí es el primer saludo de un año que se prevé difícil y tal vez más complicado de lo que observamos ahora.
Con el solo anuncio de la decisión de Ford de alinearse con la doctrina Trump y dar marcha atrás a su proyectada fábrica en SLP, el dólar tocó la desmesurada cifra de 21.20 pesos por unidad.
Es posible, en consecuencia, que las gasolinas vuelvan a subir a medida que el peso se debilite frente al dólar.
La razón la explicaba ayer Enrique Quintana en estas páginas. Importamos el 70 por ciento de la gasolina que consumimos, y se trae de la costa del Golfo en Estados Unidos. Ahí aumentó 18.2 por ciento en 2016 (cerca de 41 por ciento en pesos).
Si el dólar sube, nos va a costar más en pesos la gasolina importada.
Y si hay un nuevo incremento en los precios internacionales del petróleo, también van a subir los combustibles en México.
Importamos gasolinas porque no tenemos refinerías competentes para los crudos pesados que vienen de nuestros yacimientos. Se agotaron los crudos ligeros.
Y no hay nuevas refinerías porque desde hace años se rechazó que el sector privado invirtiera en petroquímica básica, esto es, refinación de petróleo y venta de gasolinas
Pemex se dedicó a exploración y explotación de yacimientos, que era donde estaban los recursos.
Sin embargo no podía hacer inversiones cuantiosas porque era necesaria una gran cantidad de dinero para ir a aguas profundas.
Pasaron los años y la producción cayó mientras seguíamos aferrados al mito de que no podía haber inversión privada en hidrocarburos.
Cambiamos de opinión demasiado tarde. Ahora se permite que las compañías privadas exploren y extraigan, pero el precio del petróleo cayó a la mitad. Lo incentivos, en consecuencia, son menores.
Sí habrá resultados en la obtención de mayores ingresos por extracción de crudo, pero en el mediano plazo.
Otra sería la situación si hace 10 años hubiéramos hecho una reforma energética, pero la oposición férrea con chantaje de estallar violencia en caso de realizar una reforma constitucional en la materia, frenaron los intentos.
Hoy llegamos al absurdo de que si aumenta el precio internacional del petróleo vamos a sufrir por los precios de las gasolinas. Tenemos una balanza comercial de energéticos deficitaria.
Es decir, por la terquedad ideológica y la obsesión de algunos de oponerse a todo durante décadas, hoy estamos a merced de fenómenos externos en materia de energía.
Una vergüenza. Lo dijimos por años y la izquierda patriotera y chabacana seguía con su discurso contra la ambición del imperialismo yankee sobre nuestro petróleo.
Por un falso nacionalismo, ahora estamos en manos de lo que hagan esos yankees, pues nos quedamos sin posibilidades de obtener ganancias de nuestra riqueza petrolera, y con unas refinerías anticuadas, que pierden dinero, son insuficientes y no dan para procesar crudos pesados.
Los fenómenos que nos van a pegar este año vienen de afuera, es cierto. El peso y las inversiones atados a la embestida de Trump contra el libre comercio, y las gasolinas que dependen de la paridad del peso y el alza o no alza de los combustibles a nivel internacional.
Pero esos fenómenos golpean el ánimo social dentro del país y contra alguien hay que descargar la furia. El gobierno, Peña, etcétera.
Y de ahí se van a nutrir los que siempre apostaron a que le fuera mal al país para que les fuera bien a ellos. Tal vez ganen.