Cortinas de humo
Indicador Político
CIUDAD DE MÉXICO, 12 de marzo de 2017.- Más que un juego de palabras, el título refiere el escenario político nacional: los tres partidos dominantes (PRI, PAN, PRD-Morena) apuntan hacia un bipartidismo PAN-Morena (con ideología del PRI-PRD), pero en el fondo se trata de uno solo: el PRI no como partido con más votos o en el poder, sino el PRI como modelo político nacional: en el poder, PAN, PRD y Morena no son más que una versión churrigueresca (barroquismo exagerado) del PRI como propuesta de poder.
Cuando México comenzó tardíamente a debatir la transición de un régimen autoritario-democrático a uno de democracia real, en 1994 ya había terminado la tercera ola de transiciones a la democracia. De todos modos, se vio que a veces más valía llegar tarde que nunca arribar. Las reformas como efecto del tratado de comercio libre, la globalización política y el colapso del Estado autoritario en 1994 llevaron a un breve tránsito democrático: de las elecciones de 1997 (el PRI perdió mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y el DF) a la victoria presidencial del PAN en el 2000.
Pero el PAN llegó a la presidencia sin un proyecto de construcción democrática y los doce años panistas en Los Pinos fueron de entendimiento con el PRI. Aunque hay que señalar con precisión que el problema no fue procedimental porque el PAN carecía de mayoría en el congreso, sino que se trató más bien de un convencimiento panista de que el sistema priísta era funcional. Se trataba, es cierto, del PAN de Manuel Gómez Morín que nació en 1939 a partir de un enfoque moral de la Revolución Mexicana, no de una propuesta alternativa El líder panista había formado parte del gobierno de Plutarco Elías Calles.
Ahí se tuvieron las evidencias de que la oposición panista no era alternativa, sino que venía del mismo venero histórico de la Revolución Mexicana ya rumbo a convertirse en PRI. Por eso el PAN está imposibilitado en su ADN a asumirse como una alternativa al modelo histórico Revolución Mexicana-PRI.
El PRD nació del seno del PRI antiguo en la figura de la Corriente Democrática de Cuauhtémoc Cárdenas y su propuesta de gobierno es un regreso al proyecto original del cardenismo institucional. Lo malo fue que el PRD terminó por liquidar a la corriente socialista-marxista del Partido Comunista Mexicano, cuyo registro fue cedido al PRD.
López Obrador fue un desprendimiento caudillista del PRD priísta-cardenista más por conflictos de liderazgo carismático que por una propuesta diferente; más aún, Morena es lo más parecido al viejo PRI asistencialista, corporativista y de control social. Si faltara alguna prueba del priísmo histórico de López Obrador, se puede encontrar en los viejos priistas que se están sumando a Morena y en los empresarios explotadores que apoyan al tabasqueño como aquel PRI ya no cardenista sino más bien alemanista.
Por eso el escenario político mexicano es deprimente, para decir lo menos: los partidos, las corrientes empresariales y las élites de poder han ido copando paulatinamente a los partidos y éstos tienen objetivos, propuestas y comportamiento iguales a los del viejo PRI. Por eso se puede afirmar con certeza de que México ha llevado al PRI a su mínima expresión de –hasta ahora– 25% de base electoral pero que el priísmo como política sigue dominando el 100% del sistema político.
Mientras no haya una oposición alternativa, Mexico seguirá siendo el reino priísta.
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