Cortinas de humo
Uso de Razón
CIUDAD DE MÉXICO, 31 de marzo de 2017.- Lo que hay en Venezuela es un autogolpe de Estado.
Es preciso romper relaciones con el gobierno golpista o retirar por tiempo indefinido a nuestro embajador, sin importar la reacción de la mancuerna Maduro-López Obrador.
Marcar distancia y castigar el autogolpe en Venezuela, es la mejor manera que tenemos de defendernos de futuras aventuras autoritarias en nuestro país.
En una exhibición de “nado sincronizado”, el gobierno de Venezuela y el lopezobradorismo en México han calificado de “traidor” al canciller de nuestro país por afirmar que no podemos permanecer indiferentes ante la violación sistemática de los principios democráticos de parte del gobierno de Maduro.
Poco después, el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela anunció que ejercerá las funciones parlamentarias de la Asamblea nacional.
La Corte –controlada por el chavismo gobernante- asumirá las tareas del poder legislativo, donde es mayoría la oposición. Un golpe.
Aquí en México, el asesor internacional de López Obrador –que lo acompañó en su reciente viaje a Washington-, John Ackerman, escribió en su periódico La Jornada que el gobierno mexicano “prefiere trabajar con el nuevo dictador de Estados Unidos para acosar y agredir a la hermana república de Venezuela”.
Puntualizó: “En un acto de traición a los principios de solidaridad latinoamericana y de la soberanía nacional mexicana, el canciller Videgaray se ha convertido en un vil lacayo de Washington”.
El gobierno de Venezuela respondió, a su vez, que “Videgaray agrede a Venezuela para congraciarse con sus dueños imperiales. Cree que así el pueblo mexicano olvidará su traición”.
Caracas y el asesor internacional de AMLO usan el mismo calificativo para Videgaray: “traidor”.
La canciller venezolana, Delcy Rodríguez, apuntó que “la República Bolivariana de Venezuela rechaza las insólitas y serviles declaraciones del canciller de México”.
“Vil lacayo” y “servil”, dicen a Videgaray la cancillería venezolana y el asesor internacional de López.
Después del golpe al Congreso de Venezuela, único reducto de pluralidad en ese país, más los insultos a nuestro canciller, es momento de exigir al gobierno de México el retiro del embajador en Caracas hasta que se disculpen por sus improperios y se restaure la normalidad democrática.
Hay que retirar al embajador, aunque en México se enoje López Obrador.
No puede ser que una campaña orquestada desde el gobierno de Venezuela y el círculo íntimo de AMLO, inhiba a nuestras autoridades para exigir respeto de parte de un gobierno extranjero.
Y si el régimen de Maduro no quiere devolver sus facultades a la Asamblea Nacional y se niega a dar marcha atrás a ese golpe de Estado, es preciso impulsar la expulsión de Venezuela de la Organización de Estados Americanos.
Cuando asumió Donald Trump, el gobierno de México tuvo una actitud digna y firme ante esa administración. Hoy vemos los frutos de esa postura: el muro –si se construye- lo pagarán ellos y no nuestro país como habían alardeado, y la negociación del Tratado de Libre Comercio se hará en los tiempos fijados por México.
Así de firmes hay que ser con el régimen venezolano.
No importa si eso molesta al puntero en las encuestas presidenciales, López Obrador.
Haberle quitado sus funciones al poder legislativo para dárselas al poder judicial que controla Maduro, es un autogolpe de Estado que no se puede permitir a estas alturas del Siglo 21.
Por cierto, el asesor de AMLO escribió en el citado artículo del lunes: “En Venezuela existe una vigorosa separación de poderes”.
Eso es lo que quieren para México.