
Mantiene SSPO activo el Plan de Apoyo a la Población en el Istmo
JUCHITÁN, Oax. 7 de mayo de 2017.- La falta de lluvias está provocando la huida de peces de la Laguna Superior en el Istmo de Tehuantepec.
El agua es más salada y el mar se retiró de la playa, muere lentamente y provoca una severa crisis en la economía de las familias que viven estrictamente de la pesca en cerca de una decena de municipios istmeños.
“Ya casi no hay peces y algunos están ciegos por tanta sal, el mar se alejó más de cincuenta metros, se camina mucho y el agua apenas llega a la rodilla. Nuestras familias sobreviven capturando abulón para vender y tener un ingreso” dice Lizbeth Sánchez, esposa de un pescador de esta Agencia Municipal de Juchitán.
Mientras que Adriana Hernández hija del “Hermano Jesús” narra que su padre, propietario de una lancha no quiere salir a pescar porque “ya no es rentable ir a la pesca, se gasta mucho en gasolina y en hielo para sacar apenas dos o cuatro kilos de pescado en muchas horas de trabajo”.
Algunos pescadores de esta localidad se organizan y en grupos de seis, alquilan una lancha y se aventuran al mar.
Casi llegan a las islas cercanas de Cerro Cristo en busca de abulón. Se meten al agua hasta arriba de la cintura; caminan y con el pie encuentran el preciado molusco de afilada concha.
El trabajo es lento, tedioso, peligroso. Muchos regresan con los pies o manos cortadas.
Ya en tierra, las mallas con el abulón se sumergen dentro de grandes ollas con agua hirviendo para aflojar la corriosa carne de la concha y -caliente aún-, la retiran con un picahielo una por una.
Las manos de los pescadores terminan muchas veces sangrando por el filo de la coraza.
En una buena jornada de ocho o más horas de trabajo dentro de la laguna y un par más de despulpe, se pueden tener ganancias de hasta 700 pesos. Pero generalmente apenas alcanzan a ganar en la semana unos 500 pesos por familia, según dicen los pescadores.
Abdiel Escalante y su esposa Lizbeth Sánchez, -padres de dos hijos de cuatro y siete años-, trabajan en equipo.
Él entra al mar a la captura, ella le ayuda al limpiar el molusco, embolsarlo y pesarlo para su venta en la ciudad de Juchitán, a cien pesos el kilo.
“Hace mucho tiempo que el mar no se secaba así. No lo habíamos visto antes. No hay lluvia, se cerró la bocabarra y el pescado se fue. No hay tampoco jaibas y el camarón solo se ve cuando llueve. A veces nomás sale un kilo de pescado para la comida, ni para vender alcanza”, dice.
Este fenómeno no es privativo de Juchitán, afecta también a los municipios costeros de la Laguna Superior, también conocida como mar muerto como son Unión Hidalgo, Santa María Xadani, San Mateo y Santa María y al oriente de la región a otros como San Dionisio y San Francisco del Mar, pertenecientes a la cutura ikoot.
Algunas mujeres como Julisa Mariana (a pesar de sus cinco meses de embarazo), también se suman a la captura del molusco.
“Vamos también a abulonear”, dice y junto con otras más se arriesgan a dejar a sus niños en casa para ir a tientas buscando juntar un kilo del molusco que les deje algo “para la comida”.
La bocabarra está cerrada. “Nadie la puede abrir, solo la naturaleza” dicen resignados los pescadores.
La laguna Superior muere de sed, no llueve y los ríos dejaron de alimentarla con su agua dulce.
Los peces huyen y hay quien piensa que todo “es culpa de los ventiladores”, como se refieren a los aerogeneradores de los proyectos eólicos que amenazan con instalarse en la playa e incluso en las lagunas.
Algunas palapas donde los moradores se dedican a la venta de comida decidieron cerrar temporalmente su negocio por la escasa demanda y la falta de producto fresco pero la necesidad obliga y en otras se vende producto traído de Chiapas y otros lugares.
Aquí las mujeres zapotecas resisten. Se engalanan con sus enaguas y vistosos huipiles y sonrientes llaman a los escasos clientes, encienden sus rocolas y ofrecen pescado, camarón, ensalada de abulón.
Ni la crisis las detiene.
Afuera los niños juegan en la escasa arena y corren en la verdosa y reseca playa de San Vicente, que antes mojaba los pies cuando el agua llegaba incluso dentro de las palapas.
Los pescadores también claman por las lluvias.