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CIUDAD DE MÉXICO, 23 de julio de 2017.- Ante la falta de un marco político teórico para entender la dinámica del cambio político, las élites dirigentes se han centrado en la ambición del corto plazo.
Sin embargo, de nueva cuenta están dejando escapar la posibilidad de construir un camino ordenado para salir de la crisis general del régimen.
El modelo tradicional de las transiciones podría no aplicarse a México, porque casi todas las transiciones han sido el camino de un régimen dictatorial a una democracia.
A pesar de los saldos radicales, México fue en el siglo 20 una democracia formal semiautoritaria, basada en la tesis de José Revueltas de que el Estado mexicano no era totalitario sino “total y totalizador”, un Estado basado en la ideología del pensamiento histórico oficial.
El camino de México fue el del reformismo: cambios políticos, electorales y sociales para distensionar los conflictos.
La crisis del 68 hizo pensar en un salto al autoritarismo, pero las respuestas fueron de aperturas y reformas políticas.
El Estado autoritario fue desmontando su aparato autoritario en función de despresurizaciones de emergencia, para llegar a lo impensable: las alternancias partidistas en el 2000 y en el 2012.
El desafío de México para salir de la crisis general de la estabilidad ha estado en un dilema de sobrevivencia: cambio o restauración.
Sin embargo, el pensamiento enredado –que no complejo– de las élites políticas parece haber escogido el gatopardismo: cambiar para seguir igual.
El PAN y el PRD han estado en posiciones ejecutivas vitales –la presidencia de la república y el gobierno de la capital del país– y no sólo gobernaron como priístas, sino que lo hicieron con los priístas.
El largo y sinuoso camino del sistema/régimen/Estado desde la crisis del 68 ha estado moviéndose en la posposición del cambio, la elusión de la ruptura revolucionaria y la alternancia sin alternativa.
Las crisis de 1988, 1994, 2000 y 2012 fueron atravesadas por las élites del poder con cambios relativos a las circunstancias y sin entender que en el fondo esos cambios para cambiar nada no hicieron sino reforzar la restauración del viejo sistema/régimen/Estado.
Lo dijo Reyes Heroles acudiendo a las leyes de la física: todo lo que resiste, apoya.
Como se ven las cosas en el año previo a las elecciones presidenciales-legislativas del primer domingo de julio del 2018, las élites dominantes están explorando cambios para restaurar la estructura del viejo régimen/sistema/Estado que ya vivió el país en el panismo presidencial 2000-2012 y en el perredismo capitalino 1997-2018: el priísmo sin PRI.
Pero los saldos han sido democráticamente insuficientes y al final de cuentas esos periodos de alternancia sin alternativa sólo han preparado el regreso del PRI al poder. Pero lo peor es que esas élites siguen sin entender que el déficit democrático, la desigualdad social y la economía en manos de una plutocracia es producto de la estructura priísta en deterioro constante.
Las reformas políticas y electorales, los pactos estabilizadores y los pactos por México han pospuesto la reforma del modelo de desarrollo y su correlativa política económica. Los debates y jaloneos por el 2018 no miran la reconstrucción de la república, sino que se agotan en el reparto de las parcelas del poder. Por tanto, gane quien gane, las cosas seguirán igual…, aunque cambien.
indicadorpolitico.mx
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