Día 18. Genaro, víctima de la seguridad nacional de EU
«Mi destino es el ridículo…esta historia no conmoverá a nadie…sólo provocará risas». Mario Benedetti.
OAXACA, Oax., 19 de agosto de 2017.- Ruaadidi, significa en lengua diidxazá (zapoteca): el chismoso, el boca suelta, el bocón; proviene de: ruaa – boca, y, didi – adelantado, atravesado, sobresaliente, salido. Es el título de mi más reciente libro, que contiene un relato con este nombre, el último de los 35 que conforman el libro, donde un matrimonio joven discute permanentemente por la actitud del marido, el bocón, de burlarse de las personas de su entorno, particularmente de un joven que padece enanismo; la mujer se molesta por la actitud de su marido, sufre la incivilidad de su esposo, y a cada momento lo recrimina:
“Recoge tu boca, esposo mío, mira que aún vamos a tener hijos, y yo ya estoy embarazada, ya no te burles del muchacho pequeño, acuérdate del refrán “Cadi guidxagayaalu’ guiruti’, pacaa zaduxhu Diuxi lii, “no hagas mofa de la gente, que Dios puede cobrarte la afrenta”.
Pero el desconsiderado arreciaba más su burla hacia el joven de pequeña estatura, hasta que lo corre del vecindario, casualmente en la fecha que la mujer da a luz un niño, que nace con un parecido extraordinario con el enano; ante el reclamo airado del marido, la mujer se justifica diciendo: “¿ya viste la consecuencia de tu boca? Y te pedí que no te burlaras del hombre pequeño, ahora Dios nos ha cobrado tus afrentas”
Acostumbrado el mundo a encajonar a los libros en un género literario, diré que “Ruaa didi – El bocón”, es un libro de relatos, entendiendo el relato, según la Real Academia Española, como “narración o cuento”.
Es una obra de autor que se basa en fuentes orales, es decir, a partir de anécdotas de vida, reales o imaginarios, que se escuchan en las fiestas, velorios y cantinas del Istmo oaxaqueño, fui construyendo una composición artística cuyo resultado es esta obra literaria.
El libro está escrito originalmente en diidxazá o zapoteco (porque es la lengua que domino, y la considero competente para la comunicación coloquial y artística, exactamente como cualquier otra lengua del mundo), y está traducido al español con mucha paciencia y esfuerzo, procurando conservar y detonar el alma palpitante del zapoteco en cada relato. El diidxazá, dichosamente, es el idioma que uso como artificio de defensa de nuestra vida binnizá, de nuestra cultura e historia.
Dice el escritor ixhuateco Manuel Matus Manzo en el prólogo de este libro: “Hay en casi todos [los relatos] una particular picardía: el baño erótico merecible. Lo sexual salta a la vista, por hombre, mujer, muxe’ o quimera; no importa el sexo, sino lo sexual, lo erótico en el habla y en el sentido. Salta la metáfora, el doble sentido, la mera alusión, el detalle. Lo escrito no es lo mismo que el ambiente, es decir, ya entre el zapoteco oral y el castellano escrito, el humor se debilita un poco; por eso la voz del poeta ha de ser lo más ágil para lograr esa traslación, traducción o trasvase verbal. Es lo que en las pruebas Víctor Terán defiende su práctica literaria al lograr que abunde el humor.
“Se dice que el poeta es voz de la tribu, de la gente. Esta es la prueba, sencilla, memorial. Es un arte escuchar, gozar y luego trasladar lo escuchado con el mismo sentido y alcance. El libro es el foro del lector para hacerlo reír solo, a la manera del cuento propiamente. No es cuento, no es novela, ni poema; el chiste que se cuenta tiene su chiste por sí mismo. Una construcción verbal que viene de la gente, ahora se devuelve ya escrita, en obra de quien se ufana su dominio…”
No es cuento, no es novela, ni poema, dice acertadamente Manuel Matus; los géneros literarios, como creía Borges, dependen quizá menos de los textos que del modo en que éstos son leídos. Basta recordar lo que escribió Benedetto Croce, en su Estética: “afirmar que un libro es una novela, una alegoría o un tratado de estética tiene, más o menos, el mismo valor que decir que tiene las tapas amarillas, y que podemos encontrarlo en el tercer anaquel a la izquierda”.
Yo me conformo con lograr que estos escritos, historias, anécdotas, cuentos, relatos o chistes, se lean y nunca se olviden, que es la particularidad de un buen cuento según el escritor mexicano Edmundo Valadés, defensor y propulsor del cuento como género.
El cuento, entonces, es que el libro ya se encuentra en circulación, ahora el chiste (Chiste en Juchitán tiene la connotación de “lo importante”: como cuando dicen: “Chiste nga bine’ ni rabe’ – Lo importante es que hice lo que yo quería hacer”) es abrirlo para que deje fluir sus historias, de personajes juiciosos y pícaros que sufren festivamente, desde su sabia cultura, la degradación de su entorno social y ambiental.
Es un libro que seguramente hará entretener gozosamente al lector con las geniales ocurrencias de los fabuladores istmeños y la gracia creativa de este escribidor.
Agradezco al pintor juchiteco Soid Pastrana por la estupenda imagen de portada, a Mario Lugos y Cuauhtémoc Peña, editores de 1450 Ediciones, por la confianza y oportunidad de publicación, y al escritor istmeño Manuel Matus por el prólogo. Que el humor, entonces, justifique y disculpe al escritor.