Diferencias entre un estúpido y un idiota
OAXACA, Oax., 7 de noviembre de 2017.- Me llamo Teresa pero me pude llamar Sofía. Me hubiese gustado llamarme Sofía que quiere decir sabiduría.
Fui asesinada a balazos por mi compañero, él piensa que la mujer que sonríe a otro hombre que no es su marido es una puta. Él piensa que la mujer que va a la tienda de la esquina y platica con el tendero lo que busca es que el tendero se la coja, es una puta. Piensa que la mujer que va a zumba es porque va a buscar hombre. Él piensa que su pene es un arma y él cree que es un francotirador. Él piensa que su pene es un bastón de mando.
Ustedes no conocen los lotes de infierno que nos tocó habitar. No conocen el ruido que había en nuestras permanentes oscuridades. No saben nada de nuestros “valles de lágrimas”.
Nosotras llegamos a un mundo que nos era ajeno. Cada cabeza es un mundo: un trauma, una soledad, un dolor, una tortura. La cabeza de cada una de nosotras era un mundo…
Nacimos mares, y nos convirtieron en desiertos. Por las noches nos arrastraban tormentas y amanecíamos con arena en los ojos, en la garganta, en los oídos. Éramos desiertos y el amor era el diluvio con el que siempre soñábamos.
Somos las nadie y a ustedes no les importa. Nadie quiere hablar de las que somos nadie.
Las nadie, las olvidadas, las de la nota roja, las que son un número, las locas.
Las muertas de Oaxaca.
No usen la palabra nadie, señores, es horrorosa: punza, nos escarba el vientre cuando la pronuncian. Sí, el vientre.
Hoy estoy muerta y seguramente tengo un número, él número que soy no importa; el número que para mí es importante es el número dos.
Fui asesinada de dos balazos, tuve dos hijos y mi compañero el que me asesinó tenía dos mujeres, él número que me asignen en la lista de feminicidios no me importa, él número que me importa es el número dos.
¿Cómo se escribe, Yeni o Jenny?
Mi nombre antes no era lo de menos, me gustaba.
Alguien me dijo que sonaba musical. Mi vida no les importa: mi vida es mía nada más.
Ustedes de lo que creen saber es de mi muerte, lo leyeron en la policiaca, seguramente: “Se suicida joven de dieciséis años saltando del puente de la central de abastos”.
Nada saben de mí y además no les importamos, porque la estupidez es la filosofía de esta sociedad.
Uno puede suicidarse por amor.
Bolaño dijo que el amor nunca trae nada bueno, decía que siempre trae algo mejor, o algo así. Entonces, si el amor no nos ha dado lo que esperábamos tal vez el siguiente paso debiera ser la muerte, ahí puede estar la promesa esperada, el paraíso deseado en el amor, “lo mejor” que anunciaba Bolaño.
¿Quién puede afirmar que Jenny se suicidó por amor?
¿Quién puede negarlo?
¿O acaso únicamente los adultos pueden amar?
Ella era una niña.
Y los infiernos que vivimos o que viven algunos niños no los imaginó ni Dante. ¿Exagero? ¿Han oído de que las violaciones infantiles en su mayoría las cometen familiares cercanos a los niños? ¿Saben de los casos de niños abusados por ministros de Dios? ¿Y si estaba harta de este infierno?
Las cartas escondidas, los recados póstumos dicen muy poco.
Yo fingiría en una carta póstuma; les diría como les dije a mis psiquiatras en Almoloya que mi infancia fue bella, y tuve una dieta balanceada, que soñaba con el mar y que mis papalotes eran peces voladores. Criaturas abisales que cobraban vida para recrearse en los cielos más hermosos del mundo: los cielos oaxaqueños.
Que tuve muchos, pero muchos juguetes, que fui un niño ingeniero que diseñaba autos con una variedad de cactus, órganos de cerca les decimos nosotros.
Les platicaba que yo era de un pueblito donde los pájaros de barro negro cantan y vuelan.
Mis psiquiatras me miraban estupefactas. Una carta póstuma puede ser una mentada de madre, nuestra última mentira o la última carcajada.
Un puente por muy pinche que sea puede ser una metáfora. No importa si es el puente de la central de abastos de Oaxaca… ese puente es una gran metáfora.
La escritora Silvia Plath se suicidó en febrero de 1963. Acostó a sus dos hijos, encendió el horno y se suicidó.
Jenny saltó de un puente en febrero del 2017 y ese puente pudo ser un puente al amor, al paraíso, a la enormidad de la noche, al amanecer que ella anhelaba o el puente que debiera cruzar para salir del mundo que ella detestaba.
Yo no sé si Jenny era poeta al igual que Silvia, pero ambas se suicidaron en febrero y ambas firmaron sus suicidios con una metáfora.
¿Ustedes quiénes son para juzgar a Jenny?
Se han presentado casos de oaxaqueñas, algunas adultas otras niñas, embarazadas y trabajando en los campos agrícolas del norte del país. Sus embarazos son altamente riesgosos, los fetos presentan malformaciones por estar en contacto con pesticidas altamente tóxicos. Hemos guardado un silencio criminal y la monstruosa esclavitud en Sinaloa, en Baja Sur o en Baja Norte, alimenta la economía oaxaqueña.
Aquí, en algunas comunidades de Oaxaca a las niñas se les taza para la venta, como animales de trabajo y si nos enteramos hacemos muecas o sonreímos idiotas.
Me llamó Elizabeth y mi cuerpo se quemó casi todo. Dicen los doctores que en un ochenta por ciento.
Mi cuerpo ardió como si yo fuera un leño, mientras yo me retorcía de dolor pensaba en el dolor más grande. Más grande todavía que el dolor por la lumbre que me echó este desgraciado: el dolor por mis cuatro hijas, también me quema por dentro el miedo de que el diablo esté cerca de mis niñas. Ojalá que la gente salve a mis hijas, ojalá que Dios aleje al diablo de ellas.
Ojalá que nunca falte el amor en el camino de mis hijas.
El mes pasado asesinaron a Elizabeth Durán en la región de la Cañada.
Su pareja abrió la válvula del tanque de gas y le prendió fuego. Ella murió al siguiente día.
Él se llama Arturo Ojeda Vásquez y le apodan: el diablo. A propósito de infiernos.
Ya se fueron angelitos y muertos; vivos y difuntos disfrutamos manjares y fiestas.
Las nadie siguen penando y nuestro silencio es criminal, sepulcral.