Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 11 de diciembre de 2017.- En estos días López Obrador ha dado muestras de debilidad con ocurrencias criminales, ya que las encuestas le traen malas noticias: luego de cinco años de campaña presidencial, sin adversario enfrente, no rebasa el 32 por ciento de las preferencias.
Es como si José López Portillo, que compitió sin rivales por la Presidencia y solo él hizo campaña, hubiera sacado el 32 por ciento de los votos.
Malas noticias para “el invencible” que ha perdido dos veces: no sube más allá del 32, ese es su techo, a pesar de que casi el 100 por ciento de la población lo conoce.
Por eso busca alianzas con quien sea, y la más peligrosa para el país es su mano extendida al narcotráfico.
Con esa mano busca recoger sus votos, los de sus familiares, los de la base social que ha construido el narco y el sicariato. Y desde luego quiere sus recursos.
Los narcos tienen hoy un candidato, y es López Obrador. Los va a sacar de la cárcel y perdonará sus crímenes.
Ahí está retratado de cuerpo entero el que acusa al Estado de crímenes en Nayarit o en San Fernando, y absuelve a los asesinos.
En Nayarit los sicarios atacaron desde el techo de una construcción a integrantes de la Marina que estaban en tierra. Por aire, los marinos abatieron a los narcos, pues era la única forma de que no mataran a los de abajo.
López Obrador acusó de “masacre” a la Marina. Los “buenos” estaban en el techo tiroteando a los marinos “malos” que se encontraban expuestos en tierra
En San Fernando, Tamaulipas, fueron encontradas fosas con casi un centenar de cadáveres de migrantes centroamericanos asesinados por el narco, pues se rehusaron a integrarse a sus filas como sicarios.
Para AMLO esos criminales deben gozar de libertad, y la culpa de los asesinatos de migrantes es del Estado.
¿Lo hace de buena fe, a conciencia como dice?
Desde luego que no. Un tema a discutir sería la despenalización de drogas, por ejemplo. Pero él solo habla de despenalizar a los capos y sicarios.
Y si para ello tiene que insultar al secretario de la Defensa y al titular de Marina, lo hace.
¿Con qué derecho se atreve a llamar “mandaderos” al general Cienfuegos y al almirante Soberón?
Con el derecho que le da la libertad de expresión, sí, pero sus insultos merecen una sanción social, y esa se dará en las urnas.
Se encuentra desesperado por apoyos para su candidatura, porque ese 32 por ciento que tiene en las preferencias es su techo, y solo puede bajar con las campañas de sus contendientes.
Necesita alianzas en todos los frentes, y éste es uno de ellos: el narco. Tienen votos, tienen dinero e influencia en regiones del país. Vengan los narcos.
En el flanco político también busca alianzas, lo que es legítimo, pero lo hace con quienes repudiaba por que según él se bastaba solo para ganar. El Edomex le dijo que no.
Lanza guiños al secretario de Gobernación, Miguel Osorio, con cantos de sirena para romper la candidatura de José Antonio Meade. No ha podido porque el hidalguense no cayó en el juego.
Está a punto de entablar una alianza con el Partido Encuentro Social (PES), al que despreciaba.
Busca a los perredistas que no quieren a un panista como candidato.
Lo anterior es válido en política, aunque exhiba su incongruencia.
Pero lo que debe ser causa de repudio nacional es ofrecer amnistía anticipada a los manchados por delitos de sangre, de extrema crueldad.
La Tuta, Abarca, los jefes y sicarios zetas, Dámaso, el Minilic, los capos del Cartel Jalisco Nueva Generación, los asesinos de periodistas, de migrantes, de niños, los que cortan cabezas a personas vivas… todos para afuera si gana AMLO.
La lectura es sencilla: ¿quién es el candidato de los criminales?
Todo porque quiere ser presidente y el panorama se le puso difícil.
No hay principios ni ideales, sólo ambición de poder.