El alarido de la libertad
CIUDAD DE MÉXICO, 17 de enero de 2018.- En su reciente gira por Nuevo León, el candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador presentó a Tatiana Clouthier y Alfonso Romo como los puntales de su campaña.
Con esos nombres más otros empresarios que ha presentado en el equipo con el cual gobernaría, busca tranquilizar al sector privado con el mensaje de que no es un Chávez ni es partidario de una economía socialista.
Sin embargo, lo es.
Los miembros de la iniciativa privada que le acompañan sin duda actúan de buena fe, pero trabajan para el adversario de todos sus ideales.
Más ingenuos aún: creen que van a convencer a López Obrador de que, cuando esté en Palacio Nacional, deje de lado todo lo que ha prometido, se olvide de lo que piensa, y sea un adalid de la libre competencia y apertura de mercados.
A su edad, estos empresarios todavía creen que el olmo puede dar peras.
En su oficina privada López Obrador tiene dos retratos, del Che Guevara y de Salvador Allende.
Ambos con virtudes (especialmente el segundo), pero partidarios de una economía socialista, de la expropiación de fábricas y de la estigmatización de empresa privada como fuente de injusticia social.
¿O por qué tendrá al Che y a Salvador Allende en su escritorio?
¿Por qué dos de los tres presidentes de partidos de la coalición de AMLO, Yeidkol de Morena y Anaya del PT, sostienen una aguerrida defensa de la “revolución bolivariana”, de Chávez y de Maduro?
¿Nada más porque se les ocurrió venerar a los impulsores de la economía socialista en América Latina?
En nombre de ese guevarismo mataron a Eugenio Garza Sada en Nuevo León. ¿Ya lo olvidaron?
Estos empresarios, ingenuos, creen que van a “controlar” a López Obrador. Es lo que dicen en reuniones privadas.
Pero AMLO anunció que va a derogar “todas las llamadas reformas estructurales”.
¿Creen que siempre no?
Luchó a brazo partido contra la reforma energética -que va a dar resultados positivos dentro de algunos años. Y escribió cartas a los directivos de las principales petroleras del mundo (entre ellos a Rex Tillerson, actual secretario de Estado de EU y entonces CEO de Exxon), para decirles que cuando llegue al poder los expulsaría. Les puso por escrito que tomaría represalias.
¿Lo van a persuadir de que no lo haga?
Ha afirmado hasta la saciedad que va a echar abajo las evaluaciones de maestros y toda la reforma educativa.
¿Lo convencieron de que no?
Ha anunciado una y mil veces que va a frenar el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México para construir uno en la base de Santa Lucía.
¿Ya les dijo en corto que era mentira y que las empresas seguirían trabajando en Texcoco?
Nombró a los dueños de medios de comunicación que eran mafiosos y actuaban contra el pueblo de México. Luego, por arte de magia, a esos mismos personajes los mencionó como ejemplares.
¿Ya le creyeron?
AMLO ha dicho que va a amnistiar a criminales.
Que va a entregar la rectoría de la educación a la CNTE (fue público ese ofrecimiento).
Va a exiliar a millones de capitalinos porque se propone “descentralizar” prácticamente toda la administración pública federal.
Ha prometido que va a regalar dinero a todos.
Y dice que si eso es populismo, que lo consideren populista.
Bueno, pues aquí estamos ante el caso de empresarios que piensan que una vez que AMLO llegue al poder lo van a controlar.
Allá ellos si se quieren jugar su futuro y no lo quieren frenar ahora por la única vía admisible: el voto.