Cortinas de humo
OAXACA, Oax., 4 de febrero de 2018.- La realidad del Partido Revolucionario Institucional se ha manifestado como el partido nacional que se expresa en dinámicas muy distintas en cada Estado de la República abarcando no sólo su existencia como organización sino también su orientación ideológica.
La idea de la existencia de muchos y diversos pris en nuestro país es una realidad que no se puede negar. En razón de lo anterior, es evidente que existe un PRI oaxaqueño, con su propia historia, dinámica, modo de actuación, posición ideológica, contenido programático y, desde luego, práctica política.
¿Cuáles serían los rasgos particulares del PRI oaxaqueño de los últimos cuarenta años? Desde luego, ha sido un partido muy cercano a su entorno social, con ciertas precauciones con lo nacional, ha sido un partido que ha sido sensible con el entorno indígena característica fundamental en nuestro Estado.
Desde el gobernador Pedro Vásquez Colmenares, quien fue el primero en reconocer el tequio en la Constitución, continuado por Heladio Ramírez López, además que inicia el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas, lo profundiza Diódoro Carrasco Altamirano conjuntamente con José Murat y Ulises Ruiz.
No se puede negar que por este proceso de reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas, votado por los diputados priístas a propuesta de sus gobernadores, al PRI oaxaqueño no se le puede regatear una posición ideológica de avanzada. Lo mismo podemos decir referente a la apertura de las elecciones, fue uno de los primeros en votar el retiro del gobierno de la organización de las elecciones.
A los priístas oaxaqueños se les puede acusar de muchas cosas pero no de conservadores o reaccionarios. El priísmo está muy arraigado en la conciencia colectiva del pueblo de Oaxaca, incluso cuando pierde la gubernatura en el 2010, su votación es muy superior a los demás partidos políticos.
La peor crisis de la historia de este partido fue el período del gobierno de la Alianza con Gabino Cué Monteagudo, como institución estuvo en la pura existencia, además de que muchas personas le jugaron a las contras en la elección de gobernador en el 2010 que se dieron a conocer durante el período gubernamental de Gabino Cué Monteagudo, entre ellos se menciona al papá del actual gobernador Alejandro Murat Hinojosa.
Por la debilidad del gobernador Cué Monteagudo, el PRI desde el Congreso fue contraparte y cómplice de la corrupción e ineficacia de este gobierno.
Las grandes cantidades de dinero que se manejó desde el Congreso fue un mal para los diputados priístas, pues trajo como consecuencia su relación corrupta con el Poder Ejecutivo y se sumergieron a la obtención del recurso fácil como práctica de la política.
En resumidas cuentas el PRI se vuelve un partido inmerso en la corrupción, la venta y compra de cargos populares se vuelve de lo más común, la presión al Ejecutivo por la adjudicación de la obra pública es cotidiana. Los diputados priístas junto con los demás diputados de los demás partidos se vuelven gestores y administradores de la obra pública. La política del servicio se transforma en política de los negocios.
Ya inmersos en esta lógica mercantil de la política regresan al poder político en Oaxaca de la mano de los Murat, José y Alejandro. Los priístas no pueden cambiar de lógica porque además de la inercia, los Murat tienen la costumbre de entender a la política como intercambio de poderes, de influencia, de recursos, de favores, que muchas veces linda en la complicidad.
Desde luego, la crisis moral y política del partido se ahonda. Nadie da nada al partido sino es a cambio de. La verdadera militancia se le hace a un lado, el partido se llena de oportunistas, de arribistas, de trepadores, de aspirantistas, de personas pragmáticas, sin ideología y principios, claro está con sus excepciones que se cuentan con el dedo de las manos.
Lo más inverosímil para los priístas principistas, el gobierno de los Murat se integra en parte por un grupo de jóvenes venidos de México que ven a los priístas como unos verdaderos nacos.
La famosa división popular entre yupis y yopes es una realidad. Aún más, estos jóvenes gozan de los privilegios del poder que no tienen los otros servidores públicos, empezando por extraordinarios bonos y canonjías, incluso de aspiraciones para ocupar cargos populares.
El espectáculo de un PRI abandonado, triste y solitario en el proceso de inscripción de las candidaturas a diputados y al senado nos habla de que ya no hay amor por la camiseta, vocación de servicio, de fuerza ideológica.
Se acabó el PRI revolucionario, de los principios, de los compromisos, de los valores, del mérito, ya lo enterraron, ya lo sepultaron, los sepultureros fueron los Murat. No les interesa la vida institucional del partido, solamente ha sido un instrumento para la satisfacción de sus ambiciones políticas, no han tenido la amabilidad de la reciprocidad con el partido.