Economía en sentido contrario: Banamex
OAXACA, Oax., 20 de junio de 2018.- Parece increíble que el resultado del partido de debut de la selección mexicana de futbol en el Mundial de Rusia, parezca ser suficiente para cambiar el ánimo de millones de personas. En este país, que en los últimos años ha estado marcado por la confrontación, el desánimo y el mal humor social, parecía estar anticipadamente preparado para lo que parecía inevitable: la derrota del representativo mexicano, a manos del gigante alemán que, además, es el actual campeón del mundo. La victoria imprevista frente al poderoso rival pareció sacar a muchos mexicanos del marasmo, aunque ahora falta ver si esa inyección inusitada de adrenalina resulta ser algo más que un chispazo, y logra mantenerse. De ser así, quizá sea un ingrediente inesperado para el cambio de curso (político) que muchos ya no creían posible hoy en México.
En efecto, en otra entrega (Al Margen 18.06.2018) apuntamos cómo muchos mexicanos nos habíamos preparado mentalmente para un debut amargo de la selección mexicana de futbol en el Mundial de Rusia. Desde hacía meses, muchos mexicanos habían ideado memes, chistes y burlas relacionadas con la forma en cómo el primer rival de los mexicanos (la poderosa selección alemana, actual campeona del mundo) arrasaría a nuestro futbol, con su orden y competitividad comprobadas.
Tantas habían sido las referencias sobre la derrota anticipada, que uno de los memes más compartidos y comentados en redes sociales luego del resultado del partido del domingo, fue justamente el que hacía referencia a que nadie en México tenía preparado un meme, un chiste o un comentario relacionado con la victoria sobre los teutones. Ello era, es cierto, parte de la expresión espontánea que ha caracterizado a los mexicanos. Pero también era reflejo de cómo ese mismo sentimiento de derrota y de confrontación había hecho mella anulando de la mente de millones de personas, la posibilidad —siempre hay una, aunque sea mínima— de revertir un resultado previsible y cambiar lo que la mayoría considera que va a ocurrir simplemente por antecedentes o estadísticas, o por una corazonada.
Uno de los fenómenos que resultó más llamativo, fue aquel que llevó a equiparar dicho partido (que siempre tuvo un resultado previsible, pero que tuvo un final inesperado) con la elección presidencial, que desde el primer momento parece estar predestinada a un final previsible. A partir de la intempestiva victoria mexicana sobre el rival alemán, volvió a la mente de millones de connacionales, aquella realidad de que David sí es capaz de derrotar a Goliat; que Speedy González, ratón mexicano de baja estatura, siempre triunfó sobre el gato Silvestre a pesar de que éste último era más grande y fuerte que él; o que el Correcaminos, por su ingenio y espontaneidad, nunca fue devorado por Coyote. Y de que aún ahora, sí puede haber alguien capaz de derrotar al aparentemente invencible Andrés Manuel López Obrador.
De hecho, en las celebraciones de la victoria mexicana sobre los alemanes, hubo quienes intentaron capitalizar el hecho llevando botargas, playeras o propaganda alusivas al tabasqueño, y fueron simplemente corridos de forma espontánea por quienes celebraban. Al mismo tiempo, surgieron los memes y los comentarios que relacionaban a Andrés Manuel con Alemania (algo que no tendría ninguna relación prácticamente en cualquier otro tiempo) y decían que si los germánicos podían ser derrotados a pesar de todas las predicciones y las apuestas, él también podría resultar con una derrota electoral de manera inesperada.
¿Podría ser esto posible? Parece que ese es el camino. Pero también es cierto que necesitarían mucho más que un partido exitoso para inyectarle a la gente mucho más que una dosis inesperada de ánimo y adrenalina.
Capitalizar los sentimientos
Vale la pena ser claros: durante mucho tiempo, una de las formas más eficaces de hacer política en México ha sido la que capitaliza los fracasos, las conjuras y las conspiraciones en contra de la nación. Por ejemplo, primero la puntualización de la caducidad del viejo régimen priista abrió la puerta a una primera alternancia en el año 2000.
A partir de entonces, con gobiernos panistas, hubo un ánimo denodado del priismo nacional por impedir cualquier avance legislativo o de gobierno por las administraciones panistas, y con doce años de parálisis nacional, capitalizaron los fracasos panistas bajo la idea de que los tricolores sí sabían gobernar y que por eso era necesario dar paso a una segunda alternancia de partidos en la presidencia, para que todo volviera a la “normalidad”. Todo eso ocurría, mientras ya había un intento sistemático de la izquierda mexicana por capitalizar todos los fracasos panistas y priistas, cuestión que lograron hacer con sobrado éxito.
Desde hace mucho tiempo, la política de la izquierda mexicana ha radicado en capitalizar los fracasos del gobierno, y las conjuras contra el interés nacional. Macharon duramente —como era merecido— los excesos y los casos de corrupción en el gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto; pero también le endilgaron otros asuntos que eran de su propia esfera, como la acusación de responsabilidad en contra del gobierno federal sobre la muerte de los 43 normalistas de Ayotzinapa, o la tolerancia a gobernadores corruptos cuando lo cierto es que esa generación perdida de mandatarios estatales incluyó también a los emanados del Partido Acción Nacional y del Partido de la Revolución Democrática, entre otros.
Ese enojo o “mal humor social” —como lo definiera el Presidente Peña Nieto en 2016— fue el que alimentó, por un lado, la idea de que era necesario un nuevo cambio de rumbo (aunque ese rumbo sea nada claro); aunque también generó la idea (entre la mitad de la población, que no acepta las propuestas y la actitud del tabasqueño) de que una vez construida esa inercia a favor de López Obrador, no habría forma de modificarla o romperla.
Por eso, un hecho fortuito como la victoria inesperada de la selección mexicana de futbol en un partido mundialista frente a un rival aparentemente poderoso e invencible, pareció romper esa idea de que las inercias son imposibles de modificar, y volvió a prender la posibilidad de que algo así podría ocurrir frente a un resultado previsible, como el de la elección presidencial que ocurrirá dentro de dos semanas.
Se necesitaría más
Es evidente que se necesitaría mucho más que un chispazo para conseguirlo. Es cierto que este hecho rompió una inercia. Aunque también lo es que el representativo mexicano ha dado muestras suficientes de inconsistencia deportiva, como para seguir siendo incrédulos por su desempeño. Ya veremos en los próximos días, si ese sentimiento de derrota logra romperse o si sólo fue un destello. Y también si eso logra influir en el ánimo ciudadano que ya parecía resignado a ver como algo irremediable, el resultado que al menos las encuestas han hecho ver como algo inminente. Ya veremos.
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