La Constitución de 1854 y la crisis de México
CIUDAD DE MÉXICO, 2 de julio de 2018.- 1.- Este domingo primero de junio de 2018 finalmente murió el sistema político priista. Lo malo radica en el hecho de la ausencia de un partido-sistema de relevo porque Morena no es en rigor un partido político sino una babel de intereses individualistas de sus militantes incorporados sin filtros.
2.- El PRI como partido-sistema fue clave para construir el aparato político estabilizador después del asesinato político del general Álvaro Obregón: Plutarco Elías Calles lo fundó para el reparto no violento del poder, Lázaro Cárdenas lo transformó en PRM para el control de la lucha de clases con los sectores productivos como sectores corporativos representantes de cada una de las clases y Miguel Alemán lo reinventó como PRI para institucionalizar el reparto del poder a través de una política de bienestar social.
3.- Cada una de las fases del partido-sistema operó con dos variables: el presidente de la república como el poder absoluto para distribuir poder y riquezas y el PRI como el espacio físico para la negociación de esa distribución. El aparato de poder mexicano tuvo dos piezas: el presidente con todo el poder y el PRI como regulación del conflicto social y de las relaciones de producción.
4.- A lo largo de noventa años –desde el primero de septiembre de 1928 en que Elías Calles anunció la fundación del partido desde el poder, el gobierno y el Estado– el sistema político priísta se movió con la regulación de tres interrelaciones de poder:
–Sistema político/régimen de gobierno/Estado constitucional.
–Modelo de desarrollo/política económica/bienestar social.
–Rectoría del Estado/economía mixta/distribución de la riqueza.
5.- Ese sistema de engranes dejó de funcionar desde ayer domingo. El PRI murió desde que el presidente Peña Nieto retomó el control del partido en 2012, lo subordinó al programa económico neoliberal salinista, escogió a un no-priísta como candidato y alejó a los priístas de carrera de los cargos dirigentes. Los avisos se dieron a tiempo: la pérdida de gubernaturas en 2015 y 2016 por candidatos peñistas contaminados por la corrupción.
6.- Con Peña Nieto el PRI perdió sus tres características fundacionales: no logró reconstruir la autoridad institucional del presidente de la república, abandonó el papel central en la organización de la sociedad a través de las corporaciones sociales y descuidó la política social como mecanismo de legitimación ante las masas. Y no reconcentró en el PRI la lucha de clases, confiado en que los empresarios eran aliados naturales del PRI. Al quedarse el PRI sin poder, el presidencialismo también inutilizó su centralidad en el sistema político.
7.- La agenda prioritaria del nuevo gobierno 2018-2024 será la construcción de un nuevo sistema político como espacio de estabilidad nacional. Si no van a ser el PRI ni Morena –como partidos quedaron disminuidos a su mínima expresión–, entonces el dilema del próximo gobierno se moverá entre dos opciones: la transición a la república de instituciones con un presidencialismo sin poderes absolutos o el fortalecimiento del populismo presidencialista autoritario y personalista que no podrá administrar sin conflictos la existencia de una sociedad no partidista bastante activa que está ocupando espacios del Estado.
8.- Los problemas del próximo gobierno –PIB, pobreza, corrupción, violencia criminal y gasto público– no tendrán salida si se reducen al voluntarismo presidencial, sea institucional o populista. El desafío del próximo presidente radicará en construir un nuevo sistema político plural, abierto y democrático o encarar y ahogarse En la creciente acción directa de una sociedad no-presidencialista.
Solo para sus ojos:
Recuerde revisar todos los días el sitio www.seguridadydefensa.mx para enterarse de los juegos geopolíticos de poder.
Si ben se entienden las prioridades nacionales, la violencia criminal y la inseguridad son los principales problemas sociales. Y, por como se ven las cosas, la redefinición de la estrategia encarará un interregno o vacío de poder por lo que tarde en irse al presidente saliente y llegar el entrante.
Nicaragua y Venezuela son dos países cubano-castristas en colapso de gobernabilidad. Y los jefes de la revolución cubana no quieren saber de esos conflictos. Así que Daniel Ortega y Nicolás Maduro, hechuras de Fidel Castro, van a caer sin que La Habana haga algo para sostenerlos.
El colmo. El gobernador de Tamaulipas está más preocupado de tener franquicia en campo de golf que con matazones en su estado.
Famosas últimas palabras: “El TRI está dolido, no rendido”.
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