Sheinbaum-Trump: nacionalismo defensivo o integración fallida
* Ganó López Obrador; 24 millones votaron a favor y 21 millones en contra. Nada garantiza que sus promesas de campaña serán cumplidas
* Mediante la violencia, Morena intenta desconocer en Puebla el triunfo de Martha Erika Alonso sobre Miguel Barbosa Huerta, candidato de la coalición Juntos Haremos Historia
CIUDAD DE MÉXICO, 4 de julio de 2018.- La lucha electoral concluyó el pasado domingo –y aun cuando el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) no ha dado a conocer los resultados oficiales y definitivos, ni ha declarado válida la elección y tampoco entregado su constancia de mayoría como presidente electo-, la administración de Enrique Peña Nieto prácticamente le concedió esta calificación a Andrés Manuel López Obrador.
Minucias entre las formalidades –dirán sus apologistas-, pero en realidad ni siquiera han tenido la precaución de cubrir este expediente, para realizar el encuentro que tuvo lugar este martes a mediodía en Palacio Nacional.
Cierto, López Obrador logró obtener el mayor número de sufragios en la contienda para elegir presidente de la República, pero de forma realista -a pesar de lo apabullante que suelen ser las cifras-, logró sólo 24 millones 127 mil 451 votos, contra 21 millones 429 mil 549 de los tres candidatos opositores, que en total representan el 47.04 por ciento del total de la votación.
Es decir, la diferencia entre el candidato de Morena y sus competidores, fue de solo 2 millones 697 mil 902 votos. Y ya ni siquiera utilizar los mismos argumentos que los detractores de Peña Nieto, cuando ganó en el 2012. Entonces sus malquerientes atiborraban las redes sociales, señalando que el 59.29 por ciento de los votantes lo rechazaban; por tanto, igualmente se podría esgrimir que López Obrador fue rechazado por más del 47 por ciento de los electores, quienes optaron por otorgarle su voto a los otros candidatos.
Algunos, sin indagar, han señalado que las recientes elecciones fueron las más copiosas de la historia. Esta afirmación es falsa; se trata de la tercera con mayor participación. Esta vez votaron 45 millones 557 mil mexicanos, que corresponden al 63 por ciento del padrón electoral, conformado por 89 millones 332 mil 031 empadronados.
La participación más alta en México fue en 1994 -cuando triunfó Ernesto Zedillo (PRI)-, con 77.16 por ciento de votantes. Luego, vino la de 2000, con la victoria de Vicente Fox (PAN), con 71.23 de participación electoral.
De lo relevante durante el encuentro “amistoso y positivo” entre el presidente Enrique Peña Nieto y López Obrador, éste aseguró que la reunión “independientemente de nuestras diferencias que son notorias y públicas, refleja que hay responsabilidad de las partes, que estamos poniendo por delante el interés general y el interés de la nación”.
Incluso mencionó que había sido invitado a participar en una reunión de la Alianza del Pacífico en Puerto Vallarta el próximo 24 de julio y que en cuanto sea presidente electo, el actual secretario de Hacienda -y quien será designado por él-, trabajarán de manera conjunta para elaborar el presupuesto de 2019. Luego, reconoció públicamente que en este proceso electoral “el presidente Enrique Peña actuó con respeto y las elecciones fueron, en lo general, libres y limpias”.
¿Qué viene ahora? El cumplimiento de las promesas de campaña -que fueron la base de su triunfo electoral-, es quizá la loza más pesada para López Obrador. Muchos dudan de su capacidad para hacerlas realidad, sobre todo aquellas de más programas sociales y asistenciales, incremento de la seguridad, combate a la corrupción y las referentes al crecimiento, educación y empleo, las cuales tarde o temprano serán materialmente imposible de cumplir a cabalidad.
El expresidente Vicente Fox -en un mensaje dirigido a López Obrador en su espacio “Fox-populi” de Milenio TV-, aseguró este martes que “las campañas y gobernar son dos cosas totalmente diferentes. Se terminó el tiempo de prometer, de entusiasmar y llega el momento de plantear un plan serio, sensato, para cumplir con las promesas que se hicieron en la campaña.
“Cuentas con una mayoría en el Congreso, eres muy afortunado, porque permite implementar las políticas las decisiones de tu equipo y sobre todo la voluntad del pueblo de México expresada en las urnas. Por el otro lado, pues la mala noticia: cuentas con un presupuesto raquítico. Igual que nos pasó a todas las administraciones anteriores.
“No es fácil querer hacer mucho con tan poco recursos y por tanto, ahí estará fincada la mayor parte del éxito”, le dijo Fox, quien además le recordó que México es más que un partido y que un candidato; “es una nación con una sociedad civil y una economía más fuerte que cualquier discurso”.
El exmandatario, subrayó que “hoy estamos mejor que nunca en inversión, manufactura, economía, campo, exportaciones, salud, educación y otros factores” y apremió a López Obrador a que, “de todo corazón, nos calles la boca a quienes no creímos en ti”.
Los excesos de las promesas de campaña y las expectativas más allá de lo razonable
Para Oswaldo Chacón Rojas, doctor en Teoría Política por la Universidad Autónoma De Madrid y consejero presidente del Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana de Chiapas, en una proceso “se destacan 2 momentos: el que comprende las campañas electorales, y el de la posterior materialización de aquellos compromisos que los votantes tuvieron conocimiento y que se convierten ahora en cierto tipo de obligación para quienes son beneficiados por la confianza ciudadana, los miembros de las legislaturas o del gobierno.
En el documento “Cumplimiento de compromisos electorales y democracia a la luz de la Constitución de Chiapas”, indica que la crisis de confianza tiene su origen en una causa concreta, es decir, “en la defraudación de la misma por los propios gobernantes, que antes fueron candidatos y ahora no cubren con veracidad sus propuestas electorales. Está claro que es una cuestión muy distinta la promesa de campaña y, otra, su cristalización en los planes de gobierno”.
Chacón Rojas advierte que “por ello cada vez son más frecuentes los reclamos de una ciudadanía que se siente engañada y defraudada por tantas promesas incumplidas por candidatos de todos los partidos.
“Este choque de expectativas entre gobernantes y gobernados, genera que los ciudadanos estén decepcionados no solamente de la democracia, sino de los políticos mismos”, puntualiza.
Agrega que “cada vez es más recurrente que los gobernantes apliquen programas diametralmente opuestos a los prometidos en campaña, convirtiéndose en gobiernos camaleónicos” y asegura que “nada le garantiza al ciudadano que las medidas programáticas de los candidatos van a ser cumplidas.
“Nada le garantiza al ciudadano que sus políticos -en quien estadísticamente no confían-, asumirán sus responsabilidades una vez que prueben el poder con todo su aderezo de privilegios”, dice.
Por su parte, Patricio Navia -director del Consejo Académico del Centro de Apertura y Desarrollo de América Latina (CADAL), profesor adjunto de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York y profesor de Ciencia Política del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad Diego Portales-, asegura que “cuando votan, los ciudadanos también miran el desempeño del gobierno saliente y, a partir de esa evaluación, deciden si castigar o premiar al gobierno que termina su periodo en la persona del candidato oficialista.
“Por más exitoso que haya sido un candidato oficialista en su desempeño anterior, si el gobierno saliente es desastroso, los votantes bien pudieran terminar castigando al candidato oficial por los errores o pecados del gobierno saliente. Por eso, a menudo, los candidatos oficialistas se alejan en sus campañas de gobiernos salientes que llevan mucho tiempo en el poder o que han tenido problemas en su gestión”, asegura.
En su análisis titulado “Promesas de campaña irrealizables”, Navia asegura que “con todo, es mejor que la gente escoja a sus líderes, a que estos sean impuestos por determinados grupos de presión o de interés. Pero es un error esperar que la democracia deje contentos a todos. Es más, precisamente cuando reina la incertidumbre sobre quién ganará, los candidatos se excederán en sus promesas de campaña y elevarán las expectativas más allá de lo razonable.
“Mientras más reñida una elección –dice-, mayor será el desencanto de los votantes cuando el nuevo gobierno asuma el poder y, con sus acciones y decisiones, comience a bajar las expectativas sobre lo que podrá realizar. Inevitablemente, los compromisos se convertirán en acusaciones al gobierno anterior por los errores cometidos y las altas expectativas devendrán en desencanto y descontento”.
El académico del CADAL subraya finalmente que “al igual que una pareja que atraviesa por su primera crisis, el nuevo gobierno podrá demostrar su convicción al cumplir algunos de sus compromisos de campaña. El Presidente cargará con el peso de haber hecho promesas de campaña irrealizables, pero si el país avanza en la dirección que la mayoría de los ciudadanos espera, igual podrá ser un gobierno exitoso. No será un cuento de hadas, pero sí una democracia que funciona bien”.
López Obrador basó su triunfo en las urnas mediante una plataforma que parece estar plagada de promesas excesivas e irrealizables.
Si en el ejercicio del gobierno no logra cumplir ni la mitad de ellas, sin duda generará un desánimo generalizado entre los mexicanos que confiaron en él y que para “castigar” al régimen de Peña Nieto, esta vez votaron más con el corazón que con el cerebro, hartos de una situación como la generada por el actual gobierno.
Ojalá no se hayan equivocado al votar por López Obrador y no por Ricardo Anaya, José Antonio Meade o Jaime Rodríguez Calderón, porque constitucionalmente ya es demasiado tarde para volver atrás. Y 6 años de un gobierno que no cumpla sus promesas, podrían ser una eternidad.
Granos de café
…Jalisco nunca pierde y cuando pierde, arrebata. Ese antiguo refrán popular bien podría aplicarse a las huestes de Morena, que a pesar de beneficiarse con el hartazgo social contra el sistema priista, se niegan a reconocer el legítimo triunfo de Martha Erika Alonso Hidalgo, candidata ganadora de la coalición de partidos “Por Puebla al Frente” e intentan confundir a los poblanos con las manidas versiones de fraude, como si ellos no fuesen –al igual que lo son sus adversarios-, grandes expertos en ese tema.
Ahora resulta que Miguel Barbosa -el diestro chapulin que abandonó la presidencia perredista en el Senado para sumarse “oportunamente” a Morena, para ir como candidato al gobierno de Puebla-, se ha involucrado en esta infamia.
Sin embargo, a diferencia de la ignorancia política de amplios sectores de México, los poblanos no creyeron en el cielo prometido por el Movimiento de Regeneración Nacional y votaron por la coalición “Por Puebla al Frente”, que conformaron 4 partidos nacionales y 2 locales, para enfrentar la maquinaria que desplegó Morena.
Queda claro el espíritu de este partido, para cuyos dirigentes sólo existe legitimidad cuando ganan y aducen fraude cuando pierden; una fórmula desgastada que alguna vez fue la constante de la política mexicana y que hoy recoge Morena en versión corregida y aumentada.
Pero todavía hay más: los métodos vandálicos que han mostrado desde que se constituyó en organización política, fueron aplicados en contra de la sede del PAN en la capital poblana, a la cual ingresaron con lujo de violencia, para reclamar un supuesto fraude.
Tampoco sorprende que Alejandro Armenta Mier -beneficiario del voto irreflexivo que lo llevará al Senado de la República-, haya encabezado esta violenta acción contra la sede panista en Puebla, para tratar de descalificar el triunfo de Martha Erika Alonso, a quien los poblanos eligieron en las urnas para que los gobernara…
….Acuso recibo del primer aniversario del fallecimiento del maestro José Luis Cuevas y desde esta columna le envío un abrazo fraterno a su viuda, la pintora Beatriz del Carmen Bazán, quien comentó que decidió recordar al maestro en la intimidad…
…A través de la agencia Quadratin y de varios otros medios impresos y electrónicos donde se reproduce esta columna, publicaré una reseña sobre los últimos días de la gran periodista y literata María Luisa “La China” Mendoza, a quien tuve la gran fortuna de leer y conocer. A través de una extensa conversación con su sobrina Martha Viviana Mendoza, pude reconstruir algunos pasajes de su fecunda existencia.
Su reciente e inesperado fallecimiento, nos indica que seguimos quedándonos huérfanos de grandes valores de la intelectualidad mexicana, sin que al parecer emerjan sus relevos. Se mantienen todavía Fernando del Paso y acaso Elena Poniatowska, pero realmente no han surgido quienes los reemplacen.
Juan Villoro Ruiz -escritor y periodista, hijo del filósofo catalán Luis Villoro-, y Jorge Volpi Escalante, podrían quizá llenar esos espacios…Envíe sus comentarios al correo [email protected]