Aunque lo nieguen, sí hay terrorismo
CIUDAD DE MÉXICO, 9 de julio de 2018.- La noche de su tercera captura el 18 de enero del 2016, Joaquín El Chapo Guzmán estuvo a punto de sacar ventaja: quiso sobornar a los policías que lo habían atrapado y quedó a la espera de torturas que le sirvieran de ruta de escape judicial.
No lo logró. El comandante policiaco federal Nicolás González Perrín, inclusive, frenó cualquier intento de abuso de fuerza con el delincuente; lo sentó en una cama de la habitación donde estaba recluido y tuvo una larga conversación. La conclusión que sacó el jefe policiaco fue que El Chapo es una personan extraordinariamente lista, con capacidad de simular estados de ánimo y con razonamientos que pudieran desarmar a los adversarios.
En este sentido, hasta ahora El Chapo ha estado jugando con el sistema penal estadounidense fingiendo estados de ánimo dementes, depresivos y hasta de pérdida de la racionalidad. Poseedor de una superior inteligencia de supervivencia, el jefe del Cártel de Sinaloa tiene una mente helada, capaz de perder todo con tal de mantenerse con ventaja. Carece de sentimientos, pero es capaz de reconocer lealtades. Al final, El Chapo es sólo él y nadie más.
Por su trabajo policial, el comandante González Perrín –con grado universitario de licenciatura– es hoy ministro agregado de la policía federal ante los gobiernos de los Estados Unidos y Canadá, donde su tarea es la de lograr interrelaciones policiacas contra el llamado crimen organizado trasnacional que representa una amenaza contra la soberanía nacional.
Hoy lunes a las 6 de la tarde González Perrín presentará en la Torre Mayor su libro Para hacer posible lo posible. Una mirada a la seguridad pública en México. Tres puntos destacan en su obra: la necesidad de profesionalizar a las policías, la urgente atención hacia el nivel policiaco municipal donde ocurren las más importantes adhesiones de los cuerpos de seguridad al crimen organizado y la estructura empresarial que han logrado construir los principales cárteles más allá del simple lavado de dinero del narcotráfico.
Asimismo, destaca la falta de resultados en la coordinación interinstitucional e intersecretarial entre organismos policiacos, cuya debilidad ha sido aprovechada por los cárteles para corromper, debilitar y aprovecharse del desorden.
Una de sus principales recomendaciones parte de la identificación de los principales problemas en la estrategia de seguridad: el desorden, la superficialidad y la distribución de las responsabilidades. “Hay que crear dinámicas de coordinación intermunicipales apoyadas por los tres poderes del Estado –ejecutivo, legislativo y judicial– desde la Policía Federal, en las que los responsables directos sean policías de carrera que conozcan y dominen el trabajo de campo en sus diferentes fases –investigación, inteligencia, operación, supervisión y evaluación–, además de conocimientos de geopolítica, economía y medio ambiente, así como en técnicas y prácticas multifactoriales”.
Todo ello y algunas otras cosas debieran centralizarse en un Plan Estratégico de seguridad pública que termine con los pesimismos respecto a la imposibilidad de derrotar a los criminales.
El libro llega en el momento preciso: cuando dos administraciones gubernamentales –Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto- han fracasado en el combate al crimen organizado y una tercera llega al poder sabiendo que el problema número uno de México es el crimen organizado.
Política para dummies: La política es la habilidad para ajustar las realidades a las promesas incumplidas.
Si yo fuera Maquiavelo: “Todos ven lo que parece ser, más pocos saben lo que eres, y estos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de la mayoría que se escuda detrás de la majestad del Estado”.
Sólo para sus ojos:
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@carlosramirezh