
Oaxaca, invitado de honor en la FIL de Palacio de Minería
OAXACA, Oax., 17 de julio de 2018.- Este martes 17 de julio el artista oaxaqueño Francisco Toledo cumplió 78 años, por lo cual fue felicitado por instituciones y personajes promotores de la cultura en el estado.
Francisco Toledo, quien ha contribuido al renombre de Oaxaca y se ha caracterizado por sus obras influenciadas por la multiculturalidad, flora y fauna del estado, narró los primeros años de su infancia en el libro Ba’du’ qui ñapa lunaa’ El niño que no tuvo cama, escrito en conjunto con su hija Natalia Toledo.
“De niño no tuve cama. Dormí siempre sobre la piel que usaba papá para hacer zapatos. El me despertaba con el silbido de las tres sílabas que forman mi nombre Chi-co-min.
“En cuanto conseguía levantarme, él comenzaba a recortar la piel “ra, ra, ra”, para hacer zapatos que le habían encargado. Cada día mi cama se hacía más chiquita, al final de la semana solo existía un lienzo lleno de hoyos con la figura de todos los pies: patas chicas, patas grandes”.
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Francisco Toledo es el más excelso de los artistas contemporáneos. En 78 años, el niño que no tuvo cama construyó uno de los más importantes legados culturales en Oaxaca.
Ra, ra, ra, el lienzo lleno de hoyos. Toledo, el genio, no tiene apego por lo material.
Su obra, sus espacios, su activismo, todo su ser lo ha dedicado a los demás.
En Oaxaca, Toledo es uno de los artistas más reconocidos por su altruismo, su imaginación sin límites, su sensibilidad y sobre todo su sencillez.
“Pasó el tiempo y crecí hasta convertirme en un señor. Cuando puede, me compré la cama más grande y bonita que existe, aunque a veces sueño que papá llega con su cuchillo afilado y “ra, ra, ra”, recorta mi cama.
“Hay días en que mis hijos me encuentran hecho bolita en el suelo, tal vez porque mi cuerpo extraña dormir sobre la piel con que mi papá hacía zapatos”.
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Francisco Benjamín López Toledo nació en 1940, el cuarto hijo de una familia de siete. Su padre, Francisco, era zapatero. Su madre, Florencia, una mujer de la época. Chi-co-min sigue vivo en su obra. El niño que no tenía cama, el que convivía con un ambiente en el que había ranas, conejos, cocodrilos y alacranes entre otros personajes de sus obras.
El Istmo, su tierra de origen, la lleva en el corazón, intacta, a pesar de ser un hombre de mundo, con exposiciones y periodos de vida en Francia, Nueva York, Inglaterra, Alemania.
Toledo, el artista más importante y cotizado actualmente, obsequia generoso su presencia en las calles de Oaxaca. Se le ve con andar sereno, su hablar pausado.
Se detiene de vez en cuando a posar para una fotografía y sigue su camino. El Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), del que fue despojado en el gobierno de Gabino Cué, sigue siendo uno de sus espacios habituales.
Los papalotes que elaboró para recordar a los 43 jóvenes desaparecidos de la normal de Ayotzinapa son los que reciben a quienes visitan este recinto. A gente que cruza océanos para saludar al artista, conocer su obra. Saber más.
También el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, la fonoteca Eduardo Mata y el Centro de las Artes San Agustín tienen su esencia.
Algunos otros espacios, como el Centro Cultural San Pablo, tienen también detalles en su loseta. Los herrajes en la ciudad de los Archivos. Toledo está en el corazón de Oaxaca, es una reja o una joya que juega con las figuras de la naturaleza.
Trabajador incansable. Mientras su obra es itinerante en el mundo, el sigue produciendo, acompañando proyectos, ondeando banderas.
Ese es Toledo, quién retomó Las Fábulas de Esopo como una ofrenda a Toledo niño, Chi-co-min.