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CIUDAD DE MÉXICO, 16 de agosto de 2018.- De las glorias de Francisco Villa como figura de la Revolución Mexicana mucho se hablado; sin embargo, su pasado como el bandido que ganó fama en estados del norte del país había sido diluido en un aparente intento por limpiar su imagen y quitar sombras que pudieran manchar el lustre que le da ser considerado un héroe nacional.
En un comunicado se informó que en Villa bandolero, publicado bajo el sello editorial Martínez Roca, el historiador Jesús Vargas Valdés presenta un ser de carne y hueso, con pasajes de vida poco conocidos, que permite comprender mejor el liderazgo que “El Centauro del Norte” ejerció a la par de figuras como Francisco I. Madero, pese a la reticencia que ocasionaba.
“Villa había abandonado sus actividades ilegales para dedicarse por completo a la revolución, convirtiéndose en uno de los jefes más efectivos, pero sus éxitos personales y el triunfo del movimiento revolucionario no determinaron un cambio total en su relación con los demás. Muchos de los compañeros lo siguieron considerando como bandolero”, escribe el autor.
Tras una infancia trágica y llena de penurias, como Doroteo Arango -su nombre real- dedicó la mitad de su vida, de 1894 a 1910, al abigeato y al bandolerismo: dieciséis años en los que aprendió todo lo que necesitaba para ser un guerrero eficaz. No solo entrenó hasta ser un experto tirador y un gran jinete, sino que amasó un detallado conocimiento de la geografía y los recursos de la región, que le permitieron evadir a la justicia o sus enemigos, según fuera el caso.
Por ello, pese a sus logros y al servicio que prestó al movimiento revolucionario, esa fama lo trascendió y le impidió seguir adelante y disfrutar los triunfos que ayudó a labrar, ya que el entonces presidente Madero le pide que se retire a una vida tranquila y honorable, desde donde vigila lo que va ocurriendo y no duda en hacerse presente cuando así lo cree conveniente.
Jesús Vargas Valdés (Parral, Chihuahua): Estudió en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas en el Instituto Politécnico Nacional donde se graduó de Biólogo y vivió intensamente el movimiento estudiantil de 1968. Impartió clases de Biología e Historia. Desde hace 30 años se dedica a la historiografía. En 1990 se convirtió en investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, además de colaborar en un periódico con su página «La Fragua de los Tiempos», donde comparte el resultado de sus investigaciones, entre las que tienen especial presencia los movimientos sociales. Es considerado uno de los principales referentes en el tema de la Revolución Mexicana. Otros libros publicados: Consuelo Uranga: La Roja, Práxedis G. Guerrero y la otra revolución posible, Máximo Castillo y la Revolución en Chihuahua, Madera rebelde: Movimiento agrario y guerrilla (1965-1965), Tomóchic: la revolución adelantada.