Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 18 de agosto de 2018.- De cierta manera y en algunos períodos tras la promulgación de la Constitución de 1917, la no reelección ha sido un mito.
Reelegirse puede ser con otra persona como lo estamos viendo en Puebla en la controvertida elección de Martha Erika Alonso, esposa del gobernador saliente Rafael Moreno Valle, quien de paso se apropió de una senaduría.
Las fórmulas legales, los cómplices y el presupuesto lo han podido todo.
Felipe Calderón y su esposa Margarita Zavala lo intentaron durante meses, pero les falló el intento.
La reelección se ha dado a través de un partido que creó un sistema y que si bien cambió de personas a lo largo de ocho décadas, éstas llevaban imbíbitos los valores que les insufló ese sistema.
Era el mismo esquema con otro rostro y con otro nombre.
Y en los estados las dinastías han dejado abierto el camino para sus vástagos o parientes cercanos.
La reelección a futuro.
Lo vemos ahora con Alfredo del Mazo en el Estado de México con dos miembros de su familia, en ese caso con el mismo nombre, en su lista anterior; a los Yunes apoderados de municipios y en busca del poder del estado que no quieren soltar; a los Moreira en Coahuila; al ex gobernador Manlio Fabio Beltrones, haciendo tiempo para que su hija se apodere de la gubernatura en Sonora, como en su momento lo hizo Pavlovich hija de una política del PRI que recorrió varios puestos, a su vez impuesta por Beltrones.
Hubo otros casos como los Rojo Gómez y Lugon en Hidalgo cuya dinastía para reelección incluyó cuñados y otros parientes, et al.
Del sufragio podemos abundar con los cuantiosos fraudes que se han cometido y que solo ha sido efectivo para los que cometieron esos fraudes.
El caso de AMLO respetado ante el impacto de la votación y otros, son una novedad en este momento, aunque ya se está viendo el avorazamiento para revertir, de algunos congresos controlados por el PRI.
Traición a la no reeleción es un hecho; se ha repetido por décadas
Cuando Francisco Ignacio Madero lanzó su famosa consigna Sufragio efectivo, no reelección en su Plan de San Luis, no se imaginaba que aparte de la traición del asesino Huerta, a los pocos años su frase iba a ser trastocada por el jefe del maximato.
En 1927, Plutarco Elías Calles le quiso dar la vuelta a la Constitución presionado por Álvaro Obregón, y aceptó que tras un período un presidente podía ser reelecto.
En 1928 se reinstaló la no reelección y en 1933 se consolidó la reforma actual.
Obregón pagó cara su intención de reelegirse.
Ahora, el presidente de la República y los gobernadores no pueden ser reelectos en ningún caso según los artículos 83 y 116 de la Carta Magna.
En los dos casos las cosas no han cambiado, al menos legalmente porque en la práctica ocurre lo apuntado arriba.
Con la reforma del 2014, podrán ser reelectos en el siguiente período, los senadores por dos veces y los diputados por 4 veces, 12 años más para cada uno, a partir del congreso votado en las elecciones de 2018.
Un regalazo para el legislador que logre ser reelecto ¿y que ganará el pueblo? Lo que ya es un hecho es la reelección de los presidentes municipales 1380 buscaron la reelección este primero de julio, lo que crea un contrasentido cuando la Constitución sostiene que el municipio libre es la base de la división territorial y de la organización política y administrativa de los estados, artículo 115, y que por ello debería de ser el más acucioso defensor de la no reelección.
Ya nos imaginamos en la CDMX convertidos en añosos caciques de espolones a los especies de Toledo, Luna, Romero y otros por el estilo, que con menos tiempo en las delegaciones ya lo eran.
Carlos Montemayor y el regreso.
Reelegirse es no irse o regresar.
El regreso, Colección Las llaves de Urgell y otras historias, Diana Literaria 1990, es un breve relato de Carlos Montemayor sobre la vejez, el fracaso y el anhelo de regresar a lo que fue.
Así están los partidos que se aferran al regreso y que en su vida de poder también lo hicieron a través de la reelección.
Los relatos de Montemayor son fantasía, letras que se aposentan en lo extraño, en nombres que recuerdan otros pueblos, otras vidas, letras que recuerdan a Borges.
Pero él también abordó la cruda realidad del pueblo mexicano, sobre todo el indígena cuya causa defendió en su lucha como activista y promotor de sus lenguas.
En este relato, Ashahl-Muslim-Iddan, el profeta ciego, está agonizando sumido en la soledad y el silencio; todo está perdido para él e intenta reconstruir su vida en los recuerdos y volver a donde había estado.
En su imaginación lo único que le queda, ve a otro igual a él, que le recuerda lo que fue y que intenta llevarlo a aquel lugar añorado.
Al lugar del que fue inútil salir.
Y muere para llegar como algunos que se aferran al pasado, a su ansiedad, a su angustia.
Carlos Montemayor, hombre de muchos aspectos, además de escritor fue traductor, miembro de número de la Academia de la lengua mexicana, gestor en la defensa de los desvalidos y en su biografía también se asienta su actuación aficionada por la ópera.
Hombre comprometido, Montemayor murió en febrero de 2010, en plena creación.