La Constitución de 1854 y la crisis de México
CIUDAD DE MÉXICO, 16 de octubre de 2018.- La disputa por las aguas nacionales se inició el día de ayer, aunque temporalmente se haya suspendido la medida; los trámites siguen. La gente no ha tomado conciencia a fondo de lo que está pasando. Acostumbrados al agua, como sucede con el aire que respiramos, no hemos tomado en cuenta que decir agua, es decir vida. El cuerpo humano tiene 75 por ciento de agua al nacer y después se reduce el porcentaje sobre todo en los adultos, a alrededor de 60 por ciento. Los porcentajes que circulan en el cuerpo dependen del órgano y su colocación. Y así mientras los músculos concentran 75 por ciento, los riñones y la sangre tienen 83 por ciento. Dejar de tomar agua es morir y disminuirla es generar graves crisis que pueden acelerar esa muerte. Todo dicho por expertos y recopilados en ensayos, enciclopedias y datos de alerta a la población.
Las mujeres, las más afectadas por la privatización del agua
Como tema, el agua trasciende a todos los sectores y a las expresiones políticas, económicas, culturales y sociales de un país. En una excelente información manejada por Karen Castillo en Sinembargo, se analiza el control que se ejerce sobre el uso del agua, no de las instancias políticas o económicas, sino en el entorno doméstico de parte de las mujeres; es por el hecho irreductible de que son las mujeres en el mundo las que tienen en sus manos el control del agua doméstica y son ellas las que la usan, disponen y surten en muchos casos el líquido, con un esfuerzo de camino y peso en cubetas y tambos. En esa división que se creó entre hombres y mujeres y que aún se ejerce pese al repunte de las mujeres en la vida cotidiana de la política, la academia y los negocios, un alto porcentaje todavía vive para la vida doméstica y es ahí donde entra el control del agua. Las mujeres tendrían alrededor de 20 razones para ese manejo contra tres de parte de los hombres en una familia. Eso lleva a la conclusión de que las más afectadas por la falta de agua serán las mujeres y en ese universo de uso, finalmente, la sociedad en su conjunto.
Empresas privadas se quedarán con una parte de la vida del país
Cualquier persona o empresa puede llenar los requisitos impuestos por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y hacerse de “concesiones y asignaciones de aguas nacionales superficiales, subterráneas, permisos de ocupación de terrenos federales administrados por Conagua, permisos de descarga de aguas residuales y transmisión de derechos de título, entre otros trámites” y convertirse en el extractor de la vida de millones de mexicanos. La medida considerada anticonstitucional por expertos, en realidad favorecerá a los grandes consorcios mineros, a los hoteleros, a la producción privada de alimentos y a otros sectores que se apropiarán de un recurso que debe de ser para todos los mexicanos. Las leyes de la materia tienen un antecedente farragoso desde 1857, con la constitución juarista, pero en algunas de esas normas siempre florecieron los dos conceptos que nos protegían: inalienable e imprescriptible. Las reformas fueron bamboleando el uso del agua y los cambios constitucionales y sobre todo la reforma a la Ley de Aguas Nacionales de 2004 -en la época foxista-, flexibilizaron más el apoderamiento del líquido lo que ha llevado a la situación actual, en la que la antigua disponibilidad del agua por parte del ejecutivo, la tomó muy a pecho Peña Nieto y firmó los recientes contratos de concesión de cuencas. Se habla de concesionar hasta el 70 por ciento de esas cuencas. Infame y criminal.
El agua, el alma
En su relato El niño y el agua (Platero y yo, Club joven Bruguera 1981) el poeta Juan Ramón Jiménez premio Nobel de literatura 1956, contempla a un niño extasiado por el agua, “y el agua le pone en la mano un tembloroso palacio de frescura y de gracia”; arrobado, su alma parece irse con la claridad de aquel fluido. Y el poeta dice: “Platero, no sé si entenderás o no lo que te digo; pero ese niño tiene en su mano mi alma”.