¿A quién corresponde defender?
Paradójicamente, la tragedia de hoy sí es responsabilizar de la negligencia del Estado.
CIUDAD DE MÉXICO, 29 de enero de 2019.- Cuando 49 niños de la Guardería ABC, de Sonora, perdieron la vida a causa de un incendio, el entonces opositor, López Obrador y todo su aparato propagandístico culparon al presidente Felipe Calderón a quien, en un grosero acto de uso político de la tragedia, exigieron su renuncia
Cuando 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa fueron secuestrados e incinerados por un grupo delictivo, identificado como Guerreros Unidos, el opositor López Obrador y su aparato político y clientelar culparon al Estado, al presidente Enrique Peña y por años medraron con la tragedia con fines político electorales.
En ninguno de los dos casos anteriores se probó responsabilidad directa del Estado pero los opositores de entonces sacaron la mayor raja posible a través del engaño, la calumnia y hasta la difamación.
Incluso hoy siguen medrando con el crimen de los 43, con ayuda del propio gobierno federal, encabezado por López Obrador.
Hoy, frente a la nueva tragedia –que costó por lo menos 71 vidas y decenas de heridos– queda exhibida la ruindad de los antaño opositores a los que sólo importó la renta política de la tragedia y que, hogaño, son culpables de todo lo que falsamente acusaron a los gobiernos de Calderón y Peña.
Y es que, paradójicamente, la tragedia de hoy sí es responsabilizar de la negligencia del Estado.
¿Dudan que fue el Estado…?
1.- Como todos saben, el desabasto de combustible fue ordenado por el jefe del Estado, por el Presidente López Obrador, cuya decisión enfrenta, incluso, un juicio de amparo.
2.- El desabasto de gasolina ordenado por el jefe del Estado ocasionó caos, crisis económica y desesperación en estados, municipios y pueblos que, literalmente, se paralizaron sin combustible
3.- Luego del descontento sociales y del reclamo de gobernadores, el Presidente ordenó reabrir los ductos de gasolina.
4.- Pero resulta que ni el director de Pemex, ni la secretaria de Energía, ni el titular de la Sedena y menos el de Seguridad Pública entendieron que reabrir ductos suponía revisar fugas o pinchazos realizados en el tiempo en que los ductos estaban fuera de servicio.
5.- Ese fue el caso de la fuga en Hidalgo, a la que acudieron familias completas para obtener gasolina; unos por necesidad, otros llevados por la fiebre del robo de combustible en la zona.
6.- Muchos dijimos en muchos espacios y en distintos tonos que era cuestión de tiempo para ver una tragedia. ¿Por qué? Porque la población en general ignora el riesgo de la manipulación de la gasolina.
7.- Incluso, el mismo Presidente ignoraba “lo que es la molécula de gasolina”. Pocos ciudadanos conocen los elevados riesgos de la manipulación de un combustible altamente inflamable como la gasolina.
8.- A nadie en el gobierno federal; Pemex, Sener, Sedena, Seguridad Pública y Protección Civil se le ocurrió hacer una campaña para alertar a la población sobre el altísimo riesgo que significa la manipulación inadecuada de gasolina.
9.- Al lugar de la fuga acudieron militares y policías que nunca intervinieron a pesar del altísimo riesgo. Y no era cuestión de usar la fuerza, sino la razón. Debieron impedir que a gente se aproximara al lugar, mediante un cordón de seguridad.
10.- Pocos saben que los vapores de gasolina inician la combustión sólo con la estática –la chispa–, que provoca frotar el cabello, el roce de ropa sintética y hasta el calor de un zapato en contacto zacate seco. Nadie advirtió de eso a los ciudadanos de ese grave peligro.
11.- En efecto, muchas víctimas pudieran se huachicoleros, pero sin duda otros tantos fueron ciudadanos arrastrados por la ambición de una actividad ilícita que, el propio jefe del Estado, califica como “travesura”. Pueblo travieso que paga con su vida la travesura y Presidente irresponsable que no usa las palabras adecuadas
En efecto, a las más de 70 víctimas las mató la negligencia del Estado; negligencia de los propios ciudadanos que, por ya lo olvidaron, son no sólo parte del Estado sino la principal razón del Estado.
Al tiempo.