Dos meses de huelga, miles de asuntos pendientes
CIUDAD DE MÉXICO, 1 de marzo de 2019.- Con el estigma de corrupción que le heredó el peñismo, mismo que lo tiene en su nivel más bajo de aceptación popular, el PRI está en riesgo de perder su registro en las elecciones del ya muy cercano 2021.
Pero puede tener avisos más cercanos este mismo año de esa caída libre que sufren los tricolores.
Un ejemplo: en Baja California MORENA postulará al empresario Javier Bonilla que enfrentará con altísimas posibilidades de ganar a lo que resta del PAN.
Del PRI aseguran en esa entidad fronteriza que si su candidato a gobernador es de un perfil como el de Enrique Acosta Fregoso, abogado conocido como “el trampitas” seguramente no ganarían ninguno de los cargos en disputa y el riesgo de perder su registro localmente casi se da como un hecho.
Para tratar de realizar la hazaña de recuperarse ante la ciudadanía del estigma de corrupción que le dejaron casos como La Estafa Maestra o la fallida obra del tren México-Toluca que deja deudas millonarias y finalmente no terminará de construirse en muchos años, el PRI necesita presentarle a la ciudadanía el rostro de un dirigente al que no le puedan imputar acto de corrupción alguna.
Una cara como la del doctor José Narro Robles que proyectaría sin duda alguna un deseo genuino de reconstruir al partido para regresarle su capacidad de organizar la demanda social.
Los sindicatos del PRI viven tiempos de agotamiento y extinción en algunos casos.
No hay una política clara para acercarse a jóvenes, mujeres y segmentos de la población que demandan compromisos positivos y creíbles para resolver su crítica problemática.
El doctor José Narro publicó en el diario La Jornada un texto que por muchas razones me parece pertinente.
En ese texto el ex rector de la UNAM explica las razones que lo llevaron a decidirse a competir por la dirigencia nacional del PRI.
La fórmula que acompañaría a José Narro pudiera surgir entre tres mujeres que, sin duda, representan a un PRI que está dispuesto no solo a recuperarse, sino a volver a ser ganador.
Son la senadora Sylvana Beltrones, la ex gobernadora yucateca Ivonne Ortega Pacheco y la veracruzana Lorena Piñón.
No se cierra necesariamente en esos tres nombres la posibilidad de que Narro pudiera lograr otra participación femenil en su fórmula.
Pero por lo pronto allí están esos tres nombres en el tapete del ex rector de la UNAM.
Reproduzco a continuación dos párrafos del texto que publicó Narro en La Jornada y que me parecen pertinentes e impecables:
“He tomado una decisión personal: la de dar por concluida en esta etapa mi relación académica con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). No digo renunciar, porque a la universidad no se renuncia; no digo salir, porque como lo he señalado en numerosas oportunidades, cuesta mucho trabajo entrar a la UNAM, pero resulta imposible salir de ella. Lo hago por muchas razones que doy a conocer. Antes quiero reiterar algunos conceptos”.
Y después continúa diciendo:
“Durante las últimas semanas, mi nombre se ha mencionado como uno de los que podrían considerarse para participar en el proceso de elección de la dirigencia de mi partido, el Revolucionario Institucional. A pesar de que todavía no se definen totalmente las formas, condiciones, plazos y procedimientos que se seguirán en el proceso, para actuar con libertad y no afectar en lo absoluto a mi universidad, he tomado la decisión de dar por concluida la más maravillosa etapa de mi vida profesional, de cerrar la que más orgullo me ha proporcionado para emprender con toda determinación otra que da satisfacción a mi vocación de servicio. Lo hago con la convicción de que la democracia mexicana y el sistema de partidos deben fortalecerse. A todos toca contribuir a fomentar la confianza en la política y sus instituciones a pesar de que se tengan que sacrificar querencias y comodidades, a pesar de correr el riesgo de enfrentar incomprensiones y reproches.”
Pues Narro parece que va poniendo todo su resto en juego.