Economía en sentido contrario: Banamex
CIUDAD DE MÉXICO, 7 de marzo de 2019.- Aquí lo dijimos desde los primeros abucheos a gobernadores.
Dijimos que el presidente Obrador era un maestro de la humillación política. Y dimos ejemplos de antaño y hogaño.
Por ejemplo, cuando Obrador era jefe de gobierno del DF, entregó la titularidad de la codiciada secretaría de Obras Públicas al brazo derecho de Cuauhtémoc Cárdenas, Cesar Buenrostro, hoy fallecido.
¿Pero qué creen? Que el trabajo real de la dependencia se lo encomendó a su incondicional Claudia Sheinbaum. Buenrostro fue humillado y no pasó de florero.
También en el gobierno de López Obrador, en el DF, Obrador derribó de la dirigencia del PRD a Rosario Robles mediante una fea humillación orquestada por Carlos Payán –el jefe real de La Jornada–, quien acusó de corrupta a Robles. La persecución y humillación de Rosario sigue hasta hoy.
En las presidenciales de 2006, López Obrador entregó la coordinación de su candidatura presidencial a Jesús Ortega, el jefe de Los Chuchos. ¿Pero qué creen? Que en la práctica Ortega también se quedó en mero florero.
Y antes de julio de 2018 la madre de todas las humillaciones fue la destrucción del PRD, ordenada por López Obrador luego de la derrota presidencial de 2012 y una vez que el tabasqueño fundó su partido, Morena. La instrucción fue lapidaria y contundente; destruir al PRD. Hoy casi lo logra.
Ya como presidente, López Obrador humilla todos los ciudadanos en las mañanas; pero sobre todo humilla a ciudadanos y reporteros de la fuente presidencial.
Y es que al mentir por sistema y al no permitir la interpelación de los reporteros –además de sembrar preguntas a modo con verdaderos paleros–, Obrador no sólo humilla a los informadores profesionales que asisten a las mañaneras sino que los convierte en aplaudidores de su propaganda.
Pero la humillación mayor es a la sociedad toda; esa que todas las mañas es engañada con la supuesta apertura del gobierno pero que, en los hechos, no encuentra más que con propaganda tempranera.
En el fondo, las supuestas conferencias de prensa mañaneras no son más que un grosero instrumento para humillar al sistema político todo; al Estado y a sus instituciones.
¿Lo dudan?
Todos los días Obrador llega a sus mañaneras con un fusil listo para disparar a tal o cual adversario. Sin pruebas y sin medir consecuencias, Obrador difama, calumnia, humillar y miente.
Y los objetivos son tanto periodistas como medios; empresarios y empresas, ONGs, órganos autónomos, gobernadores, dirigentes políticos y empleados federales a los que –por cierto–, López Obrador humillo al reducirles el salario. ¿Qué mayor humillación que la reducción salarial por decreto?
A todos por igual los descalifica, persigue y sataniza. Y, pobre del que no se pliegue ante el nuevo Dios, porque es perseguido a través de una fiscalía vengativa.
Por eso las preguntas: ¿Por qué López Obrador y su partido, Morena, no habrían de humillar en la plaza pública a los gobernadores, si en las mañaneras el presidente humilla a todo mundo? ¿Es una forma de sometimiento político y de humillación política?
Hasta hoy, el abucheo en la plaza pública, frente a Obrador, alcanza a 12 mandatarios estatales. Para fortuna dos de ellos han respondido con gran dignidad; el gobernador de Guerrero y el de Colima. El primero le exigió respeto al presidente y el segundo retó a los abucheadores.
Pero hay más. La mayor humillación de todas está en puerta.
Sí, llegó al Congreso disfrazada de iniciativa de reforma constitucional y pretende reducir las prerrogativas de los partidos políticos, hasta 50 por ciento. ¿Qué significa la propuesta?
Poca cosa, se trata de la muerte anunciada de los partidos. ¿Por qué?
Porque, como saben, si bien el gobierno de López Obrador y Morena llegaron al poder mediante la legislación vigente y utilizando el dinero público a manos llenas –además de que Obrador contó con carretadas de dinero negro–, hoy el nuevo gobierno pretende matar de hambre a los partidos.
Y es que ante el grosero clientelismo que con dinero público despliega el gobierno, Morena no requiere prerrogativas paga ganar votos. En cambio todos los partidos morirán sin dinero.
En pocas palabas, asistimos a otro intento por aniquilar a los partidos; un paso más en dirección a la reelección y un nuevo golpe a los contrapesos.
La humillación como venganza y sometimiento; el uso del dinero público para ganar votos y doblar por hambre a los adversarios.
¡El dictador se quitó la careta…!
Al tiempo.