Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
CIUDAD DE MÉXICO, 16 de marzo de 2019.- Muchos argumentan que la debacle del Partido Revolucionario Institucional (PRI) empezó en el momento justo cuando confirmaron a José Antonio Meade como candidato a la Presidencia de la República y consagrada la hecatombe con el avasallador triunfo de Andrés Manuel López Obrador que le permitió conseguir su sueño de ser presidente de México.
Sin embargo, el PRI está desorientado -sin rumbo- desde una década atrás, por lo que recientemente es el resultado de una cadena de consecuencias desafortunadas que han minado al otrora hegemónico partido de partidos.
En esta segunda entrega semanal de cuatro, en mi opinión como consultor especializado en comunicación política, sintetizo los tres momentos cruciales en el que perdió el rumbo el PRI por lo que todavía no encuentra el camino para reorientarse por lo menos a la reconstrucción, más difícil se avizora el panorama que en el mediano plazo pudiera darse una real y profunda reflexión estructural para analizar su gran crisis existencial.
PRIMER RUMBO PERDIDO
La magistral estrategia que se diseñó en 2004 para ejecutarse al siguiente año en dos vías para la candidatura de Enrique Peña Nieto -para que fuera el gobernador del Estado de México en 2005 y presidente de México en 2012- provocaría encausar al PRI hacia un solo objetivo; dejando a un lado la construcción de estructuras sólidas, así como la formación de nuevos cuadros, ambos con miras de largo plazo. La maquinaria estuvo bien aceitada para correr el tramo presidencial, logrando recuperar la Presidencia de la República; sin embargo la máquina no serviría para transitar en otras rutas por lo que empezaron a perder posiciones estatales, ni que decir las locales.
SEGUNDO RUMBO PERDIDO
La famosa institucionalidad que formó al hegemónico partido de partidos cobró su factura ochenta años después. Cambiaron en varias ocasiones de piel priista, incluso de tonos, pero jamás su esencia sin percatarse que la sociedad mexicana cambió drásticamente en las últimas dos décadas (por ejemplo, de núcleo familiar tradicional cerrado a nuevos modelos nucleares sociales abiertos). No fue la llegada de personajes tan patéticos como Enrique Ochoa a la máxima dirigencia nacional, sino la institucionalidad e incluso el miedo a perder sus cotos provocando callar voces de peso como Manlio Fabio Beltrones, Beatriz Paredes, Humberto Moreira o hasta el mismo Miguel Osorio Chong. Ahí fue la estocada final.
TERCER RUMBO PERDIDO
Tras el triunfo avasallador de Andrés Manuel López Obrador los priistas no saben qué hacer con su priismo que tanto les pesa. Mientras las bases están frustradas porque sus líderes cupulares no hacen nada para salvar al partido, esos mismos dirigentes no se definen como opositores reales o nadar de muertito y -sin excepción- en las cinco entidades que van a campañas dentro de un mes, sus presidencias solo están buscando en cómo sacar provecho económico a costas de sus candidatos o vendiendo su alma al mejor postor, ya sean del Partido Acción Nacional (PAN) o del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA). Así no habrá futuro.
¿Podrá recuperar el rumbo el PRI?
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