Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 6 de junio de 2019.- ¿A qué le teme el presidente cuando de relacionarse con sus pares se trata?
Declinó, con pretextos, asistir a la cumbre de los líderes de las 20 principales economías del mundo.
Por el momento es el único presidente que ha anunciado que no irá a Osaka los días 28 y 29 de este mes.
Ahí se discuten temas importantes para el mundo y la ausencia de AMLO no favorece a México. ¿A qué le teme?
López Obrador se relaciona con sus subordinados en el gobierno, en Morena, y con quienes están debajo suyo en la escala de mandos políticos, como los gobernadores y presidentes municipales.
Sin embargo rehúsa entablar un diálogo serio, de igual a igual con sus pares.
Se siente cómodo en un atril para dar una conferencia o un discurso. O reunido con quienes le dicen a todo que sí. O se toma la foto con un homólogo en una reunión protocolaria donde se sonríe con unas cuantas frases hechas, de buena voluntad y deseos de paz.
Pero discutir ideas, en un plano de igualdad para entender o convencer, nomás no.
Una lástima, porque Osaka era una buena ocasión para estrechar lazos y darse a conocer él en lo personal con líderes de potencias de primer nivel. En esa liga jugamos.
No somos un país pequeñito, sino que nos convocan a Osaka por estar entre las primeras 20 economías del planeta. Ese es nuestro nivel, y nos rebajamos solos.
El presidente que todos los días dice que a los exabruptos de Trump hay que encararlos con “diálogo, diálogo y más diálogo”, se niega a ir a Osaka donde se podía dar ese diálogo.
¿En qué quedamos? ¿Queremos diálogo o no queremos diálogo? Ahí había una ocasión excelente para un encuentro AMLO-Trump, si lo que queremos es en verdad conversar.
No, que mejor vaya Ebrard y que lo acompañe Urzúa. “Voy a estar bien representado por ellos”.
Ni Ebrard ni Urzúa son jefes de Estado, por lo que no podrán entrar a las reuniones de los presidentes. Nos quedamos fuera. Sólo México no entrará al diálogo y la discusión entre pares porque su presidente declinó asistir.
La excusa que puso López Obrador para no ir a la cumbre del G-20 fue que “no es pertinente, para evitar confrontaciones” con Trump por los diferendos comerciales.
Y el 13 de mayo, antes de que se presentara el problema de la amenaza de aranceles lanzada por Trump, había dicho que tal vez no iría a Osaka porque había “mucho trabajo aquí”.
Primero, ¿cómo que confrontar? ¿No que había que dialogar, dialogar y dialogar?
Y en todo caso se puede dar una confrontación de ideas, de altura, sin necesidad de romper relaciones diplomáticas con nadie.
El presidente ha señalado que es un hombre de convicciones, por lo que seguramente tiene una idea de cómo está el mundo y hacia dónde debe ir. Ahí estaba el foro, en el G-20, para expresarlo y contribuir como integrante de un país grande en esa discusión.
La otra excusa: hay mucho trabajo aquí. Por supuesto, pero somos parte del mundo, tenemos un peso, y el planeta es demasiado importante como para dejárselo todo a las decisiones de Trump, Xi Jinpin y otros 17.
Hablar, escuchar, discutir, hacer contactos, estrechar cooperación con algunos países. Eso es parte del trabajo de un presidente. Especialmente del presidente de un país grande, como México.
Con esta decisión se da la imagen de que a nuestro mandatario le incomoda el mundo. Que vaya Ebrard. Que lo acompañe Urzúa. Yo no me quiero confrontar.
Con los científicos lo mismo: que no viajen pues las cosas se pueden hacer por internet.
Que los alumnos de excelencia no vayan a olimpiadas de conocimiento porque los niños de la Tarahumara no pueden viajar.
De seguir en este camino entraremos en un tobogán de aislamiento, en el que nos iremos haciendo chiquitos.
México, con todos sus defectos e insuficiencias -quién no los tiene-, es un gran país. De los 20 más fuertes del mundo. Y nuestro presidente debe estar a la altura para representarnos y poner sobre la mesa su punto de vista.
Tomar partido en los grandes temas internacionales y argumentar, establecer alianzas para promover el interés nacional o su visión del mundo, es parte del trabajo de un presidente.
Salvo, claro, que se opte por encerrarse en un discurso doméstico y no haya una idea de cuáles son los desafíos de la economía global, del cambio climático, de la robotización, del avance del populismo y los nacionalismos, la migración, la amenaza de una guerra fría comercial…
¿Cuál es nuestra posición? Nos aislamos. Ojalá cambie de opinión en las siguientes ocasiones.