Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 10 de junio de 2019.- Los enterados ubican el dato el 20 de mayo pasado.
Era el matrimonio de la hija del abogado Juan Collado y la constelación política estaba representada por todos los partidos.
Y ahí, entre plática, bromas y veras, Enrique Peña Nieto presentaba a su nueva pareja y hablaba de política y del partido por el cual fue presidente y al cual dejó en la nada.
El PRI.
El tema natural en la conversación de todos ellos fue la sucesión en esa antaño fuerza política dominante, única, partidazo…
-He decidido dar mi voto Alejandro Moreno -dijo a una ex secretaria de Estado suya.
-¿O sea?
-Sí, mi voto va por Alito…
Y luego vinieron las juntas, las reuniones -la principal de ellas en la Casa de gobierno de Toluca, como antes hubo una para José Narro Robles-, las discusiones, los análisis y una conclusión:
-Tiene el vigor juvenil que necesita nuestro partido.
Hoy veremos cómo se encarrila institucionalmente esa decisión… con una condición, en la cual trabaja el propio gobernador de Campeche: unidad.
HISTORIA DE DESACIERTOS
La saga es enorme.
Desde julio de 2018, tras el estrepitoso fracaso, muchos priístas llamaron a reformar el PRI.
Lo primero era cambiar de dirigente.
Pero se fue el guerrerense René Juárez Cisneros y en su lugar pusieron a Claudia Ruiz Massieu, cuya conducción va de negativa a peor.
En ese ambiente, en agosto del año pasado, los pocos gobernadores sobrevivientes del PRI plantearon un cambio de rumbo hacia las elecciones de 2019.
-Que sea Alejandro Moreno, Alito -convinieron.
Pero luego la nomenklatura familiar de la señora Ruiz Massieu intervino y todo se fue a la basura: ella terminaría su período para el cual fue designada.
Forma eufemística de obligar su permanencia hasta septiembre de 2019, fecha en la cual Manlio Fabio Beltrones debía rendir cuentas.
Ni reglamento ni estatutos pueden alargarse más.
Este lunes se decidirán muchas de las reglas con las cuales se elegirá al nuevo presidente del PRI, lo cual pasa por el árbitro del proceso.
¿Y GONZÁLEZ FERNÁNDEZ?
Será, salvo sorpresa, José Antonio González Fernández.
Hombre de currículum priísta: diputado federal, procurador general de la república, presidente del PRI y secretario de salud, entre otros cargos.
Como dirigente nacional, condujo el proceso en el cual se impuso a Francisco Labastida sobre Roberto Madrazo en 1999 para las elecciones del 2000.
Primera derrota federal del PRI.
La maquinaria está lista para designarlo presidente de la Comisión de Procesos Internos y desde ahí manejar la antes llamada “consulta a la base militante”.
Con mil problemas, porque los padrones no coinciden -uno habla de seis millones, otro de millón y medio y cientos de miles reclaman su afiliación- y no hay garantía de limpieza.
Las posiciones chocan: los seguidores de Alejandro Moreno Alito insisten en tomar en cuenta a los recién inscritos.
Sus oponentes -José Narro, Ivonne Ortega, Lorena Piñón, Ulises Ruiz, José Ramón Martell- tienen distintas posiciones.
Acaso el mejor planteamiento sea el de Lorena:
“No pueden haber militantes de primera o de segunda, o con derechos o sin ellos. Prohibir que voten es traicionarlos. Prohibir que voten es invitarlos a renunciar”.