Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
CIUDAD DE MÉXICO, 9 de julio de 2019.- Uno de los recursos discursivos preferidos del presidente mexicano, de todo su gabinete, de su partido, sus gobiernos estatales y sus legisladores, es culpar de todos los fracasos de su gobierno y de los males del país, al pasado; a los gobiernos que lo antecedieron.
Dice, en todos los tonos y todos los foros que dejaron un cochinero, un tiradero, un país en ruinas y sin ninguna prueba y sin pudor destruye todo a su paso con el cuento de la corrupción.
Lo peor del caso es que la estratagema de culpar al pasado y a los adversarios –ese fue el recurso preferidos del propagandista de Hitler, Joseph Goebbels–, empieza a mostrar signos de agotamiento y la prensa internacional como algunas encuestas ya cuestionan la contradicción entre la popularidad presidencial y la inocultable ruina del país.
Es decir, en buena parte del mundo se preguntan si los mexicanos son masoquistas o, incluso, si padecen el Síndrome del Estocolmo ya que muchos siguen adorando a su verdugo, el presidente Obrador.
Sin embargo, más allá de las distintas y diversas opiniones, la realidad sigue mostrando su terquedad, como siempre. ¿Lo dudan?
Vamos a suponer, por un momento, que tienen razón el presidente mexicano y todos sus aplaudidores y que, en efecto, todos sus antecesores dejaron al país en la peor crisis de la historia.
Vamos a imaginar que todos los anteriores gobiernos han sido los más corruptos de la historia, los más ineficaces y, sobre todo, los menos eficientes.
La realidad, sin embargo, riñe con los buenos deseos del presidente mexicano, pelea con sus coristas y, sobre todo, contradice sus logros.
¿Por qué?
Porque ningún presidente, en la historia democrática de México, había llegado al puesto con tanto poder y tanta aceptación como Obrador. Pero tampoco ninguno de todos esos presidentes había fracasado tanto en tan poco tiempo. Y si lo dudan, basta ver que son negativas todas las variables que hacen eficaz a un gobierno.
Vamos a los ejemplos.
La seguridad y la violencia es la peor en la historia de todos los presidentes y de todos los tiempos. En sólo siete meses en México han sido asesinados de manera violenta más de 20 mil mexicanos; una cifra histórica que rebasa por muchos a los violentos gobiernos de Calderón y Peña, a los que durante más de una décadas cuestionó el hoy presidente Obrador.
Es decir, que si en materia de seguridad han sido malos todos los anteriores gobiernos, López Obrador es peor que todos.
La misma situación se repite en materia de creación de empleo, en donde el mal gobierno de Peña Nieto creó la friolera de cuatro millones de empleos en seis años, mientras que Obrador ha perdido casi un millón de puestos de trabajo. ¿No es peor el gobierno de López Obrador ?
Y podemos revisar una a una las variables económicas y veremos que el capital externo dejo de llegar, que los empleos dejaron de crearse, que el turismo se paralizó, que decenas de empresas están cerrando, que cayó la recaudación y que la confianza en el consumidor dejó de existir.
Y no se diga la respuesta oficial –del presidente mismo–, a las posturas persecutorias del gobierno norteamericano contra los mexicanos que viven allende la frontera norte. Resulta que en un acto de total irresponsabilidad y de sumisión, como nunca se había visto, Obrador practica lo que ya es motejado como “cobardía de Estado”; absoluta sumisión, al grado de que México ya es, oficialmente, el muro de Trump contra los migrantes. ¿Y de qué sirvió si nos metieron aranceles al acero.
El presidente mexicano también prometió combatir la corrupción, pero las evidencias son contundentes; hoy funcionarios federales piden “moches” de 30 y hasta 40 por ciento del valor de la proveeduría del Estado. ¿Por qué es mayor corrupción?
Por una razón elemental; porque los servidores públicos hoy ganan un salario menor, lo que desató al alza el costo de las corruptelas. Todo ello sin contar con la desaparición de las licitaciones, lo que convirtió al de Obrador en el gobierno con más “moches”, “transas”, dinero “por debajo de la mesa”.
En efecto, todos los gobiernos anteriores al de López Obrador pudieron haber si muy malos, pero los hechos confirman, a siete meses de iniciado, que el de López Obrador es peor que todos.
Pero la ineficacia es mayor cuantos más instrumentos para el cambio positivo tiene un gobierno.
¿Cuántos presidentes han tenido su partido propio, subordinación total de las cámaras de diputados y senadores; cuantos habían tenido la mitad de Ministros “carnales” de La Corte; cuantos habían tenido a sus pies 17 congresos locales, 30 millones de fieles, una aceptación de más del 50% del electorado y el control total de los gobiernos estatales, además de casi todos los medios bajo su puño?
Si con todo ese poder nada sale bien en el gobierno de López Obrador, entonces es el peor gobierno y el peor presidente de la historia. ¿O no?
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