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OAXACA, Oax., 13 de julio de 2019.- Un día desperté pensando: qué es el amor sino el espíritu de un perro amarillo.
El amor no es un Espíritu Santo, es un espíritu de tierra, de polvo: es el espíritu de un perro callejero.
Pero no es materia, es espíritu en un mundo material.
Hasta la Biblia quiere que amemos como aman los perros amarillos.
Corintios dice, refiriéndose al amor: «No es envidioso, orgulloso ni jactancioso; todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera , todo lo soporta…»
Pareciera que describe a un perro amarillo.
Hay quien afirma que los sueños están bajo el imperio de los sentidos, los sueños no forman parte del mundo material. Alguien podría alegar que los sueños tienen que ver con la razón.
Yo le respondería que los sueños habitan la dimensión de la sin razón.
Una noche soñé:
S y L eran perros: L era una perra dorada.
S un perro negro, de barro negro.
No tenían ladridos. Tenían silencios, distintas clases de silencios.
Por mencionar algunas formas: temblorosos, rígidos, dulces, amargos, finos, toscos, sutiles, peligrosos, cortos y prolongados silencios.
Se comunicaban con silencios.
No tenían sudores ni babas, tenían perfumes.
Entre S y L no se reconocían por su color, se reconocían por su perfume.
A pesar de que se olían y estaban en constante comunicación vivían distantes; hasta que una bandada de pájaros a los cuales S y L alimentaban los empezó a perseguir, ambos se dieron cuenta que los pájaros pretendían arrancarles los ojos.
(Eran los pájaros del deseo)
Finalmente los pájaros los enredaron en un carrizal y ahí los atacaron.
S y L terminaron sangrando, con dos pozos donde antes tenían los ojos, los pájaros del deseo los dejaron ciegos.
Se cumplió la profecía: abundan pájaros del deseo, dales de comer y terminarán por arrancarte los ojos.
Un día llegó a manos de la real L este relato, lo leyó de corrido, tal vez se dio cuenta de que ella lo inspiró.
Lo volvió a recorrer de cabo a rabo con sus ojos de perra y masculló: ¡Pinche perro! Ni que me lo hubiese escrito el Gabo.
El relato sirvió para encender el boiler una mañana lluviosa.
Hoy desperté sudando. Con fiebres verdes, temblando. Me mata la incertidumbre de saber si un día el espíritu de un perro amarillo se cruzará en mi camino.
Flavio Sosa Villavicencio.