Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 15 de julio de 2019.- En varias de sus conferencias de prensa el presidente López Obrador ha señalado que la prensa gana dinero con criticar y ha referido columnistas –más de los que se puedan imaginar– que ganan más que el presidente de la república.
El único sistema político donde los periodistas ganan poco, son obligados a labores manuales como cortar caña y tienen prohibido ejercer la función primordial de la democracia: la crítica, son los comunistas como Cuba, Corea del Norte y Venezuela.
El problema central se localiza en el hecho de que los medios de comunicación escritos, radiofónicos y televisivos son empresas privadas y viven de la comercialización de su espacio. En los pocos medios públicos que quedan y los pocos periodistas que aún laboran ahí tasan sus salarios o venta de su trabajo en función de los tabuladores gubernamentales de la pobreza franciscana. Ahí, en esos medios, el presidente de la república como titular del poder ejecutivo puede determinar los salarios en función de sus recursos y los periodistas carecen de sentido crítico.
Pero la prensa en México es empresa privada. De los 18 diarios que se editan en Ciudad de México y tienen circulación nacional, sólo uno, La Jornada, es propiedad de periodistas. Los demás, el 94.5%, tiene estructura empresarial. Los grupos radiofónicos y televisivos también son propiedad 100% de empresarios. Y todos ellos reciben publicidad oficial como empresas privadas.
Peor aún: la famosa lista de periodistas beneficiados con contratos gubernamentales de publicidad durante el gobierno de Peña Nieto reveló que los columnistas comercializaron sus espacios digitales, igual que los dueños de los medios han comercializado sus espacios en prensa, radio y televisión: microempresas reguladas. Sólo que los ataques del presidente de la república van dirigidos sólo contra columnistas y no contra los dueños de los grandes medios que son los responsables de comercializar también espacios periodísticos.
Lo que en Palacio Nacional no han entendido aún es el hecho de que la crítica se convierte en un factor de comercialización. Y no es nuevo. Se trata del modelo Anti Trump: los grandes medios que fueron atacados por Trump vía twitter sólo profundizaron sus críticas contra el presidente, inclusive sin preocuparse de que fueran fake news. Pero con ello localizaron un nicho de mercado.
El The New York Times aumentó en 3 millones sus suscriptores digitales capitalizando sus críticas a Trump. El valor de la acción del NYT en Wall Street llegó a 50.64 dólares por acción en enero de 2002, bajó a 4.50 dólares en 2009, quedó en 13.35 en enero de 2017 en que Trump inició sus ataques y esta semana llegó a 36 dólares. El The Washington Post también se asumió víctima del autoritarismo del first twitterer of The United States (FiTOTUS) y logró salir del hoyo de caída de publicidad y ventas.
El modelo fue caracterizado por la ex directora del NYT Jill Abramson como El negocio de las noticias y la lucha por los hechos. Mercaderes de la verdad (The business of news and the fight for facts. Merchants of truth, primer trimestre de 2019, editorial Simon and Schuster), una recopilación de los casos específicos de BuzzFeed, Vice, NYT y WP y la forma en que capitalizaron los ataques de Trump con ataques a Trump y monetizaron su política editorial. En los hechos, hubo muchas violaciones a los estándares de credibilidad, equilibrio y verificación, pero el acoso de Trump llevó a los medios a usar el impulso de su adversario para aprovechar la crítica.
En México no es una forma nueva de convertir los ataques en recursos: viene desde Proceso en 1976. Los ataques de Echeverría, López Portillo, Zedillo y Fox a la prensa propiciaron una ampliación de la crítica en muchos medios, pasando del periodismo filial al Estado y al gobierno vía publicidad del largo periodo 1934-1976 a la crítica como forma de monetizar el periodismo. Si en los funcionarios del poder no hubo cargos de conciencia ni moralidad en usar la publicidad oficial como mecanismo de control de la crítica y del contenido de los medios, los columnistas y editorialistas –sobre todo– mantuvieron su enfoque crítico, hacia el 2003 instalaron sus páginas digitales comercializables y reprodujeron el modelo de los grandes medios.
La crítica vende publicaciones y espacios, y se monetiza bien. Inclusive, de manera lamentable, el NYT y el WP han demostrado que usar fake news también vende y esas dos catedrales del periodismo moral ha sido demolidas por el afán de sobrevivencia comercial.
Mientras las conferencias en Palacio aumenten sus dardos contra prensa y columnistas, la crítica contra el poder podrá construir un modelo comercial de sobrevivencia en un segmento importante de la sociedad que no aprueba al presidente en turno y que está dispuesta a comprar ejemplares o dar rating a medios electrónicos anti gobierno. Y no será necesario llegar a las fake news, sino simplemente criticar al poder que apenas tiene un tercio del padrón electoral.
Política para dummies: La política es la habilidad para usar los ataques del adversario como fuerza acumulada propia.
@carlosramirezh