¿A quién corresponde defender?
OAXACA, Oax., 24 de septiembre de 2019.- Existe un espacio generoso en la ciudad, una casona antigua, que, por estas fechas –viernes 20 de septiembre, Fundación Alfredo Harp Helú, Casa de la Ciudad, Porfirio Díaz y Morelos- abrió sus puertas a la exposición colectiva Del Temblor al arte, espacio para los creadores oaxaqueños que realizaron alguna producción artística posterior al sismo de septiembre 7 de 2017, en la región del Istmo de Tehuantepec.
Hablar del temblor del 7/17 resulta duro, sin medida: ningún hecho similar se registró en el estado de Oaxaca en por lo menos un siglo -8.2 grados, 28 mil replicas-, miles de casas derruidas, cientos de familias las afectadas: acaso el hecho de mayor impacto social fue del orden del lenguaje, poblaciones enteras se vieron en la necesidad de integrar nuevos vocablos al habla cotidiana, palabras como afectados, beneficiarios, censo, emergencia, reconstrucción, despensa; el sismo trajo la ruptura del lenguaje.
Y el arte, el tiempo que se abre entre lo mirado y la experiencia, aquella imagen que se forma en el interior, no se quedó paralizado.
Los artistas del Istmo, presurosos, acudieron a dar la mano al necesitado, por acá instalaron un centro de acopio, por allá apoyaron a las totoperas con hornos de comezcal, más allá las cantantes realizaron acopio de despensas, víveres, entregaron su canto.
Todos buscamos integrarnos al proceso de resiliencia que había ya iniciado el pueblo mismo, las familias que pasaron la noche en las calles, no una sino varias noches, con miedo a las réplicas. ¿Se podrá imaginar dormir con miedo a la casa misma, al domicilio propio, a la casa que tiembla? Nunca sabremos de ese miedo.
¿Se podrá imaginar, digo, pasar la noche en la calle a oscuras, entre los faros de los camiones del ejército? Juchitán fue una ciudad tomada por la emergencia.
Y el hambre y el frío y la noche; y los miedos al temblor, las piedras que ruedan, que se desprenden del muro y se vienen abajo, el techo, y a la policía, el hampa, el crimen; la delincuencia pues. Tiempos duros obligaron a medidas duras: si no te mataba una piedra te quitaba la vida la delincuencia. ¿Se podrá saber, digo, del miedo a escribir bajo el mismo techo inestable donde se amaron nuestros padres? ¿Dónde irá un hombre que teme a la casa de su infancia? No habrá lugar en el mundo para esa persona.
En diciembre de aquel negro año de la tragedia la subdirectora del Issste Cultura, la oaxaqueña Aná Cué, se comunicó telefónicamente a Oaxaca: ¿Qué hacemos por Juchitán? Fue la pregunta.
Los gafiteros de aquella población, los músicos, los artistas de aquel pueblo generoso enfrentaban la emergencia con los propios recursos de su imaginación, corrían en desbandada por la vida. ¿Quién apoya a los artistas callejeros en la emergencia? No eran dignos de la confianza del gobierno, las instituciones. ¿Y a los poetas, quién apoyaría a los poetas? ¿y a los niños músicos piteros?
La intervención de Ana Cué resultó providencial, se sumó a la iniciativa Michel Pineda, artista contemporáneo juchiteco –en ese tiempo director de Cultura municipal-, se sumaron los grafiteros, el maestro Demián Flores, Daniel Poeta Latas, Hommer, el maestro de pitu nisiaba (flauta de carrizo, música autóctona), Héctor Sánchez –homónimo del político-, todos se integraron en un colectivo sorprendente.
Ahora bien, para que exista el arte callejero se deberá contar con muros, paredes ´para pintar. No los había, o los que estaban en pie se mantenían fracturados por aquel sismo de la noche oscura. Y luz para hacer las pintas nocturnas no se contaba con la energía eléctrica ni para atender las necesidades básicas del hospital regional y el presidio (el palacio municipal, el mercado estaban derruidos).
Con valor y con pasión, con imaginación e irreverencia los artistas visuales se sumaron a la propuesta, realizaron su intervención en el Teatro de la Ciudad, en los muros que aún quedaba del Foro Ecológico, a un costado del puente Cheguigo, en el agrietado muro de la Casa de la Cultura.
Fueron cinco días y noches de trabajo arduo, en medio del miedo, de los patrullajes del ejército y la policía, de mantener el ánimo para volver a pintar luego de la tragedia. Y los artistas visuales lo lograron: la población tardará en ver de nueva cuenta los muros levantados de la iglesia de San Vicente Ferrer, del palacio municipal, pero a pocos días de la desgracia volvieron a ver las imágenes coloridas en los escasos muros que, necios, se mantenían en pie.
Manos y colores juntos en la reconstrucción visual del paisaje, valor y generosa entrega comunitaria de aquellos artistas que subieron a los muros y escaleras, andamios entre las fuertes réplicas del temblor.
Y de aquello se hizo un registro visual que editó el magnífico videoasta oaxaqueño Rogelio Carballido –el mismo que hizo programas de ciencia y tradiciones para Canal 11, televisora del Politécnico.
Y el resultado de ese registro salió a los pueblos y comunidades, ciudades y rancherías de Oaxaca.
Esa es producción se puede ver en la exposición colectiva Del temblor al arte, en Casa de La ciudad, a partir del 20 de septiembre, con una permanencia de seis meses.
Pero antes, muchos antes, se proyectó ese material en el Auditorio Emiliano Zapata, de la solidaria Universidad de Chapingo, en escuelas primarias de los Valles Centrales, en auditorios municipales y en la biblioteca Andrés Henestrosa –como inicio de una cultura de protección civil de estudiantes y profesores de Oaxaca.
También se compartió en la escuela primaria Aquiles Cerdán, de la violenta población de Totolapam y en la zona 024 de preescolar, en la región de la Cuenta.
Porque a esta Oaxaca nuestra luego de la emergencia del temblor y sus réplicas le llegó otra plaga: el crimen organizado, la droga y las muertes.
Que para fin de cuentas será lo mismo que ver arder o derrumbarse a la casa de la infancia por el sismo, las escuelas, las instituciones, sus calles que abrir la puerta de la casa y encontrar el tronido de las armas de fuego. La misma muerte.
Y allá salió El nuevo mapa de Juchitán, que así se llama la pieza que se presenta, solidaria a proponer resiliencia y paz desde las aulas de preescolar, primaria, secundaria, bachillerato.
En este 2019 celebramos los tres años del sismo, nos apropiamos de la efeméride, la fecha y sus recuerdos –nada dejaremos de aquella fecha para el gobierno, que sólo mira la emergencia como una ecuación electoral-, la fecha del sismo será el día D, para los pueblos que tuvieron aquella experiencia del temblor.
Así, por estas fechas de septiembre, aquella producción de video llegó a la comunidad rural de Peña de Letra, del municipio de San Mateo Tepantepec, en la Mixteca, entre los maestros de la telesecundaria se rememoró aquella fecha trágica para Oaxaca con la proyección del video en una tarde de frío y lluvia, en el cerro, durante un taller de promoción del libro y la lectura.
Este lunes 23 me tocó recorrer la exposición colectiva, hay fotos, grabados, trajes típicos del Istmo de Tehuantepec, ver esas imágenes con Angélica Ambrosio fue otra experiencia; ahí, en la planta alta de la casona de Porfirio Díaz y Morelos, surgió aquel diciembre en que se juntaron deidades y hombres, hambre y desgracia, imaginación y poesía para llenar los muros y piedras con colores, muchos colores de la esperanza que nació entre ruinas.
Puede usted acudir, la experiencia será memorable.